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06/06/2021

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El Limay en poemas

El Limay en poemas | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

La zapalina Silvia Mellado obtuvo el primer premio nacional de poesía Alfonsina Storni, organizado por el ministerio de Cultura de la Nación y el Centro Cultural Kirchner. El jurado, integrado por los poetas Graciela Cros, Estela Figueroa y Osvaldo Bossi, analizó más de dos mil trabajos de todo el país.

Gerardo Burton

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La costa se ensancha y reverdece, dice el primer verso de este libro de poemas compuesto al lado del río Limay y con el cual su autora, la zapalina Silvia Mellado, obtuvo hace apenas dos semanas el primer premio nacional de poesía Alfonsina Storni, organizado por el Ministerio de Cultura de la Nación y el Centro Cultural Kirchner. Cantos limayosllegó a la última ronda tras una selección realizada por los jurados –Graciela Cros de San Carlos de Bariloche; Estela Figueroa, de Santa Fe, y Osvaldo Bossi, de Buenos Aires- sobre más de dos mil trabajos recibidos de todo el país.

Ese primer verso tiende un involuntario puente en el espacio y en el tiempo. Desde la Patagonia están el Limay y Silvia Mellado, en estos días de pandemia. En el otro extremo, Juan L. Ortiz y el Paraná y el Gualeguay hace más de medio siglo.

En efecto, el último libro de la voluminosa obra completa del entrerriano se titula La orilla que se abisma, y remite a la Mesopotamia argentina en una parábola que logra hacer un espejo con el valle patagónico. De un lado, sauces, jacarandás, tipas; del otro, sauces, álamos, catalpas. Y en los dos, el río, allá caudaloso, ancho como si la otra orilla fuera un horizonte, con aguas marrones, acamalotadas y de moroso fluir; aquí piedras en el lecho, agua fría y transparente y veloz caudal en busca del mismo océano.

El sauce en Juanele está también aquí y se extiende en álamos. Pero si bien el sauce es el personaje central en Ortiz, en el poemario de Mellado la catalpa asume ese rol. Ambos poetas coinciden en interrogar, en dialogar con sus árboles: Ortiz con el jacarandá, con las tipas; Mellado, en cambio, intenta hallar respuestas en álamos, sauces y sobre todo en la catalpa. Ha descubierto en un diccionario de símbolos, relata, en pleno duelo por la muerte de su padre, que la catalpa puede ser la casa paterna. Sucede entonces algo epifánico: en medio de esa pesadumbre, encuentra en el árbol su sostén, su “casa de la infancia”. A lo largo de esta semana, la poeta va a explicar que el título tiene un juego de palabras que encierra ese duelo: limayos por el río, por supuesto, y también por Pelayo, segundo nombre de su padre y por el cual le gustaba que lo llamaran: era Juan Pelayo Mellado, ese hombre que permanece detrás de los diálogos de su hija con la catalpa (ver enlace).

Y hay algo más. Las interlocuciones con el árbol son en castellano, cierto, pero también en mapuzugun. Otro dato en este poemario: en algunos textos utiliza una lengua ágrafa que le permite saltar el cerco de la palabra escrita y volver a la vieja y querida oralidad. Es la oraliteratura que la desvela desde hace unos años. En resumen: inmovilidad contemplativa, como en el poeta entrerriano; eterno presente de río, pájaros, árboles, luz. Durante esa contemplación, la poeta interroga, dialoga con árboles, aves y río. Habla, más que escribe. Una conclusión anticipada que parece coincidir con Juanele, “me has sorprendido diciéndome, amigo, / que “mi poesía”/debe de parecerse al río que no terminaré nunca, nunca, de decir…”

Es una poesía que viene componiéndose hace décadas. En el comienzo está la ciudad de la infancia, cuando la poeta acompañaba a su madre en las visitas a familias en las barriadas:

 

De chica era una guacha,

machona, según las viejas.

Con su cara negra, regordeta y con pecas

era la que más rápido corría,

a la que no le importaba

que se le movieran los pechos

y nunca le daba vergüenza vociferarles

los cuernos de vuestros padres

a ninguno en la cara.

Su boca era la cloaca más temida del barrio

porque era un loudspeaker

de los chismes y calumnias.

 

El tiempo pasó por ella

como una máquina

de aplanar tierra.

La vi mucho tiempo después

flaca y con los ojos sin chiste

cargando un bebé desnutrido

al que le ponía los soquetes tan chiquitos

que le estrangulaba las piernas. (“Piba de Zapala”, en Acetato, 2009;)

 

El tiempo acompaña la construcción de una obra y la afirmación de una voz que, en un verbo que le gusta usar, “ancla” en la Patagonia, lugar desde donde expande su poesía. En una entrevista, Mellado habló en primer lugar del premio obtenido, pero se extendió en la complejidad de una obra que se desarrolla en conjunto con una actividad de investigadora y docente y en su participación en espectáculos artísticos performativos de revulsiva propuesta (ver enlace).

Habló primero del premio obtenido. Dijo que “en materia de reconocimientos y concursos es cierto que las obras premiadas posibilitan que se nombre, se ‘vea’ (en el sentido tal vez que hay lectores que se acercan a obras que circulan en los canales más visibles”, o sea las redes sociales, que funcionan como una vidriera que eluden cualquier posibilidad de excusa para criticar la inaccesibilidad a una determinada obra. Además, dijo, “es imposible que una obra surja aislada, sola, porque sí. Me gusta pensar que el libro premiado, Cantos limayos, constata eso”.

Cuenta que en estos días volvió a escuchar una exposición de Macky Corbalán en 2012 en la que hablaba, entre otras cosas, “sobre la imposible dupla poesía-canon. Allí, ella decía que, en Patagonia, muchxs elegimos la capilaridad poética, las circulaciones mínimas, los viajes entre localidades para llegar a un encuentro, para escucharnos, para compartir lo que escribimos y leemos. Así es como se van construyendo puentes entre generaciones, así es como vamos construyendo crítica y memoria. Me gusta pensar y repetirme con ella “comunidad poética antes que tradición poética” (https://www.youtube.com/watch?v=lvCVUsXkCNk), compartir antes que fundar, estar ‘al lado de’, más que sobresalir”. Y quizás esta situación tenga un ejemplo en lo ocurrido desde conocido el fallo del jurado –el viernes 28 de mayo-: recibió “una cantidad innumerable de mensajes, de saludos, muchos –la gran mayoría- de poetas de Patagonia y el sur chileno. Me pone muy contenta, y es un doble premio, además, que se celebre esta distinción en estos términos, colectivos, de conjunto. Así lo vivimos en mis círculos más íntimos, en los afectos diarios”.

Ya que hablamos de la región: ¿podríamos conversar sobre la revalorización de lo oral en la poesía? ¿Marcha en paralelo con la incorporación del mapuzugun en la poesía y que, acaso, sería un reconocimiento adicional del jurado? ¿Cómo es tu experiencia con el trabajo con las dos lenguas?

-Desde 2011, comencé a concurrir a talleres de lengua y cultura mapuche: a la cátedra de cátedra "Idioma y Cultura Mapu che", FADEL–UNCO; a los talleres de mapuzugun del Centro de Educación Mapuce "Norgvbamtuleayiñ", en la Ruca Newen Mapu. Esto surge a partir de la poesía de Liliana Ancalao, porque sus poemas fueron parte de una tesis de doctorado sobre poesía y narrativa breve escrita en Patagonia, un estudio que impulsó, dirigió y acompañó Laura Pollastri, directora del Centro de Estudios Patagónicos Latinoamericanos (CEPEL) de la Universidad Nacional del Comahue, y que realicé entre 2009 y 2013. En 2014, en Pantano seco-libro publicado por Ediciones con Doble Zeta en Neuquén-, me animé a cerrar el libro con tres palabras en mapuzugun. Una frase que alcancé escribir en uno de los talleres. En Cantos limayos, ensayé intercalar las preguntas básicas que aprendemos en los talleres (cómo te llamás, cuántos años tenés) en una serie de versos que, podríamos decir, suponen el diálogo con un árbol. Lo hago con un profundo respeto, no soy hablante de la lengua, aprendo muy despacio, puedo aprender sólo algunas cosas. Sí tengo la convicción y el deseo de decir que esta lengua está viva, muchas personas la hablan, la re-aprenden, la comparten. Nuestro lugar, sus nombres, la toponimia, están atravesados por el mapuzugun, surge de allí. Sería importantísimo que su enseñanza, por parte de hablantes de la lengua, ingrese en nuestro plan de estudios de Letras y en los de las otras carreras de Humanidades.

 

¿Iney pigeymi am?

¿Quiénes dicen que sos Catalpa?

y ¿cómo se llama eso que suena dentro de tu tronco cuando dicen que hay silencio?

 

¿Iney pigey tami caw?

¿O has nacido sola acaso y no tienes más madre que la tierra?

 

¿Cumten xipantv nyeymy?

¿Cuántos soles, lunas y catástrofes han ensanchado el tronco

de tu lengua,

tus cuatro raíces desperdigadas por el territorio,

multiplicadas por miles,

cauces incontenibles cuando las aguas bajan? (de Cantos limayos, sección IV)

 

Has participado de espectáculos multidisciplinarios que se realizaron por única vez y convocaron a gente de varias artes y a un público amplio. ¿Podrías contar algo de esa experiencia?

 

-Esa experiencia fue hermosa y trascendental para mi escritura, mi oralidad, para la manera de pensar y hacer poesía. Esos espectáculos surgen a partir de la idea de macky.

En 2008, recuerdo, mi hermana Marina me propuso colgar poemas y fotografías en el Monumento a la Madre, Neuquén, para el 25 de noviembre, el día de la no violencia contra la mujer, una actividad convocada por algunas organizaciones, colectivas de artistas, entre otros. En el medio de la actividad, veo a macky y a Val Flores. En un momento, macky se acerca al monumento y lee los textos y pregunta algo. Un segundo después se acerca al cordón en el que yo estaba sentada, y comenzamos a hablar. No me la imaginaba tan poco “aurática”. Se ve que yo había entendido bien poco su poesía. Le dije, por supuesto, que había leído sus poemas y desde ese momento, que atesoro infinitamente, nació una amistad, intercambios de libros, en principio, charlas, encuentros. En 2010, convocó a poetas y otros artistas para pensar espectáculos de poesía. La idea era explorar no momentos de lectura típicos con mesa y velador, sino propuestas en las que estuviera involucrado más el cuerpo y diversas artes. Entonces comenzamos a juntarnos quienes ella había invitado: Raúl Mansilla, Ángela Jerez, Verónica Padín, Oscar Cares, Gerardo Burton, Pablo Iglesias, Pastelitos Punk. Y, según el espectáculo, se sumaba más gente también. En esos encuentros charlamos mucho, intercambiamos lecturas, ideamos los tres encuentros (Poetas en la Cucha, Curia Poetas y Mostro Verso). Nos reuníamos en un espacio de la mutual Muten, un lugar gestionado por Mansilla, y también a partir de él llevamos una parte de uno de los espectáculos a Aluminé. Fueron muy importantes esas experiencias porque me dieron la oportunidad de pensar y explorar la poesía puesta en voz. La posibilidad de pergeñar en conjunto esos espectáculos que partían no del verso de tal cual o poeta, sino desde otros lugares como la performance, la fotografía, la pintura, los videopoemas de Raúl y Verónica, la música. No lo postulábamos como ‘lo novedoso’, regía la necesidad de arrimarnos, juntarnos, compartir. Sigo sosteniendo que ‘lo hicimos sin apuntar a un colectivo de artistas estable ni a nombres sobresalientes, los de poco camino recorrido nos mezclábamos con quienes desde tiempo atrás escribían y pensaban la poesía. Ángela Jerez, Raúl Mansilla, Gerardo Burton, Oscar Cares y macky habían participado en grupos, talleres, intervenciones poéticas, montado editoriales independientes y revistas culturales, habían tendido lazos con encuentros poéticos –la mayoría de las veces totalmente autogestionados– hacia el sur chileno (ver Confines número 58, Hechuras).

¿Cómo se relacionan tu trabajo de investigación y docente con la actividad poética? ¿Se relacionan o no ocurre tal cosa?

-Una plena interrelación. Todo sale por la misma boca, no creo en el divorcio entre lo académico y lo poético, o entre la imagen de profesor y poeta. Mis versos son una manera de masticar lo que venimos pensando en mi querido Centro Patagónico de Estudios Latinoamericanos. No puedo dividirme ni ser dos personas al mismo tiempo. Tampoco lo quiero (ver enlace).

Algunos datos

Silvia Mellado nació en Zapala, en 1977, hizo su carrera de letras en la Universidad Nacional de La Plata, se doctoró en la de Córdoba y trabaja como docente e investigadora en la del Comahue. Publicó Celuloide(2005), Acetato(2009), moneda nacional(2012); Pantano seco(2014) y La ficción de la poesía(2019). Sus poemas integran antologías nacionales y extranjeras. Publicó además el libro de ensayos La morada incómoda: estudios sobre poesía mapuche: Elicura Chihuailaf y Liliana Ancalaoy varios textos académicos. Como resultado del premio Alfonsina Storni, esta semana el concejo deliberante de Zapala inició el trámite para declararla ciudadana ilustre de esa ciudad y la Legislatura neuquina, a partir de un proyecto presentado por la diputada Soledad Martínez (Frente de Todos) para declarar de interés legislativo su trayectoria profesional, y la distinción obtenida con el primer premio Alfonsina Storni de Poesía, que otorgó 250 mil pesos -150 mil para el primero y 50 mil para el segundo y tercero-.

Las otras poetas premiadas fueron Daniela Aguinsky –segundo premio, ciudad de Buenos Aires- y María Belén Zavallo –tercero, Entre Ríos-. Hubo cuatro menciones decididas por el jurado en virtud de la calidad de los trabajos: correspondieron a Sebastián Martín; María Rosa Montes; Mario Arteca, y Emilio Jurado Naón (ver enlace).

29/07/2016

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