En aquél 24 de febrero de 2022 nos desayunamos con la noticia de que “Putin inició la invasión a Ucrania”. Sacudón mediático, cross a la mandíbula, confirmación victoriosa para los histéricos agoreros de los días previos, pero ciertamente razonables ante la evidencia de la movilización de tropas rusas, ya muy cerca de las fronteras con Ucrania: “viste, yo tenía razón, Putin quería invadir Ucrania”.

Probablemente, este sea uno de los hechos históricos cuya interpretación presenta mayores desfasajes temporales, sea por razones ideológicas, políticas o simplemente por causa de la gran divergencia de conocimiento, en general ausente cuando las fuentes de información son solamente los medios de comunicación occidentales, aún con sus matices. Hay quienes vieron con claridad el alcance y razones de la Operación Especial al día siguiente de iniciada, y hay quienes a la fecha son reticentes en aceptar del todo que esto era inevitable y que Rusia efectivamente se tuvo que defender de una amenaza existencial. No estoy considerando, por supuesto, a la opinología occidental a favor de la causa “UkrOTAN”, irreductible, aunque ahora admiten, como los tiernos muchachos de la red juntafirmas Avaaz que “Rusia nos está ganando”. Sin embargo, buscan firmas para declarar ilegal a Putin (…) y a exigirle que pague los daños de la guerra (sic)…los efectos de ciertos narcóticos cultivados en sótanos neoyorquinos son notables.

La acción de Rusia fue repudiada inmediatamente por el norte global -era previsible y calculado- y encontró eco inmediato en el alebrestado gallinero de una Europa irreflexiva y rápidamente agachada ante la OTAN, es decir, ante los intereses de los Estados Unidos, y del conjunto de la “anglósfera” secuaces/socios de los primeros, también llamada “Americósfera” por Emmanuel Todd en su fundamental y reciente ensayo “La defaite d’Occident”, sin meterse en lo que para un europeo siempre significa “América”.

El conflicto representa, por decirlo de alguna manera, el fin de la infancia, el destierro total de la inocencia. Es el “fuera máscaras” más contundente en las últimas décadas, era con grandes porciones de la sociedad narcotizadas al son de la empalagosa melodía de “Wind of change” de la post caída del muro y URSS y el establecimiento del coto de caza espacio-temporal más grande de la historia, solamente a favor de una potencia, los Estados Unidos. Se cayó la careta de la UE, que se reveló como un mero instrumento del neoliberalismo socialdemócrata después de Maastricht y toda esa sarasa que desembocó en la Bruselas más abyecta y colonia servil del Potomac. La consigna “imperialismo yanki” se actualizó al grado de ser un hecho tan real como los Apalaches. Como estos, duro y pétreo, mantiene la guerra, impidió al lacayo comediante “Ze” a negociar alguna posibilidad de paz, bombardea Yemen, mantiene vivo el genocidio en Gaza y ensaya nuevos Euromaidanes que total no cuesta nada: Belgrado es una de las obsesiones actuales del Departamento de Estado.

Otra de las evidencias develadas por esta guerra es que la Segunda Guerra no se ha extinguido. Al menos, el nazismo no fue exterminado. Goza de cabal salud en esta Ucrania post-Maidán de Zelensky, y no solamente en los uniformes militares sino en acciones concretas: ataque a poblaciones civiles, prohibición del idioma ruso, exaltación de Stepan Bandera, el gran colaborador de los nazis después de la operación Barbarrosa. Desnazificar Ucrania: uno de los objetivos de la Operación Especial que hoy se conmemora. Este objetivo y otros cuatrono fueron tomados en serio y solamente fueron descalificados por el bloque al que, justamente, la mayor parte de los habitantes de la Tierra no quiere por él autoinmolarse, sin dar ningún argumento de peso: “Putin miente”, “Putin es un autócrata”, “Putin” esto y lo otro. ¿Alguna referencia histórica, Hillary? ¿Decir algo sobre el incumplimiento de los tratados de Minsk, Macron, Scholtz? El nivel intelectual de estos dirigentes es lamentable.

La quintaesencia de los pataleos occidentales contra Rusia se puede revisar en un panfleto de la representación en España de la Comisión Europea, publicado en el primer aniversario de “la invasión” rusa, que comenzaba con una oda a la postverdad⁽¹⁾: “Hace ahora un año, Rusia inició una guerra de agresión no provocada contra su pacífica vecina Ucrania, mostrando así al mundo el verdadero rostro de las ambiciones imperialistas del Kremlin.”

Pero, el 17 de febrero pasado, Rusia conquistó por fin Adviidka -de nuevo Advedyevka hoy- después de feroces combates a lo largo de varios meses. Esta ciudad/fortaleza/planta de carbón era una de las bases para bombardear a la cercana y desde 2022 rusa Donetsk, a partir del Euromaidán de 2014, el verdadero origen de esta guerra. Hoy existe un foco de ataque menos al Donbás. En lo militar, hace rato que Rusia ha ganado. El régimen de Zelensky carga ya con, según algunas fuentes (occidentales), un millón de bajas. Los emisarios de la CIA y los alienados en nuestra región pueden seguir con sus banderitas ucranianas, pero ya será únicamente para admitir la derrota. Sin embargo, la tendencia de seguir histerizando a Europa por una supuesta amenaza de Rusia y el ingreso de armamento a este país abonan la posibilidad de un conflicto mucho más largo, con el exterminio total de Ucrania con tal de desgastar a Putin.

Las interminables sanciones de occidente solamente han fortalecido a Rusia. Del otro lado ¿quién ha ganado algo excepto los consorcios de Lockheed-Martin o General Dynamics?

El 24 de febrero es la fecha que podrá marcar un primer quiebre para romper la hegemonía del orden mundial “basado en reglas” y sustituirlo por un modelo multipolar. Es el primer parate dirigido al imperio por parte de una potencia nuclear. Tendrán que escuchar a Rusia si, como dice el canciller Serguei Lavrov, conservan algún instinto de supervivencia.

^{(1) ver enlace}