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30/05/2021

Teoría económica y desocupación

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La desocupación actual (y en nuestro país) es la consecuencia directa del “parate” económico causado por la actual pandemia, en un número que excede en mucho al “ejército de reserva” de Marx.

Humberto Zambon

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Una de las consecuencias que está dejando el Covid-19 es el aumento de la desocupación laboral. Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT) en el año 2020 se perdieron, en el mundo, 114 millones de empleos, y lo han sufrido más las mujeres (5 puntos por encima de los hombres) y los jóvenes, en particular quienes por la edad pretenden entrar en el mundo laboral. En América Latina (siempre según la OIT) de perdieron 34 millones. Nuestro país, que como resultado de la “epidemia neoliberal” tenía en diciembre de 2019 la elevada tasa de desocupación del 8,9%, pasó a 11%. Es un problema crucial para la economía y un drama para grandes capas de la población que la sufren real o potencialmente.

La desocupación laboral aparece con el origen del capitalismo y parece inherente al mismo. ¿Qué dice la teoría económica al respecto?

Uno de los primeros en estudiarlo, en el siglo XIX, fue Carlos Marx. Observó dos fenómenos claros: por un lado, el crecimiento económico asociado a este modo de producción y, por el otro lado, la relativa estabilidad de los salarios en el tiempo. El primero se explica por la esencia misma del capitalismo: la reinversión productiva de los excedentes, que lleva a una demanda creciente de mano de obra, satisfecha mediante la migración interna desde el campo a la ciudad y luego, ante su insuficiencia, de la migración externa, desde los países pobres a los países necesitados de más trabajadores. El segundo es más difícil de explicar, ya que el sentido común muestra como el aumento de demanda de un producto, en este caso la fuerza de trabajo, hace aumentar su precio, cosa que era de esperar con el salario a medida que aumentara la acumulación, afectando el monto del excedente (ganancia) ¿Por qué esto no ocurre y el salario se mantiene estable? Para Marx porque existe un “colchón” de desocupados, en permanente movilidad, que denomina “ejército de reserva del trabajo” y en el que el sistema satisface su necesidad de más mano de obra. Cuando el ejército de reserva tiende a agotarse hay un incentivo de los capitalistas de introducir innovaciones técnicas que ahorren fuerza de trabajo y vuelve a incrementarlo; de lo contrario habrá recesión, con cierre de empresas y despidos. De esta forma el conjunto de desocupados se mantendrá en el tiempo y asegurará la estabilidad salarial a un nivel que sea posible la ganancia y la acumulación productiva.

Obsérvese que para Marx tanto la desocupación como la innovación técnica son inherentes al capitalismo. Como dicen los economistas, son variables endógenas del modelo. Claro que la tasa de desocupación actual excede en mucho a la que puede requerir el buen funcionamiento del sistema.

En cambio, para la ortodoxia económica representada por la escuela neoclásica que dominó el pensamiento académico hasta la segunda guerra mundial, el salario está determinado por el equilibrio del mercado. Si en la realidad se ve que la desocupación existe se debe, para la ortodoxia económica, a que el desocupado pretende una retribución mayor que el precio de equilibrio o, lo más común, porque los sindicatos o el Estado (en lo que califican una política equivocada), fijan un salario mínimo por encima de aquel. El remedio para la desocupación estaría en el libre mercado, en la flexibilización laboral, evitando que sindicatos o estado intervengan alterando sus resultados.

Después de Keynes continuaron las observaciones que llevaron al descrédito a la explicación ortodoxa. Por ejemplo, Phillips encontró empíricamente, contrariando a la teoría ortodoxa, que la baja de los de los salarios reales coincidían con el aumento de la desocupación, y al contrario con la suba salarial, aunque en este caso generaran aumento de los precios en toda la economía (inflación).

Posteriormente Milton Friedman, el conocido monetarista, ante la evidencia de que la desocupación es un fenómeno real, planteó la hipótesis de que se trataría de un hecho natural y no uno social-histórico relacionado con el capitalismo, originado en los cambios productivos, rotación de empleos, resistencia de los trabajadores a los traslados geográficos, etcétera. A esa tasa la denominó como “tasa natural de desocupación”. Finalmente, con la aparición de las “metas de inflación”, que para muchos es un consenso ortodoxo en reemplazo del llamado “Consenso de Washington”, que plantea la estabilidad monetaria (lucha contra la inflación) como el objetivo esencial de la política económica, hay una tasa de desocupación necesaria y virtuosa para evitar la inflación, que denominan NAIRU, acrónimo o sigla de la expresión inglesa “Non Accelerating Inflation Rate of Unemployent”, por esa manía que tienen los economistas de utilizar el inglés en lugar del castellano “tasa de desempleo que no acelera la inflación”; la NAIRU es una consecuencia teórico-política de la Curva de Phillips y la “tasa natural de desocupación” de Friedman.

En resumen, la desocupación es un mal que existe en la sociedad capitalista. Pero la relación de causas que la origina no es de comprensión inmediata (si lo fuera, no existiría la ciencia social ni ningún otro conocimiento científico) por lo que todo fenómeno social permite diversas aproximaciones o la propuesta de hipótesis diferentes, incluso contrapuestas, hasta que la experiencia y la historia marcan cual ofrece la mayor aproximación a la verdad. Esas aproximaciones dependen mucho del contexto histórico-social en que se encuentra el observador y también de los intereses de clase que consciente o inconscientemente representa. Como dice el investigador portugués Buenaventura de Souza Santos, no es lo mismo la visión que puede tener alguien en el Foro Mundial de Davos, de los más ricos y poderosos de la tierra, qué en el Foro Social de Porto Alegre, con su lema de “otro mundo es posible”.

La explicación de la desocupación es un ejemplo de lo dicho: lo que en Marx era un mal inherente al capitalismo y, en consecuencia, una crítica al sistema, en la ortodoxia neoclásica es la con secuencia de que los sindicatos y el estado impiden el libre funcionamiento del mercado, en Friedman se convierte en un hecho natural mientras que para los neoconservadores de “las metas de inflación” es una herramienta, que inclusive puede ser virtuosa, para combatir la inflación.

Pero, con independencia de la discusión teórica, la desocupación actual (y en nuestro país) es la consecuencia directa del “parate” económico causado por la actual pandemia, en un número que excede en mucho al “ejército de reserva” de Marx, la tasa de equilibrio de los clásicos, la tasa “natural” de Friedman o la NAIRU de los conservadores actuales. Y fundamentalmente, es un problema humano que implica un verdadero drama en los miles desocupados y sus familias y, también, de aquellos que ven amenazado su futuro con la desocupación.

Solucionar este problema es, después de los esfuerzos para salvar vidas y conservar la salud de la población, la tarea político-práctica más inmediata que se presenta a todos los estados.

29/07/2016

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