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03/11/2021

¿Podemos encontrar un sentido de la historia actual?

¿Podemos encontrar un sentido de la historia actual? | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.
(Imagen: gentileza).

El mundo experimenta al mismo tiempo una crisis económica global, una Pandemia, una explosión demográfica y de la pobreza, una crisis ambiental que provoca catástrofes en distintos lugares del planeta, un debilitamiento de los Estados como agentes de control e integración social. Artículo publicado en “Relaciones” (Montevideo).

Augusto Pérez Lindo

 

 

1. Buscando el sentido de la Historia

En el mundo académico occidental la crítica a la Filosofía de la Historia y a las concepciones finalistas y progresistas de la evolución histórica dio lugar a las tesis subjetivistas, relativistas o nihilistas de la historicidad. Dicho en lenguaje postmoderno: “se terminaron los grandes relatos” (Baudrillard: 1987)

Sin embargo, en las culturas reales las creencias proféticas de iglesias cristianas, las concepciones fatalistas del integrismo musulmán, los discursos naturalistas de los ecologistas, la ideología del materialismo histórico del comunismo chino, constituyen la contracara del escepticismo que circula en el mundo académico. Para esos y otros actores sociales la Historia tiene diversos sentidos: el fin del mundo está próximo, la emancipación de las clases oprimidas es inevitable, las leyes del mercado triunfan, la naturaleza va a imponer sus condiciones, Alá nos asegura la victoria, etc.

Hace tiempo que se distingue la Historia con mayúscula de la historia con minúscula. La que sucede realmente y la que interpretan los observadores. Pero está también la Historia tal como la viven los actores. Ana Frank escribía su Diarioen medio de una situación sin esperanza pero dejó un mensaje profundo sobre la trascendencia existencial. ¿Qué representan las voces que en el silencio del fracaso dijeron que No ante la opresión o lo que parecía inevitable? De esta experiencia, en campos de concentración nazi, hablaron Bruno Bettleheim y Viktor Frankl.

Ahora estamos asumiendo la complejidad del devenir humano en el Planeta. Las relaciones sociales, las sociedades, no parecen tener un sentido asegurado. Sabemos, por otro lado, que en nuestros genes intervienen moléculas que surgieron de las explosiones cósmicas al mismo tiempo que determinismos sociales o naturales parecen llevarnos a destinos fatales. Pero también hemos aprendido en la experiencia histórica de nuestra especie que el ser humano tiene no solo la capacidad para intervenir en la construcción de su propio devenir sino también la capacidad para asignar un sentido a las vidas que protagonizamos. Parafraseando a Heidegger diría: “el ser humano es el ser que tiene en su ser la capacidad para darle sentido a su propio ser”.

 

2. Acontecimientos y procesos

Uno de los efectos de la Pandemia Covid-19 ha sido amplificar la “globalización” que tenía como ejes el comercio internacional, las transacciones financieras y la difusión de las tecnologías de la información. Al mismo tiempo contribuyó a opacar los otros aspectos de las crisis mundiales que estamos viviendo. Ahora navegamos entre la incertidumbre y la búsqueda de una interpretación compleja de la Historia.

Lo que podemos decir sobre la situación mundial está inevitablemente cargado de pesimismo. En todo caso la mayoría de los testigos de nuestra época dice que “vivimos una era de incertidumbres”. Las crisis económica, sanitaria, social, ecológica, política y educativa han penetrado todas las interpretaciones. Los acontecimientos que estamos viviendo nos dejan sin palabras, las hipérboles del pasado hoy nos parecen modestas aproximaciones.

Se puede colocar la crisis económica por delante con cifras de la parálisis en todas partes y con más de 400 millones de desempleados. Con perspectivas inciertas sobre el relanzamiento económico. América Latina es una de las regiones más afectadas.

Aunque se puede ubicar a la crisis sanitaria en segundo lugar, las cifra de 4,2 millones de muertos y 200 millones de infectados en julio 2021 son impresionantes. El hecho de que tanto la Pandemia como la crisis económica afecten a más de seis mil millones de personas sobrepasa los diagnósticos más pesimistas.

El efecto más notable de la crisis social podría resumirse en el número de pobres y excluídos que a nivel mundial supera los mil millones de personas en todos los continentes. Un vasto proletariado que en su mayor parte sobrevive con 2 dólares diarios pero que en países con mejores ingresos también padecen hambre, desamparo, disgregación familiar. ¿Cuál será el futuro de este proletariado emergente?

El fenómeno de los excluídos se manifiesta también en el número de los desplazados. La Oficina Internacional de Migraciones estimaba en 2020 que había cerca de 272 millones de migrantes internacionales. Muchos buscan desesperadamente emigrar a otros países para sobrevivir, otros para vivir mejor. Las migraciones se han vuelto planetarias. Llegan fugitivos y migrantes a los lugares más recónditos del mundo.

A pesar de que vivimos en medio de más de cuarenta conflictos armados en todo el mundo, las cifras de los muertos ya no nos conmueven como antes. En 2017, según agencias de Naciones Unidas, hubo unos 89.000 muertos en los conflictos armados y 500.000 homicidios. Brasil aparece en 2020 con 40.969 homicidios y México con 34.515. Casi podría decirse que muchas sociedades se encuentran, de hecho en situaciones de guerra civil no declarada. Entretanto, el número de muertos por sobredosis de drogas en Estados Unidos llegó a unas 60.000 personas hacia 2018.

En los últimos meses han pasado a primer plano los incendios forestales, las inundaciones, las sequías, el deshielo de las zonas heladas del hemisferio norte y del hemisferio sur del planeta. Aquí contamos con centenares de incendios y millones de hectáreas de bosques que se pierden. La cantidad de personas que han sido desplazadas, las expectativas catastróficas suscitadas por la continuidad del calentamiento global, la insuficiencia de las decisiones de los países para enfrentar las catástrofes ambientales son motivo de inquietud en todas partes. El informe del 9 de agosto 2021 del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC, Naciones Unidas) anticipa que con las tendencias actuales en 2030 se acumularán más incendios, sequías, inundaciones.

Esta brevísima síntesis bastaría para justificar la afirmación de que se trata del cuadro más dramático que haya enfrentado la Humanidad en todos los tiempos. Lo que no solo genera incertidumbre y angustia. Los procesos en curso acentúan la desintegración social en muchos países, inclusive en las regiones más desarrolladas como Estados Unidos o la Unión Europea donde las oleadas de inmigrantes desesperados superan las capacidades del Estado.

América Latina, África y el Medio Oriente son las regiones más afectadas por la impotencia de los estados nacionales. Ya se pueden contar en más de una decena los casos de “Estados fallidos” en el mundo en los que ya no existen mecanismos capaces de garantizar la seguridad de los ciudadanos. Aún en países aparentemente bien organizados y modernos, no se alcanza a controlar el tráfico de personas, el narcotráfico, los delitos informáticos, los asesinatos.

 

3. De los relatos simples a las visiones complejas

Cada una de las situaciones en curso alcanza niveles tan dramáticos que justifican los análisis focalizados en la crisis social, en las catástrofes ecológicas, en el desempleo, en la pobreza o en el derrumbe de los Estados. Muchos economistas siguen pensando que sus enfoques pueden explicar la mayor parte de los problemas. Tanto liberales como marxistas colocan en primer plano a la economía en su análisis histórico.

Por su parte, muchos hombres de gobierno piensan en términos políticos o geopolíticos el comportamiento de los actores sociales. A menudo aparece en este plano el discurso “conspiracionista”: hay organizaciones o Estados que traman la dominación sobre los demás para imponer sus intereses. Últimamente hemos visto que estas ideas circulan en las esferas de gobierno en países de todo color: en Estados Unidos o Rusia, en Israel o en Irán, en Brasil o en Venezuela, etc. En la base de estos discursos paranoicos no solo están los servicios de inteligencia sino también partidos, ideologías, religiones, sectas esotéricas, grupos seudo científicos.

La dispersión de discursos e intencionalidades es lo que hizo fracasar hasta ahora las tentativas para unificar a las organizaciones sociales en torno al Foro Social Mundial desde 2006. En esos encuentros mientras las ONG ecologistas hacen resonar los problemas ambientales como determinantes para el mundo, los marxistas defensores de la lucha de clase consideran que la lucha debe centrarse en la superación del capitalismo. Entretanto, centenares de organizaciones van al Foro Social Mundial para defender las luchas por las identidades étnicas, regionales, mientras que las feministas protestan porque la mayoría de las sociedades siguen marcadas por la influencia machista.

La Unión Europa ha sido el espacio mundial donde más se ha intentado conciliar la diversidad y las diferencias de intereses en un proceso de convergencia de 26 países en torno a ciertos valores comunes como el desarrollo, los derechos humanos y la solidaridad. Pero aún en este espacio las tensiones etnocéntricas y hegemónicas son muy fuertes. El episodio del retiro de Gran Bretaña de la Unión Europea en 2020 puso en evidencia estas contradicciones compartidas por varios países. El “regionalismo” (lingüístico, territorial o étnico) posee una gran audiencia en Europa y en África.

Pensar de manera compleja y actuar en consecuencia resulta un ejercicio muy aventurado en la actualidad. No porque falten informaciones y estudios de especialistas, sino porque tanto en la opinión pública como entre las clases dirigentes se prefieren las versiones o teorías simplistas. El “maniqueísmo” y el “conspiracionismo” tienen una gran audiencia en todos los niveles. Entre las reacciones que provocaron las políticas sanitarias impuestas con motivo de la Pandemia Covid 19 las creencias de esos actores tuvieron mucho que ver.

Los partidarios de las visiones holísticas tanto en el pasado como ahora suelen por su parte ceder a la tentación de reducir a mecanismos ideales el flujo de los acontecimientos. Los historicistas de comienzo del siglo XX dejaron el lugar a los estructuralistas y partidarios de la teoría de sistemas. Casi todos buscan el “factor determinante” que “en última instancia” explicaría la causalidad de los procesos.

En las última décadas se observa el avance del “pensamiento complejo” que Edgar Morin ha tratado de sistematizar. Este enfoque constituye un mejoramiento de la teoría de sistemas aplicado a la sociedad global pues reconoce las contradicciones, diversidades y singularidades que pueden intervenir. Pero la construcción del sentido de la Historia trasciende el “pensamiento complejo”, aunque algunos han tratado de presentarlo como un nuevo paradigma transdisciplinario.

Hay que reconocer que los intentos europeos de universalizar una “filosofía de la historia” han fracasado. Hasta allí tienen razón los postmodernos. El motivo del fracaso, sin embargo, va más allá de sus razones. Ocurre que con la descolonización y la globalización han entrado en escena otras cosmovisiones: China, el mundo islámico, India, los pueblos africanos, el indigenismo americano, etc. Muchos siguen adoptando las categorías de Hegel y Marx, pero ambos fueron representativos de la cultura eurocéntrica y colonial. Los comentarios de Hegel sobre la India hoy reflejan más su ignorancia que su lucidez. Las adhesiones de Marx a las invasiones de Gran Bretaña en la India y de Estados Unidos en México, en nombre del progresismo eurocéntrico son incompatibles con sus ideas emancipadoras.

Además, la crisis de la Filosofía de la Historia tiene que ver con el hecho de que los actores conscientes y pensantes se han multiplicado exponencialmente. O sea, el sentido de la Historia ya no depende de las clases dirigentes, de los intelectuales reconocidos o de un núcleo de especialistas. Millones de individuos desde cualquier lugar del mundo están tratando de emitir sus mensajes buscando el reconocimiento mundial. Puede ser un indígena de la Amazona brasileña, una adolescente ecologista sueca, una militante feminista rusa, un palestino de Gaza, un monje del Tibet, una mujer de Kabul, un intelectual de Egipto o un estudiante de Venezuela.

Contra lo que sostiene el post-modernismo ni ha desaparecido el sentido de la Historia ni ha perdido pertinencia la Filosofía de la Historia. Todo lo contrario: en la era de la globalización ha llegado el momento de explicitar la cosmovisión global que se ha venido construyendo en las últimas décadas. Porque, entre otras cosas, ha crecido la conciencia planetaria, la conciencia multicultural, la aceptación de los principios de los derechos humanos, el reconocimiento de los derechos de las mujeres. Ha crecido también la cultura científica, entre otras cosas porque a nivel mundial la escolarización masiva de las poblaciones ha sido exitosa en los últimos cincuenta años.

¿Cómo sintetizar todas estas situaciones e intencionalidades humanas? Las ciencias humanas no han terminado de construir una visión sintética de los comportamientos humanos. O sea, no existe una Antropología desde la cual se puedan presentar conjuntamente enfoques biológicos, psicológicos, sociológicos, económicos, políticos, culturales, económicos. Por esta razón parece lógico pensar que el futuro de las interpretaciones sobre el curso del mundo dependerá de la capacidad para realizar estudios cooperativos e interdisciplinarios. Si no emerge una “inteligencia colectiva” a través del conocimiento plural e interdisciplinario será muy difícil explicitar la cosmovisión que anima las intencionalidades y las acciones de la civilización humana.

 

4. Escenarios para una visión compleja del estado del mundo

Apelar a los teóricos sociales clásicos resulta pertinente para disponer de algunos conceptos fundamentales, pero no parece realista invocar a Augusto Comte, Karl Marx, Durkheim, Parsons y otros maestros, para comprender la diversidad de crisis que estamos viviendo en este momento. Necesitamos categorías para comprender las “nuevas realidades”.

El mundo experimenta al mismo tiempo una crisis económica global, una Pandemia, una explosión demográfica y de la pobreza, una crisis ambiental que provoca catástrofes en distintos lugares del planeta, asistimos a un debilitamiento de los Estados como agentes de control e integración social.

Dentro del pensamiento económico se reconoce que el sistema financiero supera al capitalismo productivo. Las corporaciones transnacionales superan a los Estados. Los desequilibrios socio-económicos limitan las estrategias para lograr los Objetivos del Desarrollo Sustentable (ODS) que propusieron las Naciones Unidas para el 2030.

Ha surgido un vasto proletariado de excluidos y pobres que alcanza a más de mil millones de personas. Equivale a toda la población del continente americano. Las desigualdades no han dejado de crecer en todas partes. En su momento Marx anunció que el surgimiento del proletariado industrial anunciaba una nueva sociedad. Arnold Toynbee, desde una visión conservadora, afirmó en su Estudio de la Historiaque la aparición de un proletariado periférico se asocia con el surgimiento de un cambio histórico.

La digitalización de la sociedad, de la economía, de la cultura y de los sistemas educativos a nivel mundial modifica el uso del espacio, las relaciones intersubjetivas, las transacciones económicas, los sistemas educativos y los modos de vida. ¿Culminará este proceso en el triunfo de la Inteligencia Artificial como dicen los post-humanistas?

El mundo se encuentra por primera vez en milenios frente al surgimiento de catástrofes ecológicas en el mundo que parecen anunciar un nuevo orden de la naturaleza o una nueva era glaciar.

Se produjo un cambio en el modelo de acumulación económica y en el modo de producción que rápidamente coloca en nuevos escenarios a las economías del mundo. A los factores clásicos de la tierra, el capital y el trabajo hay que agregar las innovaciones y el conocimiento. La digitalización, el cambio de la matriz energética, las innovaciones biotecnológicas, los avances científicos, aparecen como nuevos determinantes.

La idea del progreso histórico hace tiempo que está cuestionada y esto priva a la comunidad mundial de un consenso prospectivo para construir una sociedad solidaria hacia el futuro. Sin embargo, Naciones Unidas sigue sosteniendo la necesidad de converger con objetivos de desarrollo compartidos hacia el 2030.

El mundo actual con los procesos de descolonización y adopta la idea de la igualdad de las culturas. Surgen nuevas historiografías descoloniales en todos los continentes. No se justifican discriminaciones entre pueblos más avanzados y menos avanzados; las luchas por el reconocimiento de las diversidades culturales y religiosas se encuentra en el centro de muchos de los conflictos actuales.

La expansión de las biotecnologías y la posibilidad de reproducir órganos y seres vivientes coloca a la Humanidad en condiciones de alterar las leyes naturales; esto ha dado lugar a la idea de una Era Trans-humana que se profundizaría con el auge de la Inteligencia Artificial.

El reconocimiento de las diversidades individuales y colectivas están cambiando las relaciones entre hombres, mujeres y sus alternativas (LGTB) lo cual impacta en las familias, en la educación, en la distribución de funciones sociales y políticas. Las identidades humanas han dejado de ser un hecho exclusivamente natural para convertirse en un hecho social.

En medio de situaciones donde se juega la supervivencia de millones de personas y del Planeta en general aparece como un dato contradictorio que a nivel mundial los gastos militares y de defensa alcancen a más 1,981 billones de dólares. Disponemos de veinte veces la capacidad para hacer desaparecer el Planeta con armas nucleares.

De todos estos contextos surge que estamos viviendo una mutación histórica, ecológica, social, económica, cultural cuya dirección se nos escapa, es decir, no alcanzamos a inteligir y a controlar el curso de la Historia. Gran paradoja en una era de explosión de conocimientos.

5. ¿Adónde vamos?

Si los escenarios antes señalados resultan verosímiles entonces parece que no queda más lugar que para el pesimismo o el escepticismo. Hace décadas se habla del “fin de la Historia”. A su vez, el nihilismo social avanza. Muchos lo expresan en los grafittis de los muros urbanos: “no future”.

Hubo momentos, como el del pasaje de la Edad Media a la Edad Moderna, donde se vivieron transformaciones profundas en Europa que afectaron el sentido de la vida de muchas poblaciones. Surgieron movimientos “milenaristas” y una filosofía de la “muerte de Dios”. Es evidente que no hay comparaciones equivalentes con los procesos actuales. El vértigo de las innovaciones y de las crisis que estamos experimentando supera de lejos las crisis que surgieron con el pasaje de la sociedad tradicional a la sociedad industrial moderna.

La Humanidad actual dispone de los recursos económicos y tecnológicos suficientes para resolver en corto plazo el problema del hambre. Lograr el “hambre cero” figura como el objetivo número 2 de los Objetivos del Desarrollo Sustentable 2030 de Naciones Unidas. Se ha calculado que la capacidad de producción de alimentos (naturales, transgénicos o artificiales) se puede multiplicar rápidamente. Esto alimenta todavía la creencia en un proceso de desarrollo o de progreso que resignificaría las visiones críticas dominantes.

Desde el punto de vista ecologista en general se tiene una visión pesimista del desarrollo de la Humanidad desde la Era Moderna. Las mismas ideas de “desarrollo” y “progreso” no son aceptables. El desenlace apocalíptico parece próximo como una forma de la “venganza de la Tierra” (James Lovelocke). Para otros, sobre todo en la Unión Europea, parece que se pueden aplicar medidas reparatorias y preventivas que evitarían los desenlaces dramáticos.

A nivel económico: ¿qué futuro se puede esperar desde una perspectiva histórica? ¿cuál sería la capacidad para crear los millones de empleos que se necesitan para asegurar la supervivencia de todo el mundo? En todos los continentes se están redefiniendo las prácticas industriales, comerciales, de transportes, de servicios. ¿Cómo se reescribirá la Historia?

Hace tiempo que las agencias de Naciones Unidas y los estudios de diversos especialistas concluyen que se necesitan respuestas globales y solidarias, para lograr un modelo de desarrollo mundial sostenible. Esto permitiría orientar nuevas inversiones en áreas y regiones críticas. Permitiría crear economías sustentables y solidarias. Permitiría también controlar el sistema financiero para adaptarlo a las necesidades de la Humanidad. Crearía una consciencia histórica global.

En el plano de la acción existen proyectos y alternativas para enfrentar los desafíos actuales. Esto es el fruto de la actividad y el compromiso de miles de individuos y organizaciones que durante las últimas décadas se han dedicado a formular propuestas aceptables. Reconocer y valorizar este capital social sería un acto de lucidez colectiva para reconstruir la sociedad global. ¿Pero, se puede recrear un sentido acumulativo de la experiencia histórica?

La eficacia de cualquiera de las estrategias alternativas dependerá en última instancia del consenso de los actores (estados, organizaciones sociales, empresas, sistema financiero). De modo que la construcción de los acuerdos se convierte en la pieza maestra de todo intento de evolución inteligente y solidaria del sistema mundial. Solo el consenso colectivo global sería capaz de convertir a la Humanidad en un actor histórico.

Desde el punto de vista filosófico debemos admitir que los consensos intersubjetivos (por ejemplo: sobre derechos humanos, sobre la distribución justa de los ingresos, sobre respeto de las diversidades, sobre un modelo de desarrollo inteligente y solidario) aparecen como una forma de creación de sentido. Esto se vislumbró luego de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) cuando surgieron las Naciones Unidas y se proclamó la Declaración Universal sobre Derechos Humanos. Todos creyeron que había surgido un proyecto común de la Humanidad.

Desde un punto de vista fáctico en la actualidad sin un acercamiento entre las grandes potencias (sobre todo, USA, China, Rusia, Unión Europea) y una convergencia con los distintos bloques internacionales la Humanidad no está en condiciones de evitar en el corto y mediano plazo las catástrofes sociales y ambientales. Lo cual quiere decir que estamos en un período de incertidumbres y desequilibrios. Nadie está en condiciones de predecir el alcance de los efectos perversos pero las estimaciones más pesimistas anticipan pérdidas enormes de vidas humanas y de recursos naturales.

Estos escenarios nos obligan a replantear nuestras teorías sobre el sentido de la Historia. Debemos aceptar una interpretación abierta y compleja de la experiencia histórica humana. Desde este punto de vista resulta casi pueril la afirmación de “El fin de la historia” de Fukuyama o de los postmodernos como Baudrillard.

Asimismo, resulta sorprendente la atracción que un historiador como Yuval Noah Harari (Homo Deus. Breve historia del mañana) encuentra en las capacidades biotecnológicas para definir el destino humano. (ver p.294). Esta es una línea de interpretación que observa a la especie humana como forjada por su propia capacidad para crear las técnicas. Su desenlace, o finalización, daría lugar a la “post-humanidad” donde triunfa la Inteligencia Artificial. Notemos que la literatura y el cine “cyberpunk” se anticiparon a este escenario proponiendo una visión histórica pesimista. (Blade Runner, Terminator, Matrix)

En muchas partes se está reescribiendo la Historia. En los países que sufrieron las colonizaciones (no solo en Africa, América o Asia, también en Europa) ahora se escribe la historia post-colonial. Las feministas, por su parte, están reescribiendo no solamente la Historia sino también la literatura, la filosofía y la antropología. De modo que no han terminado los discursos sobre el sentido de la Historia sino que al contrario abundan en distintas direcciones.

Ahora bien, la sobreabundancia de interpretaciones (típicas de nuestra historicidad actual) no resuelve la incógnita sobre nuestro destino. De modo que la cuestión sobre ¿adónde vamos? no la podemos responder con alguna teoría académica unívoca. Por eso algunos prefieren hablar de “tendencias”, “escenarios”, “futuribles”. La Filosofía de la Historia hoy ha de ser inevitablemente pluralista y hasta contradictoria.

¿Quiénes hacen la Historia? Desde el punto de vista existencial, como hemos dicho, todos hacemos la Historia aunque nuestras voces muchas veces no queden registradas. Los ecologistas dicen que todos dejamos una “huella ecológica” en nuestra trayectoria. Hace unos 30 mil años en distintas cuevas de varios continentes algunos precursores del arte rupestre imprimieron sus manos para dejar una huella. Con lo cual estaban marcando una etapa de la cultura simbólica humana. Pero no sabemos nada de sus vidas individuales.

El sentido de la Historia colectiva depende de los actores sociales pero también de los procesos que superan a los actores. Los factores o los acontecimientos ecológicos, económicos, sociales, tecnológicos o políticos pueden marcar el curso de la Historia. Lo cual nos lleva a concluir que vivimos un curso de la Historia aleatorio a menos que podamos colectivamente controlar los procesos determinantes.

Vivimos en una Era de Incertidumbres porque la complejidad de los procesos actuales constituye la mayor crisis de la Historia humana. El hecho de que dispongamos de los recursos económicos, científicos y tecnológicos para afrontar los desafíos actuales debería infundirnos optimismo para el futuro. Pero el futuro se escribe también con los obstáculos que pueden terminar convirtiendo a nuestros intentos en ilusiones. Los obstáculos principales se encuentran en el plano político y en las visiones contradictorias sobre la realidad mundial. ¿Podremos sobrevivir juntos el Siglo XXI? La consciencia histórica aparece como una dimensión esencial del ser humano en esta etapa de mutaciones. Sin ella continuaremos navegando en océanos tempestuosos sin saber adónde vamos.


BIBLIOGRAFÍA:

 

BAUDRILLARD, J. F. (1987) La condición postmoderna. Buenos Aires: REI argentina

BRAUER, D.; ACHA, O.; RATTO, A. ; MARTIN, F. (comps) (2009) Actas del IV Congreso Internacional de Filosofía de la Historia. Buenos Aires: Teseo

BROCKMAN, J. (ed.) La tercera cultura. Más allá de la revolución científica. Barcelona:Tusquets

DIÉGUEZ, A. (2017) Transhumanismo. La búsqueda tecnológica del mejoramiento humano. Madrid: Herder

HARARI, Yuval H. (2016) Homo Deus: una breve historia del mañana.Madrid: Debate

MORIN, E. (1994) El método 3: El conocimiento del conocimiento. Madrid: Cátedra

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PIKETTY, Th. (2014) El capital en el siglo XXI. México: FCE

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TEGMARK, M. (2018) Vida 3.0. Ser Humanos en la Era de la Inteligencia Artificial. Madrid: Taurus

UNESCO (1984) Historia y diversidad de las culturas. Barcelona: Serbal

VARIOS AUTORES (2009) El futuro del Foro Social Mundial: retos y perspectivas después de Nairobi. Barcelona: Icaria

 

¿Los algoritmos biotecnológicos definirán tu futuro?

Quizás hayas oído que vivimos en la época de hackear ordenadores, pero apenas es una parte de la verdad. En realidad, vivimos en la época de hackear humanos. Ahora mismo los algoritmos te están observando. Observan adónde vas, qué compras, con quién te ves. Pronto supervisarán todos tus pasos, tu respiración, los latidos de tu corazón. Para llegar a conocerte cada vez mejor, se basan en macrodatos y en el aprendizaje automático. Y cuando estos algoritmos te conozcan mejor de lo que te conoces tú, lograrán controlarte y manipularte, y tú poco podrás hacer al respecto.

Yuval Noah HARARI, 21 lecciones para el siglo XXI. Buenos Aires: Debate, p.294

29/07/2016

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