Columnistas
18/08/2021

Aguafuertes del Nuevo Mundo

Cortar la retroalimentación de insustancialidades

Cortar la retroalimentación de insustancialidades | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

Aunque la pandemia puso a la salud como prioridad absoluta, en la campaña no hay debate suficiente sobre el tema. Ni tampoco propuestas razonables para acceder a una vida mejor. En cambio, hubo un sinnúmero de bocones descerebrados refiriéndose a la presunta vida licenciosa del presidente.

Ricardo Haye *

Casi desde que uno tiene memoria escucha decir lo mismo en épocas preelectorales: “solo hay disputas, chicanas, acusaciones y no aparece la auténtica discusión de proyectos”.

Si esto es así desde hace mucho tiempo, quizás no tendría que sorprendernos que ahora tampoco haya demasiados proyectos sobre la mesa de debates.

Más o menos larvadas se deslizan otras cuestiones que reemplazan las propuestas serias y que, de paso, sirven para entretener a la gilada. Pero, cuidado, porque la gilada tampoco está exenta de responsabilidades, como argumentaremos en el cierre de esta Aguafuerte.

Con mayor o menor disimulo se sugieren aspectos vergonzosos de la vida privada de las personas. Jornadas atrás el presidente reaccionó ante las acusaciones en torno a las actividades que se desenvuelven en la Quinta de Olivos.

Alberto Fernández dijo, indignado: "Yo no soy un ladrón, nunca lo he sido ni lo seré. Nunca he comulgado con esas prácticas”. El mandatario expresó que lo único que va a dejarle a su hijo es el apellido y que quiere entregárselo limpio de cualquier chanchullo.

Quizás Fernández tome nota ahora de que esas que él mismo define como difamaciones utilizan como ariete a un conglomerado de medios que se desempeñan como actores políticos.

La Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual sancionada en 2009 no tenía el propósito de interferir en la actividad de esas empresas de lucro, sino el de garantizar a la ciudadanía un acceso a fuentes noticiosas más variadas, a interpretaciones más diversificadas. La idea que inspiraba a la Ley 26522 era la de un enriquecimiento en el repertorio de voces disponibles por parte de la comunidad.

Desde antes de ganar las elecciones de 2019, Fernández dejó muy claro que la discusión para volver al espíritu de esa norma que el macrismo mutiló, estaba clausurada. Que él no participaba de esa idea de recuperar la voluntad de democratizar las comunicaciones y poner un progresivo equilibrio en el muy desigual flujo de las comunicaciones de nuestra sociedad.

Esa seguramente sería una propuesta sustanciosa para el análisis, pero no la única, desde ya.

La pandemia puso todos los reflectores sobre un aspecto de la vida que casi nunca destacan las campañas políticas: el de la salud. ¿Cuántas veces escuchamos proposiciones acerca del estado de nuestro sistema sanitario; el número, la condición y la distribución de los nosocomios y sus recursos humanos; el equipamiento profesional con el que contamos; la capacitación y actualización de médicos y para-médicos; el acceso a la salud de distintos grupos sociales y etarios; la instalación social de conciencia acerca de medicina preventiva y otra cantidad de temas al respecto?

La salud era casi una convidada de piedra en el debate político argentino, hasta que una pandemia la puso en cartelera.

Días atrás, ganó espacio en los medios el caso de una empresa automotriz que dice no conseguir empleados apenas calificados. A lo largo del último año también la pandemia le dio algún protagonismo a la educación. Incluso ocurrió que dirigentes que sistemáticamente retacearon recursos a los presupuestos en la materia, aparecían desgarrándose las vestiduras porque chicas y chicos no iban a clases. Muchos de esos políticos que parecieron descubrir un tema rentable son los mismos que no toleran la inclusión de educación sexual en las currículas escolares. O son aquellos que se niegan a aceptar evidencias científicas y pretenden descargar responsabilidades diversas en causas sobrenaturales o divinas.

No hay debate suficiente sobre salud o educación. Solo aparecen en agenda cuando esa emergencia responde al puro interés coyuntural de un sector determinado. No se escuchan propuestas razonadas que nos permitan acceder a una mejor calidad de vida a partir de estos vectores.

Pero hay un sinnúmero de bocones descerebrados refiriéndose a la presunta vida licenciosa del jefe de Estado o haciéndole imputaciones flojas de papeles a un tipo que -hasta aquí- no ha dado señal alguna de maniobras escabrosas que tal vez sí caben mejor en el talle de su antecesor inmediato.

En pocos días corrieron ríos de tinta y se malgastaron minutos vitales de comunicación mediática para alucinar con visitas espurias a residencias oficiales. Con todo derecho, cualquier argentino de bien podría reclamar que el debate discurra por otros andariveles.

Sería mucho más oportuno que los candidatos expresaran sus opiniones acerca de cómo incentivar, ajustar o modificar la matriz productiva del país; cómo hacer más eficientes los controles de nuestras rutas navegables, particularmente la hidrovía Paraguay-Paraná por la que sale una enorme cantidad de nuestra materia prima; cómo frenar el saqueo pesquero que naves internacionales realizan en nuestras aguas territoriales; cómo recuperar la voluntad de integración inteligente con países del subcontinente; cómo impulsar un mayor desarrollo de los polos científicos que nos permitieron avances en materia espacial o nuclear; cómo dar cobijo a los argentinos desheredados de la tierra y desprovistos de vivienda; cómo alentar vocaciones innovadoras y provechosas en chicas y chicos que perciben destinos nebulosos; cómo garantizamos futuro a adultos que sobreviven con ingresos magros o que carecen de empleo; cómo aseguramos porvenir a jubilados antiguos, recién llegados y próximos a arribar; cómo damos motivos de esperanza a todas las personas que llevan a flor de piel el desaliento o el desengaño.

Cualquiera de estos asuntos es más honorable de abordar que el aviso zonzo de Randazzo; las aberraciones que vomita a repetición Fernando Iglesias, las compadreadas de tufo autoritario de Berni, los delirios místicos de Carrió, la insignificancia conceptual de Macri o de Vidal, la violencia innata en cualquier declaración de Bullrich, las humoradas cada vez más grotescas de Luis Juez, las imputaciones judiciales como recurso horadante continuo, las provocaciones pro-británicas de Sarlo o de una ignota pre-candidata cambiemita de Buenos Aires, las recetas consabidas y fracasadas de los gurúes económicos del fundamentalismo liberal, los puros anuncios de nuevos emprendimientos inmobiliarios motorizados por el gobierno porteño o las proclamas secesionistas mendocinas, por citar algunas de las cuestiones insípidas o aberrantes con las que se intenta activar las campañas.

Estas imputaciones, que parecen más focalizadas en referentes de la oposición, tampoco son ajenas a las figuras del oficialismo. Es necesario movilizar el pensamiento con temas de otra envergadura y mayor calidad moral.

Y si alguien piensa que el cuestionamiento solo atañe a la dirigencia política incurre en un error o cae en la misma levedad analítica que imputa. Solo tenemos que citar un ejemplo: basta con leer los posteos que hacen los lectores de algunos periódicos para advertir la magnitud de ese proceso de retroalimentación de insustancialidades.

Casi como si replicaran el proceso del uróboro, la serpiente mítica que se come la cola y que alimenta un ciclo eterno, que no para de repetirse, algunos articulistas y sus seguidores parecen querer sostener indefinidamente un circuito que no contribuye a que cada uno sea y viva mejor.



(*) Docente e investigador del Instituto Universitario Patagónico de las Artes.
29/07/2016

Sitios Sugeridos


Va con firma
| 2016 | Todos los derechos reservados

Director: Héctor Mauriño  |  

Neuquén, Argentina |Propiedad Intelectual: En trámite

[email protected]