Miles de personas (se calcula que 80.000) fueron convocadas este fin de semana a un gran encuentro de la cultura pop en varias de sus formas -series, anime, historieta- denominado Comic-Con.

Originada en San Diego en los años ‘70 como una meca para los fanáticos de las historietas, con el tiempo la muestra se fue ampliando a áreas como el cine, los videojuegos y las series.

Desde hace algunos años existe una versión local y en cada encuentro va aumentando el número de asistentes y participantes.

La presencia de algunas figuras (entre las que se destacó la del director de cine Luc Besson), charlas, proyecciones, stands, dibujantes, hicieron de la muestra un espacio atractivo para un espectro de público muy amplio, aunque quizás lo más llamativo y convocante siga siendo el "cosplay" (contracción de las palabras inglesas costume y play), o el arte de disfrazarse como superhéroes, personajes de series o de videojuegos.

Encarnados en los personajes más variados, desde Batman a protagonistas de videojuegos desconocidos para los ajenos a esos mundos, recorren los pasillos y son saludados y requeridos por chicos, parejas y familias para sacarse fotos. 

En otras épocas, un poco más críticas, un sociólogo aficionado diría: "se intuye que abandonan sus vidas reales para sumergirse en una nebulosa fantástica, donde se anulan las tensiones planteadas en lo personal y social para crear una realidad paralela que escapa a las aburridas complejidades de la vida común".