Se ha dicho que el tacto es el primer sentido que activamos y el contacto físico es nuestra forma más primitiva de consuelo. Que el intercambio sensorial es capaz de robustecer nuestro sistema inmunológico y generar defensas en el organismo

La pandemia nos impuso meses, año, de distanciamiento social prolongado y al tiempo que nos trajo nuevos miedos nos quitó, quizás, las formas más naturales de disiparlos.

El abrazo físico se suplantó por la videollamada, el zoom, emojis, corazoncitos, memes y un sinfín de recursos simbólicos compartidos capaces de hacernos sentir menos aislados. Aun así, la percepción de una amenaza latente no despareció. Para hacernos sentir parte de una protección mayor que la de nuestra burbuja, hizo falta más.

Cuando la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró el brote del nuevo Coronavirus, distintos organismos internacionales se pronunciaron advirtiendo sobre las problemáticas a las que los Estados deberían prestar especial atención para promover los cuidados necesarios a sus respectivas comunidades políticas.

En el caso de la Argentina, el Estado volvió a posicionarse como garante de los derechos sociales y mostró capacidad de reacción para enfrentar los problemas derivados de la emergencia social.

Integró tres conceptos claves en su gestión: la ética del cuidado; la sustentabilidad de la deuda y el aumento de capacidades en la gestión pública, escribió García Delgado. Se hizo presente la ‘dimensión material’ del Estado a través de un conjunto de políticas específicas para enfrentar la crisis.

La primera definición fue reconocer que -frente a la pandemia- los más desprotegidos necesitaban de mayor protección. Y entonces el abrazo estatal buscó preservar la salud, proteger los derechos prioritarios; cuidar los ingresos y la actividad económica.

El lema de la ‘salud nos une’ buscó sortear la fractura social, pero esto no se logró. Sin embargo y a pesar de una oposición político mediática descarnada hacia el plan de vacunación y de cuidados, se llegó a más de 21 millones 310 mil vacunas aplicadas.

Actualmente en la Argentina 17 millones de personas tienen al menos una dosis dada.

En una ‘dimensión ideal’ el Estado se expresa a través de concepciones, expectativas, conocimientos, saberes. Por eso reafirmar que ‘los derechos universales sirven y cuanto más son, más se desarrolla una sociedad’ -como expresara la vicepresidenta- resulta toda una definición que orienta las políticas públicas.

Solidaridad y equidad, por ejemplo, fueron valores postulados como fundamento de leyes de reciente promulgación, por caso el aporte de las grandes fortunas o la modificación del régimen de monotributo. Una forma de acompañar y atenuar las consecuencias críticas de la pandemia

En esta dimensión ideal, la controversia parece haber reeditado aquella vieja disputa republicana entre quienes postulan la existencia de un bien general que va más allá de los intereses de los particulares, y quienes sostienen que los individuos preexisten a cualquier organización social y como tal merecen ser protegidos contra cualquier intento o ‘razón de Estado’.

En marzo del 2020 el presidente Alberto Fernández definió que era imprescindible el rol del Estado para prevenir y brindar protección. Con esto hizo efectivo un abrazo que no pudo evitar dolorosas pérdidas a causa de la enfermedad, pero sí mitigar su número y sus efectos devastadores.

‘No estés solo/a en esta lluvia, no te entregues por favor’sonó en el CCK, el pasado 27 de junio. Un homenaje a las víctimas del Covid, un reconocimiento a los trabajadores esenciales, un mandato a los gobernantes, una vela para la memoria, una flor para los familiares, un recordatorio y un abrazo para todas y todos nosotros.