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24/09/2023

Gracias, Mario Wainfeld

Gracias, Mario Wainfeld | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.
(Foto difundida por la Televisión Pública de Argentina).

El periodista recién fallecido era honesto, poseía una gran formación intelectual que compartía socialmente y con humildad, y también desde su oficio fue un militante político. La pertenencia popular -su empatía con la “gente de a pie”- iba unida a un trabajo profesional riguroso que él le aportaba al colectivo social.

Miguel Croceri

Las personas que lean el artículo que aquí está comenzando, muy probablemente hayan conocido a Mario Wainfeld por su trabajo periodístico y/o por sus libros. Su muerte, ocurrida el pasado jueves (21 de septiembre), dio lugar a infinitas muestras de reconocimiento público tanto en medios de comunicación como en redes digitales. Y asimismo, aunque de forma privada, en una cantidad de personas imposible de cuantificar.

(Ese reconocimiento fue volcado en textos de muy diversos/as autores/as y en imágenes que, a modo de despedida y tributo, se publicaron en los últimos días en el diario “Página 12”, donde trabajó más de tres décadas. Como él mismo quizás hubiera dicho, “se recomienda su lectura”).

Esta nota es una expresión de la tristeza personal y de la nostalgia de quien la escribe, pero también pretende ser una reflexión sobre las enseñanzas/aprendizajes que puedan surgir del desempeño laboral y militante del profesional de prensa recién fallecido.

Ante todo (y dicho esto sobre la base tanto de la observación de su tarea en los medios como del testimonio de quienes lo conocieron personalmente), Wainfeld fue una persona extraordinariamente honesta.

Esa condición ética para describir y analizar los asuntos de interés público, fundamentalmente -pero no solo- la política nacional, y en general para realizar su labor periodística, está en la raíz de todo el recorrido público realizado en su vida.

Otra característica suya fue la de haber construido una magnífica formación intelectual, algo que tiende a ser cada vez más infrecuente en los profesionales de la comunicación al menos en nuestro país.

Él no solo sabía “hacer periodismo”, sino que era portador de conocimientos profundos del país, de la política en las provincias, de derecho, historia, literatura, economía (también micro-economía, es decir de cómo funcionan en ese sentido las empresas, las familias, los pequeños comercios, las/los trabajadoras/es, todas las personas comunes del pueblo a las que él gustaba nombrar como la “gente de a pie”), de geopolítica, artes, cultura popular y un inmenso “etcétera”, todo constitutivo de un formidable bagaje de saberes que compartía socialmente a través de su actividad.

Había nacido en 1948. EstudióDerecho en la Universidad de Buenos Aires, se recibió en 1971 y ejerció la abogacía durante largo tiempo. A la vez comenzó a realizar trabajos como periodista hasta que, con más 40 años de edad, sustituyó completamente su profesión inicial por la nueva. Fue cronista y redactor; analista político; editor periodístico; creador, conductor y productor general de programas de radio; y columnista de televisión.

También escribió dos libros: “Kirchner. El tipo que supo”, publicado en 2016 (en los comienzos del macrismo), y posteriormente “Estallidos argentinos. Cuando se desbanda el vago orden en que vivimos”, editado en 2019.

Participó en el peronismo desde muy joven. Militó durante la dictadura. En los años ‘80, atravesando al mismo tiempo la política partidaria y el periodismo, dirigió la revista “Unidos”, que expresaba los debates de la renovación peronista en los primeros tiempos de la etapa democrática.

Además de sus estudios en el sistema educativo institucional, sus textos y sus participaciones radiales y televisivas estaban cargadas de conocimientos -aunque siempre expuestos con una humildad imponente- logrados mediante lecturas constantes de autoras/as de cualquier género, ya fueran clásicos de la literatura nacional y universal, jóvenes poetas o escritoras/es, o bien académicas/os, ensayistas, historiadoras/es, o realizadoras/es de informes sociales, económicos, laborales y políticos de las más estricta actualidad.

De muchas virtudes que pueden señalarse acerca de Mario Wainfeld, otra es la de haber sido un militante político mediante su trabajo en los medios de comunicación y como escritor. Defensor de los Derechos Humanos. Coherente a favor de las causas humanistas, populares, nacionales, democráticas, progresistas y feministas de Argentina y del mundo.

Fue peronista y kirchnerista sin necesidad de decirlo explícitamente casi nunca, porque sus convicciones y honestidad intelectual no le impedían la crítica aguda, siempre respetuosa, aún para el colectivo o los colectivos político-ideológicos, o de otro tipo (sindicatos, agrupamientos diversos, etc.) en los que estuviera involucrado.

También era respetuoso absoluto de la diversidad de ideas y de todos los pluralismos. Pero era un combatiente contra quienes, en cualquiera de las formas, violaran la dignidad humana.

Mario de Palermo”, “Gente de a pie”

En la primera década de este siglo, en un mundo, un país y una ciudad de Buenos Aires que eran muy diferentes de los actuales, la capital federal estaba gobernada por un frente progresista. Era una etapa previa al surgimiento del kirchnerismo como identidad política nacional y también, obviamente, anterior a la hegemonía porteña de la derecha macrista.

Por entonces prácticamente no había medios de comunicación masivos que expresaran un ideario peronista, o nacional-popular, o de centroizquierda, o de izquierda, o progresista, etc. (Excepto el propio “Página 12” y algunas revistas). Internet recién empezaba a expandirse mundialmente como tecnología de la comunicación, y no existían los medios o plataformas informativas digitales.

En 2005 Wainfeld fue convocado para conducir un programa en Radio de la Ciudad (de Buenos Aires), una de las primeras que reivindicaba su condición de “radio pública”.

Hacía relativamente pocos años que se habían generalizado los mensajes telefónicos de oyentes a las emisoras, y su posterior difusión al aire. Por lo tanto, era novedoso aquello de voces del público que se transmitían por la propia radio. Voces que se identificaban como “soy Gustavo, de (el barrio de) Caballito”, o “soy Natalia, de Lugano”, “habla Osvaldo, de (el distrito de) Avellaneda”, o quizás desde alguna provincia del territorio nacional.

En tal contexto, Wainfeld adoptó esa modalidad expresiva de las audiencias radiales que se comunicaban con la emisora que a su vez escuchaban, y la convirtió en el nombre de su programa: “Mario de Palermo”. Era una forma de decir “soy un vecino más”, o quizás “un ciudadano/na más”, de alguna de los barrios de Buenos Aires, o de cualquier otro lugar del país.

Esa seña de pertenencia a un colectivo humano masivo, ese gesto de reciprocidad y empatía hacia las personas comunes del pueblo, lo llevaría más adelante a denominar “Gente de a pie” a su programa emitido durante muchos años por Radio Nacional (excepto bajo el régimen de derecha que gobernó Argentina en el periodo 2015-2019).

Sin embargo, el hecho de ser una más de las personas que conforman/conformamos el pueblo argentino, no implicaba desconocer que “hablar” públicamente para otros/as tiene una responsabilidad adicional. Reconocerse como parte de la comunidad popular iba ligado a una exigente diferenciación profesional, a un esfuerzo creativo para evitar -si le resultara posible- la mediocridad, las vulgaridades, las insustancialidades, y también el sentido común de quienes no están obligados/as a conocer la complejidad de los asuntos de interés público.

Ejercía y predicaba la convicción de que dedicarse al periodismo, y por lo tanto constituirse -al menos para ciertos sectores de la sociedad- en una palabra escrita o en una voz que posiblemente influía en la formación de las opiniones y creencias de miles de personas, o quizás decenas o centenares de miles, lo obligaba a trabajar con la máxima seriedad para que el producto tuviera algún “valor agregado”.

Sabía que debía aportar la mejor información posible, una labor analítica rigurosa, opiniones propias o de otros/as que tuvieron sustancia, sumar la participación radial de columnistas que conocieran muy bien sus respectivas temáticas, realizar entrevistas que ofrecieran testimonios, datos y pareceres diversos, en fin… Incluso otra de sus características era nutrir al periodismo (escrito y radiofónico, fundamentalmente) con recursos del humor y de la estética.

Las suyas fueron siempre múltiples formas de contribuir, desde la comunicación periodística, al desarrollo intelectual, cognitivo, espiritual y también material de la sociedad.

En abril de 2015, al inaugurarse la filial Neuquén de Radio Nacional -y como solía hacer en distintas zonas de Buenos Aires o de las provincias-, trasmitió su programa desde un bar de la capital neuquina.

En tales ocasiones había público que presenciaba la emisión mientras se realizaba, el conductor entrevistaba a personalidades en vivo y además participaban músicos/as del lugar. Esa vez la entrevistada fue nada menos que la querida y admirable Noemí Labrune, también fallecida recientemente (el pasado domingo 10 de septiembre).

Antes de concluir cada programa trasmitido desde exteriores, todos y todas -realizadores/as radiofónicos/as, invitados/as y público- cantaban una canción para el cierre. Lo mismo ocurría cada viernes, en el último programa de la semana. Y como despedida final, el improvisado “coro” entonaba (no importando las cualidades de cada quien para el canto) el grito festivo patrio “¡Ar-gen-tina!”, “¡Ar-gen-tina!”…

Gracias, Mario Wainfeld. Por la honestidad, por tantos conocimientos compartidos con y para las/los demás -con y para la “gente de a pie”-, por la coherencia militante, por tomar muy en serio la tarea de escribir y/o hablar para un colectivo innumerable de lectores/as, escuchantes, televidentes, y por una profunda pertenencia al pueblo que siempre iba unida a la responsabilidad adicional de saberse un “cronista” (como solía auto-definirse) al que mucha gente prestaba particular atención.

Y gracias, especialmente, por las sonrisas, las risas y las infinitas emociones generadas a lo largo de tanto tiempo en multitudes repartidas quien sabe por dónde.

29/07/2016

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