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12/09/2021

Decime si exagero

11S: a 20 años del viejito y las flores de Sean Penn

11S: a 20 años del viejito y las flores de Sean Penn | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

Ayer se cumplieron 20 años de los atentados en EE.UU. Para poner en perspectiva el devenir de las miradas sobre aquellos episodios, proponemos un ejercicio de revisión del cortometraje más criticado del film estrenado a un año del 11S.

Fernando Barraza

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El 11 de septiembre de 2002, a un año de los atentados en EE.UU., se estrenó en todo el planeta el largometraje "110901 - September 11" una película colectiva con 11 historias de 11 minutos de 11 directores diferentes partes del mundo que trataban el tema de lo que había sucedido en EE.UU. durante el año anterior, aquello de lo que todo el mundo habló en términos definitivos como “los acontecimientos que cambiarían el mundo”. Bueno, mejor y más exacto sería decir que el film no habla exactamente “sobre lo que sucedió en EE.UU.”, sino “sobre lo que sucedió Nueva York”, ya que el atentado de Washington es una suerte de fantasma en el concierto del film. Como en la vida real, el acontecimiento del Pentágono es algo que apenas se menciona, no se desarrolla, no se muestra y no se cuenta en detalles.

La película -como producto cultural- fue un fracaso total de público: muy poca gente sintió por aquellos días la necesidad de ir a los cines a mirar de frente "eso" que había pasado hacía apenas un año. Nadie podía mirar a los ojos al abismo de sinsabor y preguntas que había dejado aquello que había pasado. Recuerdo estar en el cine, durante la semana del estreno, con cinco personas en toda la sala, espaciados, separados de a decenas de butacas unxs de lxs otrxs, como si una suerte de pandemia nos hubiera obligado a ser pocxs.

Los años fueron pasando. Ningún gobierno quiso pautarla en TV, muy pocas cadenas privadas la programaron. Aún hoy el film es desconocido por muchísima gente.

Quienes la hayan visto, tendrán sus cortos favoritos dentro del concierto de las 11 propuestas. A mí personalmente me gustaron mucho los trabajos de Ken Loach, que hace hablar a su protagonista sobre el 11S chileno, pero desde el corazón reflexivo del 11S de las torres, y el corto de Samira Makhmalbaf, que cuenta la historia de un grupo de niños en medio oriente, en una improvisada escuela de zona de guerra, tratando de entender que cornos es un rascacielos para recién después empezar a entender que había sucedido allá, en los Estados Unidos, ese lugar tan pero tan lejano de sus vidas.

Hay más cortos buenos, otros son un tanto extraños, otros fríos y calculados para no inquietar a nada ni nadie. Pero hay un corto que personalmente me conmovió, diez veces más que el resto, y -no tengo pudor en admitirlo- pocas veces fui sacudido de tal manera dentro de una sala de cine, embestido por lo que vi, preso de un ataque de llanto. Hablo de lo que hizo de mí el corto que dirigió Sean Penn, ese que cuenta la pequeña historia de un hombre anciano (Ernest Borgnine, gigantesco en el papel), recientemente viudo, prisionero de la soledad más desgarradora, recluso en su pequeño y precario departamentito de Manhattan; un hombre que añora a su compañera y que protesta todo el tiempo por la falta de luz solar en su hogar, algo que está matando las plantas de flores que hay en un gran macetón que su amada cuidaba con tan buena mano. Y a él. A él también lo está matando.

Esta historia sencilla, con un final poético y devastador, fue la más criticada por todo el mundo cuando el film se estrenó. Las críticas que le llovieron fueron más de contenido que de forma: a muy poca gente le pareció bien lo que Penn estaba contando en su corto. Por derecha se dijo que su mensaje alegórico era anti patriótico y favorable al terrorismo; por izquierda se dijo que Estados Unidos había perdido la oportunidad de llamar a alguien que "dirija bien" lo que se podía decir sobre los atentados y que Sean Penn, filmando una historia demasiado personal que “banalizaba el horror acaecido”, había desperdiciado los 11 minutos que le correspondían al país que sufrió en carne propia el atentado.

El tiempo ha pasado y un poco lejos han quedado aquellos días de estreno, poco público y críticas varias. Muchos son los aspectos que en el devenir del tiempo terminaron confirmando que la saña contra el bueno de Sean fue solo la manifestación “correctista” de un espíritu de época, un encarnecido brote bien pensante con poca lectura crítica y bastante desatino. Viéndolo todo desde la distancia favorable que dan 20 años transcurridos, ambas facciones (quienes pegaban por derecha y quienes pegaban por izquierda) han quedado desnudas frente a la evidencia de que lo que más les molestó hace dos décadas fue que Sean Penn contara una pequeña gran historia universal y que -ya por aquellos días en los que una buena parte de las personas estábamos confundidas- el director y guionista tuviera una clara lectura de los hechos acontecidos durante el 11S. No es poco, eh: la mayoría de lxs reputadxs cineastas convocados para aquel film coral no tenían esa visión ni esa claridad (ver con mucha atención, por ejemplo, los cortos de Iñarritu o de Lelouch).

Cualquiera que viera este corto por aquellos años podía salir un poco confundido y atiborrado por la carga emocional que proponía el director en días en los que aún había millones de preguntas en danza en torno a los atentados y que el polvillo de las moles cayendo, el sonido de los cuerpos contra el piso y la infernal humareda aún flotaban en el aire. Pero de ahí a desdecirlo como fue desdicho…

Pues bien, si se lo ve HOY en cualquier parte del mundo las cosas son muy diferentes. Sin ningún tipo de problema hoy se puede inferir que lo que Penn ha retratado con muñeca precisa y triste belleza es un paisaje preciso e íntimo de este planeta de soledad que hemos construido, un mundo chato (¿plano?) que hemos edificado siguiendo todos el mismo patrón moral global en todos lados durante todos estos años. Un uniforme de soledad casi huxlesiano. El micro mundo contado por el director en aquel corto que hoy podemos revisar es ESTE MUNDO, mundo grisáceo en el que cualquier drama personal es mucho más que un caso aislado: es el caso que representa a millones y millones (¡cuántas personas son este viejito del corto, cuántas por favor!). Por eso a 20 años del estreno puede verse con claridad que el “error” de Sean Penn fue apuntar directamente a un mundo en el que un atentado así, el de la soledad y el abandono de las personas, era mucho más importante para poner en foco que aquel otro, el del episodio efímero de los atentados terroristas, algo que había sucedido, sí, pero que -a pesar de su bestialidad- no era el drama permanente de millones, sino un elemento lateral, algo que le servía a Penn para mostrar otro mapa social, el que él quería mostrar: un planeta más real, el planeta de aquel viejito, que era millones de planetas en el mundo entero.

Por ese “pecado” Sean tuvo que dar muchas pero muchas explicaciones. ¿Qué hacía una persona de renombre internacional como él que no utilizaba los 11 minutos que le habían asignado para contar una historia que pusiera el foco sobre los atentados? ¿Estaba loco o era una mala persona? Nada de eso. Sin desmerecer en lo más mínimo la masacre de vidas acontecida con el derrumbe de aquellas dos moles, el bueno de Penn te mostraba en su corto -un poco en la línea antes mencionada de Makhmalbaf o Loach, pero con un grado poético superlativo, como el que más- algo que aun late, algo menos transitorio que dos aviones estrellándose en sendas torres, algo que es tristemente constitutivo de nuestra era. A un año de los atentados, y aunque todxs querían que se hablara exclusivamente de “el acontecimiento que cambió la historia del mundo”, Sean Penn optaba por contarte otra versión de la historia, una en la que latía otra cosa, más perpetua y encarnada en nuestras sociedades, menos efímera. Cosa que aun late y -nada indica que sucederá lo contrario- seguirá latiendo por décadas.

Podemos entonces suponer a la distancia, y sin ser sociólogxs ni un encaramadxs analistas, que todo eso, toda esa pequeña (pero inmensa) crudeza humana poéticamente retratada por Penn fue la que hizo que lo destrozaran críticamente hace 20 años.

Como siempre -y como ya dijimos- el andar del tiempo va acomodando los zapallos sobre la carreta y cada vez asoma más y más nítida la universalidad humana narrada por Sean por sobre la obligación moral de referirse a los atentados con “espectacularidad condenatoria”. Por sobre las críticas por derecha o las nimiedades bien pensantes por izquierda, el viejito de Penn y sus flores mustias van ganando mayor espacio de conciencia a través de la visión que propuso el director hace 20 años. Y esa visión -por suerte- está más consensuada y cada vez menos discutida o reprobada.

La película completa se consigue en sitios de descarga Torrent. Si la querés ver, ponete a descargarla. O buscá algunos sitios de vista online, donde también suele estar. Es un buen ejercicio pensar por vos mismo, a través de la visión de narradorxs visuales de peso, que es lo que pensás de todo aquello a dos décadas de acaecido.

Nosotros aquí te dejamos el corto de Penn que alguien subió subtitulado al español a la plataforma Vimeo. Verlo hoy es un excelente ejercicio para reafirmar algo que en 2011/2002 no sabíamos: este acontecimiento no cambió el mundo ¿Se modificaron pautas de seguridad en todo el planeta? Sí, claro. Pero el mundo no cambió: las principales potencias continuaron su recorrido de búsqueda de control hegemónico, la Unión Europea hizo su camino de desunión, EEUU pulseó todo lo que había que pulsear con China, Rusia se reconstituye como potencia global, las corporaciones siguieron afianzando poder económico real en todo el planeta. Etcétera, etcétera…

Por eso vamos a cerrar este artículo sin darle más vueltas al asunto: diciendo que Sean Penn tenía razón.

Un viejito se tira a la cama, casi a morir, completamente derrotado en su soledad, como cualquiera de los millones de viejitos que -en cualquiera de las ciudades del mundo- quedan librados a la suerte del final de sus días, sin compañía. Esa es una historia poderosísima para contar, y si la espejamos en el 11S, pero no perdemos de vista al viejito, no estamos cometiendo un acto de desidia. Todo lo contrario: estamos anteponiendo lo importante, lo que cotidianamente nos construye a lxs seres humanos actuales por sobre aquel esporádico y oscurísimo acontecimiento terrorista.

Sean Penn lo entendió todo perfectamente ¿o no?

Decime si exagero…

 

29/07/2016

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