En pocos días vencerá el plazo para presentar las listas de candidatos a diputados nacionales y en lo que al MPN se refiere todo indica que se impondrá una vez más la lógica de Sapag.

No hace mucho el líder del MPN confió en privado que en estas elecciones habrá cierto malhumor social por la crisis, la pandemia, el encierro, y en ese contexto no será posible salir a buscar votos afuera y habrá que contentarse con conservar los propios. Y esbozó el pronóstico de que en ese tren de cosas lo más probable es que las tres fuerzas mayoritarias -Frente de Todos, MPN, Juntos por el Cambio- se queden con una banca cada una.

En una entrevista con , el ex gobernador advirtió públicamente que en su partido todos podían ser candidatos, pero el postulante en cuestión tenía que “garantizar la unidad”. Más privadamente se supo que algunos de esos “todos” no eran vistos como prenda de unidad sino como hipótesis de ruptura.

En realidad, el primero que bajó a su candidato fue Sapag. El ex gobernador había dejado andar a su incondicional Claudio Domínguez, pero éste abandonó la carrera para convertirse en aspirante a concejal, no sin antes advertir que en cada lugar de la provincia donde fue encontró una barrera infranqueable impuesta por el gobernador Gutiérrez.

Paralelamente el mandatario provincial, quien venía si no auspiciando al menos consintiendo la candidatura de dos de sus hermanos, uno para diputado y el otro para concejal de la capital, parece también haberse allanado a la premisa del candidato de “unidad” como expediente para evitar una ruptura.

Hoy en día al MPN le quedan pocos bronces, o al menos pocas de esas barajas fuertes, indiscutibles para todos. Salvatori ya no está -ni hablar de don Elías o don Felipe-, Sobisch además de discutible adoptó nuevo ropaje y hace daño desde afuera y Sapag, ya se sabe, produjo el relevo generacional, o al menos eso dijo, y se fue a descansar a San Martín de los Andes.

Ana Pechen, que por capacidad e historia podría resultar elegible, no concita con todo una confianza total por parte de los interesados, tal vez porque es mujer y como ella misma dijo en su momento el MPN “mantiene una conducción muy desde el aspecto tradicional masculino”, o acaso precisamente porque siendo leal -que lo ha sido- la ex vice tiene pensamiento propio.

Así las cosas, se habla insistentemente de Jorge Lara, que es capaz y ha sido leal -no a uno sino a los sucesivos gobernadores de su partido- pero que no siendo indiscutible tampoco es muy discutible. Y tal y como están las cosas, ya que nadie se puede dar el gusto del todo quizá Lara, si realmente es Lara el candidato, sirva al menos para pacificar los espíritus y santo remedio.

Después de todo, lo que acá está en juego es una simple diputación nacional y no la final de un campeonato. Alcanza con lo posible aunque algunos se queden con las ganas. Pero atención: lo que hoy se advierte en el oficialismo neuquino es cierto conformismo, un equilibrio que no es ni chicha ni limonada. Un sector que en materia política es un poco amateur, que como diría Perón no tiene (todavía) “uña de guitarrero”. Y otro al que ya le queda poco por mostrar.

Uno que, por ejemplo, ensalza la ampliación de derechos, las minorías, el género, pero carece de barro en la suela y olor a multitud.

Y otro que ve tales alardes como expresiones ajenas al partido, con un perfume que no siente propio sino más bien de “izquierda” o “kirchnerista”, es un sector que en cierta forma ya no está del todo parado en el presente.

Por fuera del MPN pero como fenómeno accesorio hay otro sector, travestido en demócrata cristiano, que busca afanosamente reencontrarse con su destino de derecha. Un sector que también atrasa, que puede medir mientras no haya candidato del MPN pero que cuando se esfuma el espejismo cae a la mitad.

Esta propuesta es un salto al pasado y no parece tener lo necesario para llenar el vacío dejado entre los sectores de centro derecha clasemedieros por la figura irremplazable de Horacio Quiroga.

No todo será tan sencillo en 2023 para el partido que gobierna desde siempre.