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18/07/2021

Mercosur – su finalidad y el estado actual

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Uruguay, con una economía dedicada mayoritariamente a la producción primaria, servicios financieros y turismo, podría apostar –como lo hizo Chile a partir de Pinochet- a un libre comercio mundial. Pero no Argentina ni Brasil, que llevan varias décadas de experiencia industrial.

Humberto Zambon

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La idea inicial corresponde a los presidentes Alfonsín y José Sarney de Brasil, hecha pública en la Declaración de Foz de Iguazú del 30 de noviembre de 1985. Luego de largas negociaciones, se puso en marcha el 17-12-1994 integrado por Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay. En el 2012 se incorporó Venezuela (que fue suspendida en el año 2017 a instancias de los presidentes neoliberales Macri y Bolsonaro).

El objetivo declarado es la creación de un espacio común, con libre circulación de personas y bienes y con un arancel externo común que proteja a la producción interna de sus integrantes de la competencia externa. En el artículo 1° del Tratado de Asunción, que lo pone en funcionamiento, se establece como finalidad “la adopción de una política comercial común con relación a terceros Estados o agrupaciones de Estados y la coordinación de posiciones en foros económico-comerciales regionales e internacionales”.

¿Por qué un Mercado común?

La experiencia más conocida y más exitosa de mercado común es la Unión Europea, en funcionamiento desde 1957 (entonces como “Comunidad Económica Europea”).

Hasta ese momento la teoría del comercio exterior dominante era la creada por David Ricardo a principios del siglo XIX, conocida como la división internacional del trabajo y que fundamenta a la política comercial liberal; su conclusión es que si cada país se especializa en la producción de aquellos bienes en los que tiene ventajas comparativas, mediante el intercambio todos los países ganan (es lo que se denomina comercio interindustrial). En los hechos significa que los países industriales se especializarán en industria y los otros en la producción de aquellos bienes primarios en que, por razones climáticas o históricas, su producción es más barata. Los países de industrialización tardía, como los de América Latina, estarían condenados a mantener una economía primarizada.

La Unión Europea mostró que el intercambio de productos de la misma actividad (“intraindustrial” en lugar de “interindustrial”) permite aprovechar las economías de escala y lograr productos finales que pueden competir en el mercado internacional. Es lo que ocurre con la industria automotriz, donde la producción de cada parte se concentra en distintos países, aprovechando las economías de escala y el comercio se realiza entre autopartes que son utilizados en la producción de automóviles de los distintos países, con la marca nacional; de esta forma los automotores son mucho más baratos que si cada fábrica produjera todos sus componentes.

En los países de industrialización tardía, mediante la integración en mercados comunes con otros que presenten un desarrollo similar, pueden profundizar la industrialización de todos los integrantes.

¿Por qué la industrialización?

En 1949, recién finalizada la segunda guerra, un economista holandés –Verdoorn- se dedicó a estudiar la reconstrucción industrial de su país y verificó que la tasa de crecimiento de la ocupación industrial era aproximadamente la mitad que la tasa de incremento de la producción industrial. Por ejemplo, si la ocupación manufacturera venía creciendo al 4% anual, la producción lo hacía al 8%. El cociente entre ambos porcentajes (que en nuestro ejemplo da 0,5) técnicamente se lo denomina elasticidad empleo-producción. Luego este economista pasó a estudiar otros casos en diversos países y encontró la repetición del mismo fenómeno, con resultados que variaban entre 0,41 y 0,57, con un valor medio aproximado a 0,45. Estas cifras indican que el crecimiento industrial estaba acompañado por un importante aumento de la productividad o, desde otro punto de vista, significa que la industria presentaba rendimientos crecientes a escala: al aumentar la ocupación industrial el aumento de la producción es más que proporcional.

En 1966 Nicholas Kaldor, un importante economista británico (aunque nacido en Budapest pero nacionalizado y educado en Inglaterra), rescató el trabajo de Verdoorn y lo formalizó en lo que se conoce como leyes de Kaldor:

1ª Ley: Cuanto más rápido crece la industria, más rápido crece la economía en general.

2ª Ley (que llamó de Verdoorn): A mayor crecimiento industrial, mayor crecimiento de la productividad del trabajo (aprovechamiento de las economías internas y externas y del progreso técnico).

3ª Ley: Cuanto más rápido sea la expansión del sector manufacturero, más rápido será la transferencia de trabajo desde otros sectores (como la agricultura) y mayor será la productividad general de toda la economía.

Es decir, el progreso técnico y el desarrollo económico son un proceso circular y acumulativo. Los países desarrollados alcanzaron ese estatus mediante la industrialización, mientras crecía la brecha entre esos países y los de la periferia: sin industrias manufactureras en expansión no hay desarrollo. Aproximadamente el 80% del comercio mundial de manufacturas se origina en los países desarrollados y China y en un 70% tiene como destino esos mismos países; en gran parte es comercio intraindustial. Sería imposible un proceso de modernización y desarrollo basado exclusivamente en las actividades primarias, como pretendía el gobierno neoliberal de Macri.

Neoliberalismo y Mercosur

La liberación total del comercio y del movimiento de capitales que sostiene el neoliberalismo es incompatible con la pertenencia a un mercado común. Por eso Macri veía al Mercosur sólo como “una especie de plataforma de lanzamiento para tratados de libre comercio con la Unión Europea (UE), con la Alianza del Pacífico y en la relación con México” (Brasilia, 7-2-17).

Precisamente, impulsado por los gobiernos neoliberales de Brasil y Argentina, se procuró el acercamiento comercial con Estados Unidos y, especialmente, se buscó un acuerdo de libre comercio con la Unión Europea que, si hubiera prosperado, implicaba profundizar el modelo de primarización de nuestras economías. Según el “Financial Times”, si se hubiera firmado ese acuerdo, el beneficio para el sector industrial europeo habría alcanzado a los 7.200 millones de euros, mientras que en América se habría puesto en riesgo unos 186.000 puestos de trabajo industrial. Felizmente el acuerdo no prosperó por resistencias de los sectores agropecuarios europeos afectados y por el cambio de gobierno en Argentina.

Crisis y futuro del Mercosur

Este mes el presidente de Uruguay, Lacalle Pou, con el apoyo tácito del presidente Bolsonaro, comunicó la decisión unilateral de iniciar conversaciones para lograr tratados de libre comercio con países ajenos al Mercosur (por ejemplo China), violando así el Art. 1 del acta constitutiva del Mercosur. Sería un serio golpe a las industrias de la región, que se verían imposibilitadas de competir, y también sería (dada la posición de Brasil) el comienzo del fin de esta experiencia de integración regional.

Uruguay, con tres millones y medio de habitantes, muy poca industria y con una economía dedicada mayoritariamente a la producción primaria, servicios financieros y turismo, podría apostar –como lo hizo Chile a partir de Pinochet- a un libre comercio mundial. Pero no Argentina ni Brasil, que llevan varias décadas de experiencia industrial, con un amplio sector de la población dedicado a esta actividad.

Así lo entendió la poderosa Confederación Nacional de la Industria (CNI) de Brasil, que manifestó su rechazo a la posición del presidente uruguayo y asumió la defensa del Mercosur, contando con el apoyo de los industriales de los otros tres países, cuyos dirigentes (como los de la UIA argentina) pueden ser neoliberales pero saben muy bien cuáles son sus intereses. Y tampoco Lacalle Pou la tendrá fácil en su país.

De todas formas, podemos ser optimistas con el futuro del Mercosur: la ola neoliberal que afectó la región está finalizando, como lo muestran los resultados electorales de Argentina, Bolivia y Perú, así como situación social y política de Chile y Colombia; finalmente, en Brasil es muy probable el próximo triunfo de Lula y el P.T., totalmente comprometidos con la integración regional.

29/07/2016

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