La realidad transcurre y se modifica velozmente. Hoy ya tenemos una conformación muy renovada del gabinete nacional, que termina siendo la respuesta de Alberto Fernández al pronunciamiento de las PASO del pasado domingo 12.

Estamos obligados no solo a decir qué nos parece la conformación del nuevo gabinete, sino también a inferir cuál puede ser el impacto político que generará, y si ese impacto alcanzará para revertir la situación electoral ocurrida en las PASO.

Antes de señalar alguna consideración acerca de la conformación del gabinete, el solo hecho de los cambios efectuados en su seno está señalando una de las causas que el gobierno y cierto sector de la opinión pública identifica como causa de la derrota electoral. De no ser así los ministros no se hubiesen tocado.

Ahora, el nuevo equipo parece aludir a otra de las causales mencionadas en las horas siguientes al comicio: la personalidad del presidente, propensa al diálogo, apostando por la unidad nacional en plena grieta y sin que esta hubiese morigerado la intensidad de los enfrentamientos pese a sus intentos. Hacía falta, entonces, un poco más de reciedumbre, un poco más de dureza encarnada en hombres  experimentados.

No sé cómo se desplegará esta táctica, aunque puedo imaginarla, porque el tiempo que tienen para hacerlo es muy corto, en todo caso cualquiera fuese el resultado esta presencia recia pintará un semblante al Poder Ejecutivo nacional que perdurará hasta el final de su mandato.

Este modo de plantar la “defensa” del equipo de gobierno, que ha excluido a las mujeres, implica una postura menos negociadora sólo en apariencia. Alberto Fernández, a la sazón un progre conciliador, está rodeado desde ayer por un elenco peronista ortodoxo forjado en mil batallas aunque, claro está, más veterano y quizás, solo quizás, menos aggiornado para componer una imagen comprensiva ante las nuevas generaciones.

Serán riesgos que se corran, que tendrán una justificación en el último traspié electoral y en el diagnóstico hecho en consecuencia.

El impacto político que se espera está centrado en un proselitismo más extramuros a la búsqueda de cada elector para transmitir compromiso y una esperanza cierta.

Podemos imaginar, además, que se irá a la confrontación de ideas y de gestión forzando la situación si fuera preciso, y con ello intentar abrir, por fin, el debate en todos los medios posibles y plantarse recreando lo hecho y atacando una gestión, la de Macri, por todos los flancos posibles.

Suponemos que se intentará remediar con apoyo y presencia la conformación de un aparato de los que el peronismo siempre supo armar a lo largo de su historia. Ya la pandemia no será una excusa que impedirá movilizaciones y convocatorias extraordinarias. Será imprescindible volcar confianza a todos aquellos militantes que transitan día a día comedores y barrios que quieren salir de la postración a lo que los somete la pobreza.

Lo más difícil será involucrar a amplios sectores de clase media que habitualmente no milita en política adonde deben llegar en dos meses claras manifestaciones de que los precios de los alimentos se han moderado en lo que ha sido una vorágine de aumentos casi cotidiano en el último año.

Y sobre todas las cosas, hay que decir que la estructura del FdT mantuvo la unidad y parece estar soportando el cimbronazo de una derrota electoral no esperada.