Columna Invitada
30/07/2021

Pandemia, neoliberalismo e individualismo

Pandemia, neoliberalismo e individualismo | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

En este artículo de Contraeditorial, el autor recorre la relación del “individuo” con sus contextos históricos. Y advierte que actualmente, lo que “en el mundo pretérito –aún capitalista– llamábamos “egoísmo” como una contra virtud, para el sujeto neoliberal es la verdadera virtud”.

Carlos Ciappina

Esto que llamamos Occidente –de límites cada vez más difusos– tiene una larga relación pendular con la idea y la práctica del individualismo en sus sociedades.

Podríamos ir hacia atrás en el tiempo y señalar el aporte a la idea del individuo que está presente en el Antiguo Testamento. En la tradición judaica las personas –hombres y mujeres– tienen un nombre y son descriptos con atributos, defectos y virtudes diferentes en cada uno/a. Son heroicos o pusilánimes. Osados o prudentes, pero claramente la historia que el Antiguo Testamento relata es la historia de individuos bien diferenciados unos de otros. Pero, debemos señalar, este individualismo inicial está limitado –y vaya cuánto– por la omnipresencia de la divinidad. Los límites están claros y están marcados por una presencia superior al mero individuo. Y es en esa pertenencia al plan de la divinidad en que el individuo se constituye en un miembro social. Forma parte de un “pueblo”. La sociedad es más que la suma de los individuos y existe como referencia permanente. Así, individuo y sociedad pendulaban en un mismo territorio.

Los griegos, aquellos fundadores de la ciudad-estado, celebraron y conformaron una nueva idea sobre el individuo: dioses, seres humanos y semidioses todos por igual eran sujetos individuales, respondían a pasiones, emociones y decisiones inspiradas por su propia voluntad. De allí que nos hayan llegado los nombres de los políticos griegos, los filósofos griegos, los artistas griegos y hasta los deportistas griegos. ¿Cuál era el límite para el individualismo griego? La Polis: la ciudad. El individuo estaba constituido por y dentro de la polis. Por fuera de la polis ese portentoso individuo no existía (y por eso el ostracismo era considerado peor que la muerte). Individuo y polis se configuraban mutuamente: individuo en sociedad.

En la Roma antigua la individualidad tendrá rasgos similares a la perspectiva griega, pero en vez de la polis, el marco de referencia y pertenencia será el Imperio Romano personificado en el término “Roma”. Tribunos, senadores, generales, artistas, filósofos, historiadores, todos ellos/as con nombre y apellido. Un individualismo construido sin embargo dentro de la lógica de Roma. Se era a la vez individuo y sociedad “dentro” de Roma. Por fuera, la barbarie.

El cristianismo fue –qué duda cabe– la cosmovisión que dominó a Europa durante más de mil años: en todas sus versiones. El cristianismo medieval se centró sobre la idea de una “comunidad”, un orden de tres colectivos sociales –labradores-guerreros y oradores–. Durante este largo período el péndulo giró hacia formas de entender a las personas dentro de “un plan divino”. El individuo casi se pierde, la afirmación personal sólo tenía sentido “si servía al plan de la divinidad”. Las obras de arte y las copias de libros sagrados por ejemplo, no tenían “autor”, eran obra de la divinidad. Aún los señores nobles, sacerdotes, reyes y guerreros expresaban un individualismo que se enmarcaba – en última instancia– en una comunidad (un colectivo social) religioso.

El renacimiento mueve el péndulo nuevamente hacia la individualidad: los artistas, los condottieri, las jerarquías eclesiásticas comienzan a nombrarse en individual. Pero será sobre todo en el capitalismo comercial y sus orígenes –los burgueses comerciantes y viajeros– en que esta individualidad alcanzará su mayor expresión: Cristóbal Colón, los Magallanes, Pizarro, Cortés, son voluntades individuales que llevan adelante un proyecto personal: el enriquecimiento, la fortuna, el poder. Pero, aun así, detrás de ellos todavía hay una pertenencia a la comunidad, a un colectivo: la ciudad-estado en Italia o las monarquías absolutas en España, Francia e Inglaterra. La cristiandad como generalidad.

El capitalismo en expansión –junto a su correlato político, la democracia contractualista– inaugurará el reino del individuo. La idea y la práctica de un sujeto orientado por su deseo de enriquecimiento. Sin embargo este burgués de los siglos XVIII y XIX –cuya individualidad está absolutamente enfatizada en la economía, las artes, la cultura en general– no está aislado de la sociedad que habita: aun siendo la propiedad privada un derecho inalienable y la búsqueda de la felicidad (a través de la renta económica) otro derecho individual, para Adam Smith es el Estado el encargado de garantizar esos derechos inalienables y, además, de llevar a cabo actividades –justicia, represión legal y educación– que por su “naturaleza” no admiten la búsqueda de renta individual sino que son de carácter social. Como podemos apreciar, el individuo liberal del siglo XIX tampoco es un ser aislado de la sociedad que habita y “necesita” para garantizar sus derechos individuales de una instancia ordenadora y protectora superior: el Estado.

¿Qué nos propone hoy el modelo civilizatorio neoliberal? El individualismo absoluto. El neoliberalismo desplegado desde la década de los años ‘80 del siglo pasado nos propone terminar con esa relación “pendular” entre individuo y sociedad. Para la perspectiva neoliberal, “la sociedad” como categoría de análisis o como ámbito de realización humana no tiene existencia real.

La primacía de la individualidad es, aquí, absoluta. No hay ninguna instancia por sobre el individuo. Como consecuencia de ello, el Estado –en cualquiera de sus niveles– no significa garantía de ninguna especie y ni siquiera debiera tener un rol en la administración de justicia y de la represión legal (que podrá privatizarse), la educación o la salud (que deberán ser privatizadas también).

En esta perspectiva –quizás por primera vez en toda nuestra historia– las personas son pensadas como sujetos desconectados en tanto miembros de la sociedad. Ideas y valores como colectividad, comunidad, solidaridad, equidad, justicia social, etc. y sus correlatos de acción política y estatal lucha contra la desigualdad, la inequidad o la vulnerabilidad social– carecen, para la lógica neoliberal, de significado alguno.

La individualidad neoliberal va mucho más allá del liberalismo tradicional: aquí, el/la individuo/a está despegada de toda relación, vínculo o lazo con los/as otros/as. Así, la idea de responsabilidad para con los/as otras/os deja de tener significado.

Hemos presenciado una versión radicalizada de esta concepción durante la pandemia: la lógica del cuidado social, de la atención de los/as demás y de la responsabilidad hacia los/as otros/as ha sido desechada y confrontada por la idea –y la práctica– de un “yo” individual que busca sólo alcanzar su deseo y sus objetivos aún si eso significa descuidar a todos/as los/as demás.

Eso que en el mundo pretérito –aún capitalista– llamábamos “egoísmo”, como una contra virtud, es hoy para el sujeto neoliberal la verdadera virtud.

Esta sobredimensión del individuo/a tiene, por supuesto, un correlato social: la idea de un sujeto libre completamente de todo lazo, libre que para buscar “la felicidad” se despega de toda otra consideración es absolutamente funcional a un mundo donde la brecha entre los híper-ricos y los miles de millones de pobres es cada vez mayor.

Pero –y aquí radica el éxito de esta individualidad desenfrenada– el entramado mediático-comunicacional ha logrado transmitir a la totalidad de la sociedad que ese orden individualista es un orden justo.

Para este nuevo individuo, la solidaridad, el cuidado de los otros/as y la empatía son frases sin sentido. Su libertad individual se desentiende de todo anclaje colectivo.

¿Se ha roto definitivamente el péndulo entre individuo/sociedad? ¿Se ha constituido una nueva libertad individual que en vez de emancipar esclaviza de un modo tan perfecto, que el sujeto ni siquiera entiende la dimensión de su cautiverio? Ojalá estemos total y completamente equivocados.

29/07/2016

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