Columnistas
07/03/2017

No hay mal que dure 100 años

No hay mal que dure 100 años  | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

La educación democrática lograda a lo largo de más de tres décadas es un sólido baluarte inscripto, hasta ahora, en la conciencia popular. Si no fuera así, Macri ya habría tenido que despedirse de su cargo sólo por la presión ciudadana de la misma forma en que debió irse De la Rúa.

Osvaldo Pellin

[email protected]

La gestión Macri, vista desde la formalidad popular, está apoyada en la estabilidad institucional y esto que parece de Perogrullo, no lo es. Todas sus medidas casi sin excepción son antipopulares. Ha acumulado tantas decisiones de ese carácter que, al día de hoy,  parece increíble que la ciudadanía no haya colmado su nivel de tolerancia y haya procedido a actuar violentamente.  

En la Argentina la democracia, gracias a lo sufrido durante la dictadura militar, es un bien que se guarda muy celosamente en el corazón de las mayorías. Nada puede ser peor que quebrar el orden institucional, aunque la realidad, como la actual, cercene derechos y humille descaradamente a los grupos populares.  

Lo cierto es que no hay modo de saber hasta las elecciones de octubre qué grado de consenso sigue sosteniendo a la actual gestión. La gente espera y se manifiesta en contra de muchas medidas pero llega hasta ahí.  Es una sociedad pacífica que respeta las formas institucionales pero no deja de manifestarse. Habría que agregar igualmente que esa garantía constitucional en la que actualmente la gente se apoya para moderar su ira, no es eterna.  

La educación democrática lograda a lo largo de más de tres décadas es un sólido baluarte inscripto, hasta ahora, en la conciencia popular. Si no fuera así, Macri ya habría tenido que despedirse de su cargo sólo por la presión ciudadana de la misma forma en que debió irse De la Rúa. 

Hay un aspecto aludido por Macri como pesada herencia que, paradójicamente, también lo favorece. El kirchnerismo dejó un margen para el endeudamiento, una presencia del Estado protector con la sanción de tantos derechos y una inercia económica basada en el consumo que le ha permitido a Macri solventar todo lo justificadamente criticable de su gestión. Y así va retirando traumáticamente al Estado de toda presencia social y económica, va anulando cada uno de los derechos que tornaban a nuestra sociedad  una estructura digna de ser vivida y ha iniciado un endeudamiento alevoso para atender gastos corrientes que se ven disimulados en la realidad presente, pero que acechan al futuro de todos, en varias generaciones. 

Solo el desempleo y la ausencia de oferta de nuevos puestos de trabajo ha quedado en el vacío y muestra cómo la recesión y el desempleo son la verdadera cara macabra de  Cambiemos. El dolor impune que han sembrado esas medidas no cuenta con el perdón potencial de las masas afectadas. Esa miseria sembrada ex profeso, esa crueldad gratuita será la base de la derrota y caída del señor Macri y toda su troupe.  

Muchos se preguntan si perder el poder le cae indiferente a Macri. Yo creo que no porque gente como él, no piensan como un buen ahorrista que se conforma con el colchón de mangos que ha juntado, con buenas o malas artes, y que los hace invulnerables ante cualquier contingencia que pudiera acontecerles. No, esos disfrutan el poder por la inmensa discrecionalidad que les otorga, por el panorama dilatado que se abre a sus designios, por la solidez que creen tener en aliados poderosos pero sólo están atraídos por una codicia insaciable pensando que al final, como en un sueño muy ansiado, los espera la gloria.  

Los ricos tienen la plata, saben cómo reproducirla y aumentarla al infinito. Lo que no tienen es la gloria y por ella van y aguardan que sus gestiones absurdas e injustas se las otorgue algún momento de su mandato. Por eso les va a doler perder el poder, que queda dicho, les dará el dinero que deseen pero la gloria que es la medalla que persiguen, seguramente no. 

Mientras tanto se entretienen con el odio hacia las mayorías. Un odio que cultivan hacia todo lo que parece oponerse a lo que tiene que ser su glorioso destino. 

Por otra parte, durante la gestión política se apoderan de los que son representantes. Una ilusión de la perdurabilidad, como si el tiempo se detuviera o todas las instancias electorales les fueran a ser favorables. Y el tiempo corre para todos al mismo ritmo: ricos y pobres, poderosos y humildes. Y la suerte electoral suele ser esquiva a pesar de los seguros augurios de los obsecuentes.  

Y Macri tendrá que vérselas algún día con la pérdida de su impunidad. No podemos dejar de tener esperanzas en que el Poder Judicial deje de estar colonizado y sus miembros sean reemplazados. Macri va a caer o por una revuelta desesperada del pueblo como en el 2001 o como fruto maduro por el pronunciamiento popular que lo derrotará en las urnas. 

No hay mal que dure cien años.

29/07/2016

Sitios Sugeridos


Va con firma
| 2016 | Todos los derechos reservados

Director: Héctor Mauriño  |  

Neuquén, Argentina |Propiedad Intelectual: En trámite

[email protected]