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17/08/2021

Peronismo más progresismo versus alianza macrista

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Tras la dictadura y derrotado en 1983, el peronismo reapareció con la Renovación en 1987. En 1989 volvió al poder por 10 años, pero en una versión fantasma. Con el kirchnerismo revivió de sus cenizas. En tanto la derecha creó al macrismo, que aún representa a las fuerzas de la reacción.

Osvaldo Pellin

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¿Qué va quedando del progresismo, compañero fiel del peronismo, en los últimos tiempos? La respuesta es que hay que buscarlo inserto en el peronismo kirchnerista. En otras palabras, el peronismo y el progresismo se han fusionado de manera espontánea y sin formalidades. Ambas fuerzas aún carecen, a pesar de todo, de un colchón de adhesiones que apenas alcanzaría para ganarle el primer puesto a la derecha.

La derecha que intenta legitimarse democráticamente en su habitual quita de derechos sociales, relativamente ha crecido y el progresismo más el peronismo buscan más voluntades que las que tienen y que configuran una mayoría ajustada para prevalecer, sin dar la impresión de empate técnico en cada elección.

La dictadura militar, que temía y combatía a mansalva al peronismo, tenía claro que a pesar de la represión, aquel hacía gala de una resiliencia que lo proyectaba como favorito permanente antes de cada elección.

Diezmados sus cuadros dirigenciales por la dictadura, derrotados en las urnas en 1983, comenzaron a reaparecer con la Renovación encabezada por Antonio Cafiero en la provincia de Buenos Aires en 1987 y terminaron por volver a la presidencia en 1989, claro que con una versión fantasma del peronismo asentada en su vertiente de derecha. Pero esa versión duró nada menos que 10 años en el poder, enajenando los recursos públicos y naturales y apartándose en política exterior de su tradición por la liberación política de los pueblos.

Después, en la Alianza, una parte del peronismo debió enmascararse con un radical conservador como De la Rúa para volver asociado al poder, junto al radicalismo, mostrando la primera manifestación de desafecto a ser el número uno de la fórmula. Aquella fue la fracción progresista del peronismo, que rápidamente vivió una frustración autodestituyente, después de la Banelco y la renuncia del entonces vicepresidente Chacho Álvarez.

Al cabo de la transición que siguió a la crisis global del 2001 llegaron los Kirchner, que hicieron revivir desde las cenizas a un peronismo puesto al día, que vivió su éxito popular y al mismo tiempo la desaprobación de muchos de sus mismos pares partidarios.

Vivíamos el verdadero peronismo, con consenso electoral, pero sus fracciones de derecha prefirieron no participar de la gloria y le quitaron brillo y adhesión a un hecho histórico indiscutible.

Mientras, el monstruo de la derecha global crecía y se apoderaba de todos los resortes del aparato electoral y de gobierno, dando lugar al macrismo, que a pesar de haber fracasado tan rotundamente en su gestión, aún representa a las fuerzas de la reacción creando la sensación de que puede amenazar con posibilidades el triunfo electoral del peronismo en el poder.

En esta instancia el vuelco cultural que se va dando en algunos sectores de la sociedad argentina, que mira a la política con el sentido común y ramplón de una derecha repudiable, podría indicar que esta última goza de una vitalidad peligrosa y que el peronismo sufre el desgaste de una herencia de saqueo y de una pandemia inacabable.

Hay una derecha que pervive, que la presencia de Macri pretende monopolizar pero termina sofocando, con lo cual no acaba de nacer. Esta debilidad puede ser aprovechada por el peronismo para rescatar porciones del poder real y emprender una vez más, la recuperación de una tradición política, con sentido nacional y amplio consenso popular.

29/07/2016

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