Columnistas
24/09/2021

Aguafuertes del Nuevo Mundo

Sobre sentencias tangueras y cataclismos políticos

Sobre sentencias tangueras y cataclismos políticos | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.
Yo sé que ahora vendrán caras extrañas / Con su limosna de alivio a mi tormento / Todo es mentira, mentira es el lamento / Hoy está solo mi corazón. Sus ojos se cerraron (Carlos Gardel)

Hará falta restañar la confianza de los electores que condujeron a Alberto Fernández a la Casa Rosada. Hubo gente enojada con Cristina Fernández por ese misil teledirigido que envió en forma de carta, pero probablemente ella advirtió la maroma que se le venía encima al oficialismo.

Ricardo Haye *

Fue similar a un disparo retardado. Si vale el juego de palabras pasaron las PASO y, cómo sucede tras cualquier elección, la ciudadanía estaba comenzando a procesar los resultados intentando discernir horizontes y analizando las causas del pronunciamiento de las urnas, cuando sobrevinieron nuevos acontecimientos que pusieron al país en vilo o poco menos.

Habían transcurrido 72 horas (apenas y tanto, según cómo se lo mire) de los comicios, cuando por primera vez se hicieron explícitas algunas de las diferencias en el elenco oficialista que hasta allí habían ocurrido con sordina aunque luego terminaran amplificadas por la prensa hegemónica opositora a fin de sacar rédito en su confrontación con la administración nacional.

Esta vez no se pueden cargar las responsabilidades en eso que algunos de los propios protagonistas en su día definieron como “periodismo de guerra”. Descarnadas, quedaron en evidencia las distintas formas de hacer frente a la derrota que las listas del gobierno sufrieron el domingo 12 de setiembre.

 

La polémica aparente o más visible fue si debían cambiarse o no figuritas en el gabinete. Pero la discusión de fondo, la importante, es si lo que tiene que modificarse es el modelo con que opera el Poder Ejecutivo.

A nadie se le escapa que la discusión no podía comenzar y acabar en el cuestionamiento al renunciante vocero presidencial. Porque si fuera así, a Juan Pablo Biondi, un sujeto al que el común de las personas no le registraba la cara ni la voz, se le estaría atribuyendo un poder desmedido.

Correrlo de la función descomprimió la relación con la vice-presidenta, que le ha formulado graves acusaciones, pero no es central ni decisivo en la lucha contra la inflación, la recuperación productiva, el control de posibles desbordes sociales, la lucha contra el desempleo o la continuidad de las acciones contra la pandemia.

Pudieron existir enconos personales con él y hasta ponerse en entredicho su presunta experticia en el manejo de la comunicación política e institucional. Algunos incluso hasta llegaron a atribuirle mala fe en la filtración de las imágenes del cumpleaños de la compañera del presidente. Pero todo eso no alcanza para disimular otros cuestionamientos a la acción de gobierno, entre ellos una subejecución de partidas presupuestarias que alcanza cifras millonarias (lo cual resulta insólito en un tiempo de penurias como el actual), la posible sumisión ante políticas económicas reclamadas por el Fondo Monetario Internacional o la necesidad de compensar a la clase media y los sectores populares ante la pérdida de su capacidad adquisitiva.

Si Biondi operó contra Cristina Kirchner, resulta lógico que la exmandataria reaccione con enojo, pero ese conflicto entre ellos no le mueve el amperímetro al común de la gente de a pie. Las preocupaciones de estos sectores pasan por atender necesidades vitales, cuya satisfacción hoy se encuentra fuertemente condicionada. Si, más allá de esa presunta actuación oscura, el funcionario también hubiese sido responsable del episodio fotográfico ya estaríamos hablando de maniobras desestabilizantes contra la totalidad del gobierno, lo que vuelve inexplicable que su conducta no haya sido sancionada antes.

A diferencia de lo que sentenciaba aquella estrofa tanguera que abre esta aguafuerte, los que ahora llegan no son rostros tan extraños. Algunos traen consigo una estela de prestigio, como Daniel Filmus, y otros una energía expresiva que se echaba en falta, como Aníbal Fernández. Sin que tampoco entrañe una rareza, también arriba una cara sorpresiva como la de Juan Manzur, aunque solo sea porque llega con la carta de recomendación de Cristina con quien ha tenido contenciosos recientes, y no por sus méritos para el ejercicio del cargo de Jefe de Gabinete, que deberá ratificar con acciones de aquí en más.

La invariabilidad en el flanco económico de la administración Fernández-Fernández genera algún pasmo porque resulta complejo atribuirle la calidad de una señal hacia esa porción significativa del electorado que reclamó políticas contenedoras e inclusivas que sienten ausentes.

Sin embargo, para curar esa soledad del corazón que a muchos y muchas compatriotas los convenció de ejercer un voto punitivo no es suficiente cambiar las fisonomías de los ejecutores. Hará falta restañar la confianza de los electores que hace un par de años suscribieron el contrato que condujo a Alberto Fernández a la Casa Rosada.

Y eso solo se logrará haciendo efectiva la escucha de los sentidos profundos que tuvo el voto popular que el titular del Ejecutivo se comprometió a realizar en la misma noche de las elecciones primarias.

Seguramente hubo gente enojada con Cristina Fernández por ese misil teledirigido que envió en forma de misiva, pero lo que resulta difícil de ocultar o disimular es que la vicepresidenta tuvo mejor olfato para advertir la maroma que se le venía encima al oficialismo. Y que, luego del pronunciamiento contundente de las urnas, reaccionó con reflejos más rápidos que su compañero de fórmula para emitir alguna señal hacia la ciudadanía.

En las horas inmediatamente previas, Alberto Fernández había producido un par de gestos temerarios y casi provocadores al exhibirse públicamente con algunos de los funcionarios que boyaban en el ojo de la tormenta y sostener que nada le sacarían mediante presiones. Quizás fue su propia reflexión o tal vez el consejo sabio de alguien cercano lo que le haya hecho recoger piola y convencerse de que la inmolación de la ruptura era inconveniente no ya para sí, sino para el destino de millones de compatriotas.

En noviembre sabremos si la fragua de estos días abastece las esperanzas oficialistas de cierta recomposición, confirma las expectativas opositoras o da respuestas a las necesidades del cuerpo social de la Argentina.



(*) Docente e investigador del Instituto Universitario Patagónico de las Artes.
29/07/2016

Sitios Sugeridos


Va con firma
| 2016 | Todos los derechos reservados

Director: Héctor Mauriño  |  

Neuquén, Argentina |Propiedad Intelectual: En trámite

[email protected]