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08/06/2021

Vivimos la moral de los transgresores

Vivimos la moral de los transgresores | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

La exclusión de Ginés González García como ministro y del periodista Tomás Méndez de una empresa de comunicación -sin pretender igualarlos pero mencionados juntos para poner en evidencia la metodología utilizada-, deviene de lo que la oposición política y sus medios adictos le exigen al gobierno.

Osvaldo Pellin

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 El macrismo ha conseguido que vivamos sin justicia y que esa aberración nos la apliquemos a nosotros mismos.

Directa o indirectamente el gobierno de Alberto Fernández, en poco tiempo, fue víctima de la exclusión de dos hombres públicos, afines a su pensamiento: Ginés González García y Tomás Méndez. No es que esté haciendo ponderación igualándolos a ambos, solo los menciono para poner en evidencia la metodología utilizada para separarlos de sus respectivos cargos.

Cometieron un error y tal como se supo de su responsabilidad, se excluyó a uno de un ministerio y al otro de una empresa de comunicación que está en conflicto con lo que fue la administración Macri, pues sus dueños fueron víctimas de persecución política en base a armados judiciales y donde está implicado el conocido amigo de Macri, “Pepín” Rodríguez Simón.

Se procedió para el caso de Méndez y Ginés con una expeditividad que les quitó el derecho a ejercer su defensa y de excusarse. Me apresuro a decir que fueron expulsiones de otro contexto y por motivaciones cuya valoración corresponde más a lo que piensa el macrismo de la coalición que gobierna que lo que puede pensar un observador imparcial.

Fueron dos protagonistas de excepción. Ginés, un ministro altamente calificado. Méndez, un periodista audaz luchador por la causa de una información sin mentiras. Es decir dos personas que mientras trabajaron lo hicieron honorablemente y por eso mismo merecían ser escuchados y, si cabía, concederles otra oportunidad.

El apresuramiento en juzgarlos y sancionarlos, sin escuchar sus descargos, deviene de lo que implícitamente le exigen al gobierno la oposición política y sus medios adictos.

Ellos marcan, conjuntamente, el equipo de la valoración de la conducta moral pública del gobierno a los que este se somete. Hay un empeño muy fuerte en bloquear la crítica de esos sectores, infructuosamente, porque los archivos y su difusión lo agendan la oposición y sus medios de prensa, cuya hegemonía e impacto en la opinión pública es indudable. Quiero decir que el gesto político de la exclusión de esas dos personas fue inútil pues no será reconocido, y se seguirá hablando del error y no de su temprano reconocimiento y eventual corrección.

Justamente, la oposición que nunca esbozó una crítica a ninguno de sus cómplices, a ninguno de sus integrantes sorprendidos en maniobras cuasi delictivas.

Hasta Rodríguez Simón, cuyo protagonismo en la mesa judicial fue más que evidente, mereció de Macri y sus adláteres algún cuestionamiento. Ni crítica ni autocrítica. Así todos los chanchullos que los involucran en su autoría, se apresuraron a bautizarlos como persecuciones políticas, acusando, sin ambages, de ellas al gobierno.

En síntesis, creo que estamos juzgando con la mirada mentirosa que ellos tienen sobre el buen proceder, cuando son ellos mismos auténticos transgresores, que nunca han reconocido una sola de sus faltas, que terminaron por hundir al país. No tienen la autoridad moral que, paradójicamente, sólo el gobierno parece reconocerle.

No se me escapa que en un caso la responsabilidad fue del gobierno y en otro del ejecutivo de una empresa, pero creo firmemente que los valores en juego fueron los mismos: sacrificar al “hombre” por una falta ética, para salvar, según la mirada de la oposición macrista y sus medios amigos, una reputación propia.

29/07/2016

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