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15/05/2021

Aguafuertes del Nuevo Mundo

Audiencias intoxicadas y tóxicas

Audiencias intoxicadas y tóxicas | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

No hay acuerdo acerca de qué resulta más tóxico e intoxicante: si la discursividad mediática o la audiencia que no solo la tolera sino que también la auspicia. ¿Cómo avanzar hacia una atmósfera menos viciada? Hace falta una revisión total de los modos con que nos educamos y socializamos.

Ricardo Haye *

El 3 de diciembre de 2010 varios centenares de personas con dificultades para acceder a una vivienda propia ocuparon el Parque Indoamericano de la ciudad de Buenos Aires. Y cuatro días después ocurrió algo muy serio: un operativo conjunto de la Policía Federal y la Policía Metropolitana reprimió con extrema violencia la toma, causó las muertes de Rossemary Chura Puña y Bernardo Salgueiro y les provocó graves heridas con balas de plomo a otras cinco personas.

En la noche de ese 7 de diciembre, viendo las imágenes televisivas de esa represión salvaje, mucha gente pensó que aquella bestialidad le iba a significar un altísimo costo político al gobierno municipal de Mauricio Macri. Algún tiempo después, sin embargo, la realidad se encargó de demostrarles que ese diagnóstico estaba completamente equivocado.

Por supuesto, fue un error proyectar socialmente convicciones personales cargadas de subjetividad. Y también fue una equivocación desconocer que hay un engranaje muy bien aceitado y con dos piezas que encastran perfectamente una con la otra. De un lado, un sector amplio de la sociedad que cultiva ideas de sesgo profundamente autoritario. Y del otro, un sistema de medios que alimenta esas ideas y que paralelamente ofrece blindaje y protección a la dirigencia política capaz de ponerlas en práctica.

La prédica constante y aviesa de esos comunicadores que reclaman mano dura, exigen reformateos autoritarios, despotrican contra el impuesto a la riqueza desmesurada, fustigan las políticas sociales inclusivas y sostienen que debería impedirse la entrada al país de cualquier latinoamericano, entre otras lindezas por el estilo, encuentra campo arado para esa siembra interesada, mezquina y -en muchos casos- mercenaria.

Es cierto aquello que aseguró hace años el entrerriano César Jaroslavsky. El referente alfonsinista sostuvo que había que cuidarse de los medios que atacan como partidos políticos y cuando alguien les contesta, se defienden con la libertad de prensa. La expresión mantuvo su vigencia en todo este tiempo durante el cual el partido radical entregó su dignidad y los grupos de medios concentrados agigantaron su carácter hegemónico.

Pero resulta que no solo se trata de constatar la presencia de una acción comunicativa horadante y perversa, sino de reflexionar intensamente acerca del caldo de cultivo que la alimenta y que bajo su influjo se espesa.

Esa parte de nuestro tejido social celebró a un ingeniero trucho que, transido del dolor por la muerte de un hijo, reclamó y obtuvo endurecimiento de penas que no trajeron solución alguna al delito y la violencia. Nostalgiosa de las tinieblas, sigue reivindicando genocidas y ruega porque sus espectros borren de la faz de la tierra toda propuesta igualitaria y (¡horror de horrores!) populista.

Ese segmento de la población se gratifica con los delirios místicos de cierta dirigente norteña y aplaude las salvajadas violentas de una colega suya cuya hilacha ideológica no puede seguir disfrazando su práctica de saltimbanqui de la política. Como ya dijimos la semana pasada, en uno de sus típicos exabruptos la primera acusó al gobierno de intento de envenenamiento masivo y la segunda propuso amputarle al país una parte de su territorio a cambio del mismo veneno que la otra denunciaba.

Convivir con hombres y mujeres que piensan diferente a nosotros no tiene por qué ser un inconveniente. Muy por el contrario, esa coexistencia enriquecería las ideas y sazonaría la vida. El problema surge cuando los matices dejan paso a una voluntad de exterminio impiadosa.

Igual que en el caso del huevo y la gallina, nunca nos pondremos de acuerdo acerca de qué resulta más tóxico e intoxicante: si la discursividad mediática o la audiencia que no solo la tolera, sino que también la auspicia.

¿Cómo avanzar hacia una atmósfera menos viciada de dogmas, pruritos, pensamiento maniqueo y violencia simbólica y física?

Creemos que deberá hacerse con medios menos propensos a tamizar con la lógica conservadora del status quo todo lo que emiten. Pero también con públicos dispuestos a escuchar campanas de tañidos diversos.

Mientras el presidente de los Estados Unidos generaba sorpresa al reclamar a los ricos y a las grandes corporaciones de su país que paguen “su parte justa” de impuestos, algunos argentinos expresaban sonoramente su fastidio cuando no su resistencia por tener que abonar el Aporte Solidario y Extraordinario para ayudar a morigerar los efectos de la pandemia.

La lista incluye al futbolista Carlos Tévez; a la principal accionista del diario La Nación, Matilde Noble Mitre y a los empresarios Héctor Magnetto, José Aranda y Lucio Pagliaro, todos ellos vinculados al Grupo Clarín.

Para Biden “ya es hora” de que las grandes corporaciones y los ciudadanos más ricos de la nación norteamericana “paguen su parte justa” de impuestos para financiar sus propuestas de planes de empleo y familia y de una inversión histórica en infancia y educación. El actual inquilino de la Casa Blanca reveló que el 55% de las grandes empresas pagó “cero” impuestos federales el año pasado y que en conjunto lograron 40.000 millones de dólares en beneficios. Muchas otras personas y conglomerados, agregó, evadieron impuestos o se acogieron a beneficios y deducciones por emplear a sus trabajadores en otros países. “Eso no está bien”, remató.

Pero lo que está mal en la potencia a la que suelen cantarle sus alabanzas, no les impidió a empresarios criollos como Alejandro Saguier o Constancio Vigil presentar amparos para evitar pasar por caja. Tampoco María Candelaria Caputo quiere efectivizar su aporte. La hija de empresario Nicolás Caputo, quien bajo el régimen macrista blanqueó 465 millones de pesos y obtuvo pingües ganancias en sus empresas distribuidoras de gas realizó una presentación judicial cuestionando el tributo.

Estos son los datos que ciertos medios retacean y que algunas personas prefieren ignorar, abonadas como están al consuetudinario negacionismo de cualquier realidad que les resulte incómoda. Y esto es lo que merece ser cambiado.

El mundo nuevo nunca lo será si la textualización mediática no propone una re-alfabetización de los públicos a través de la jerarquización temática de lo que ofrecen y la renuncia firme a la difusión de contenidos falsos o tendenciosos. Pero tampoco alcanzaremos esas orillas si los usuarios de la comunicación persisten en aferrarse a sofismas arraigados y no contribuyen con su propio esfuerzo volitivo a evitar el estacionamiento perpetuo en estructuras fosilizadas de pensamiento.

Esas metas solo podrán alcanzarse a través de una revisión total de los modos en que nos educamos y accedemos a las diversas formas de socialización. La transformación debe estar dirigida a acrecentar nuestra capacidad de discernimiento y a edificar una nueva poética, favorable al desarrollo de la sensibilidad y de una imaginación instituyente que cree mejores condiciones de vida para los sujetos y las sociedades.



(*) Docente e investigador del Instituto Universitario Patagónico de las Artes.
29/07/2016

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