Columnistas
17/01/2017

El legado del Che a 50 años de su muerte

El legado del Che a 50 años de su muerte | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

La reflexiones del autor al cabo de una visita al museo “La Pastera”, de San Martin de los Andes, en el cincuentenario del paso del gran revolucionario a la inmortalidad.

Osvaldo Pellin

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El 9 de octubre de 1967 se produce en La Higuera, Bolivia, el asesinato ordenado por la CIA y ejecutado por las fuerzas armadas bolivianas de uno de los próceres más extraordinarios de la emancipación americana, Ernesto “Che” Guevara. En este recién comenzado 2017 se cumplirá el primer medio siglo de su desaparición física.

Es probable que me esté adelantando en el tiempo, altamente motivado por mi visita al museo “La Pastera museo del Che” de San Martin de los Andes, donde entre diversos paneles evocativos se reproduce por TV el mensaje dado por el Che ante la Asamblea General de las Naciones Unidas, donde alcanza una profundidad ideológica dicha con el coraje de quien se siente torazo en rodeo ajeno.

Este museo concebido y mantenido por la organización de trabajadores estatales ATE, merece el mayor de los elogios toda vez que adopta y reproduce para los argentinos, el paso del joven Guevara, que aún no se había convertido en Che, por el suelo de nuestra provincia.

El Che, figura universal de la lucha antiimperialista,  nació en nuestra patria y enalteció los colores de nuestra bandera por sus virtudes de ideólogo, guerrillero, estadista y trabajador rural en pos de la emancipación de los pueblos del mundo.

Pregunto: ¿acaso alguien que da su vida por valores como la libertad y la dignificación del hombre, no merece ser reconocido con orgullo entre sus compatriotas?

De ese sueño estamos intentando despertar. Superar los iconos de Alberto Korda y sentirlo más humanamente nuestro. Que lo que hizo haya tenido lugar fuera del suelo que lo vio nacer, no le quita el mérito de haber peleado por valores universales, sin cuya vigencia la vida, en cualquier latitud, cobra escaso valor.

Acerca de la consideración que le merecía el Che, un joven taxista nacido y criado en Cuba, me sorprendió en mi primer visita a La Habana diciéndome que fue más que Fidel. ¿Más que Fidel?, pregunte incrédulo. Sí más que Fidel –respondió- porque Fidel se quedó y fue un grande, pero el Che salió al mundo a hacer la revolución arriesgándolo todo y fue más grande todavía.

Los únicos que suelen mirar impasibles y valorar como si el Che no nos perteneciera. Son ciertos sectores de nuestra sociedad que sepultan las virtudes de prócer revolucionario en el silencio o en la trastienda de su valoración histórica.

El imperialismo norteamericano se expresa en cualquier lugar del planeta donde pueda sacar ventajas económicas o militares, empleando medios de usurpación y explotación, por lo tanto en el siglo XX y ahora mismo, la lucha contra el imperio no puede reducirse a un solo país. Así lo entendió el Che que apoyó con su propio pellejo movimientos revolucionarios en distintas partes del mundo.

El pueblo que se alza contra los intereses Imperiales merece la adhesión  de todos los pueblos. La batalla se da en cualquier parte del mundo porque los objetivos imperiales abarcan por igual todo el planeta.

Los jóvenes, en coordinación con ese ninguneo quizás, se exculpan ostentando el ícono del Che estampado en sus camisetas. Los adultos deben mostrar, antes que el olvido banalice todo, el ejemplo de homenajear a aquellos grandes hombres de nuestra nacionalidad que han merecido la admiración generalizada del mundo.

Luchar contra el imperialismo será nuestro destino común, como lo fue para los héroes de nuestra independencia la lucha contra el colonizador español: una historia rica en sacrificios y en pruebas de carácter por la soberanía nacional, con figuras como San Martin, Belgrano, Güemes, Castelli o Moreno.

Al Che le tocó intervenir en la historia moderna en épocas de movilizaciones de muchas ciudadanías del mundo por contar con sociedades más solidarias, más justas, sin explotación humana.

Puso su vida en juego para lograrlo y no se quedó en la comodidad de los escritorios. Salió al mundo a las zonas más inhóspitas y más carenciadas defendiendo a los pueblos fusil en ristre contra la prepotencia de los poderosos. Se convirtió en ejemplo vivo para la emulación de quienes lo acompañaban o seguían y siguen aún hoy, su trayectoria.

 Cabe preguntarse: “¿Qué otro personaje de la historia contemporánea de semejante perfil dio nuestro país? ¿Cuál es el motivo por el cual no se exalta como merece esta figura nacional ejemplar? Porque si el Che no es un desconocido para los argentinos, no se exponen los motivos de su gesta, que se pierden en el temor de confrontar ideológicamente.  Es el temor a las ideas o a las razones de la lucha anticapitalista de los pueblos sojuzgados.

Quizás la proximidad del cincuentenario de su desaparición física sea un motivo valedero y suficiente para reflexionar acerca de los objetivos de su gesta heroica, desde una mirada orgullosa de lo nacional como pago de una deuda con su impar figura.

Adoptémoslo, reivindiquemos sin miedo al Che como propio y veamos en él al gran emancipador nacido de la modernidad, al gran luchador contra la prepotencia del imperialismo norteamericano, que se dio el lujo de someter durante  más de 50 años a un pueblo a la más cobarde e injusta condena a un bloqueo económico y comercial que puso a Cuba al borde de una tragedia genocida.

Así como Cuba soporto lo peor inspirada en la fortaleza de sus líderes, la resistencia de los pueblos ante los avances del imperialismo encuentra en la figura del Che Guevara la guía para persistir en la lucha política, para no abdicar de los ideales, para creer que más temprano que tarde la victoria final pertenecerá a los pueblos y sus gentes.

Es la gran utopía de la historia latinoamericana.

29/07/2016

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