Columnistas
09/05/2021

Decime si exagero

Tres propuestas audiovisuales para mover un poco el bocho

Tres propuestas audiovisuales para mover un poco el bocho | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

Un radioteatro visual sobre el fin del mundo. Un dibujo animado para sopesar la muerte. Un documental que convierte en llevadero el tema de los genocidios para perpetuar poder. Tres propuestas que se escapan del conformismo reinante en las plataformas de contenidos visuales.

Fernando Barraza

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Si pensamos en consumos culturales cotidianos, en todo aquello que solemos ver por imposición publicitaria o algorítmica, o en todos aquellos contenidos que, casi de manera refleja, elegimos para ver semanalmente desde el nuevo centro de consumo habitual (nuestras casas, nuestros dispositivos), vamos a ponernos de acuerdo en algo casi sin discutir nada: el modelo hegemónico propuesto para el 99% de lo que consumimos va de pasatista a un poco arriesgado.

La mayoría de las cosas que consumimos casi nunca se aleja de los parámetros de comodidad y, por lo general, mantienen la aguja más en el verde del pasatismo que en el naranja del algo arriesgado. De un largo tiempo a esta parte, pocos productos culturales propuestos desde los grandes centros globales de generación de contenidos se apartan demasiado de la seguridad establecida en una tabla salvadora por estudios previos y sondeos de gustos que mandan a hacer las corporaciones antes de siquiera encender una cámara. Y tan difícil de lograr no les resulta: las cuatro o cinco empresas que nos distribuyen los contenidos de ficción y los audiovisuales en todo el planeta, poseen el mejor y más minucioso acceso a la big data que nosotros mismos le hemos regalado (y sin chistar) al imperio facebook/instagram/whatsapp, a twitter o a google.

En este sentido ¿qué le cuesta a Disney, Netflix, HBO o Amazon saber qué tipo de película o serie nos gustará masivamente a las personas que tenemos –por citar un ejemplo al azar- entre 45 y 60 años y somos de la clase media de Latinoamérica? …

Nada.

Sumando algebraicamente lo que posteamos cada día y casi compulsivamente en nuestras propias redes personales, poquísimas serán las dudas que les quedarán a estas corporaciones para saber cómo fabricar una ficción “a pedido” y sabrán entonces ellas de qué madera ha de estar hecho el héroe que nos guste, de cual el villano, y así.

La prueba está a la vista, no tenés más que entrar a tu cuenta de Netflix para que la empresa te enrostre recomendaciones que se ajustan en un porcentual alto a “tus gustos”, poco importa si en el último mes miraste una de Tarkovsky, una de los Avengers, una con Enrique Muiño, dos telenovelas turcas y un animé… el señor algoritmo se las arreglará igual, por más eclécticos que parezcan tus gustos, y se encargará de sumar todo lo que viste, más todo lo que opinaste en redes durante el mes y te pondrá en tu lista de recomendados aquello que -casi seguramente- te gustará. Ni hablar de cuando al señor algoritmo le encarguen que te recomiende cosas que las corporaciones del poder real, los conglomerados religiosos y los estados de las principales naciones del planeta quieren que veas…

Ahí –pongámonos un poco picantes- comienza a terciar la tensión que en los setenta Dorfman y Matelart decían en “How to read Donald Duck” (te pongo en inglés el título porque en USA quemaron en 1976 dieciocho mil ejemplares del libro). Advirtiendo sobre la construcción del consumo cultural a demanda, el dúo de analistas decía:

 

Existe una incapacidad de la nación que Walt exportaba como un modelo de perfección a reconocer su propia historia. Si se desmorona la amnesia recurrente de la violencia y transgresiones pretéritas (la esclavitud, el extermino de nativos, las masacres de obreros en huelga, la persecución y deportación de inmigrantes y rebeldes, tantas aventuras militares en suelo extranjero, tantas invasiones y conquistas de territorio ajeno, y la complicidad con autocracias y dictaduras en todos los continentes), lo que se derrumba es la cosmovisión supuestamente prístina de Disney, abriendo espacio para que otro tipo de país haga su lenta aparición”

 

Bueno, alguien podrá decir que este cronista ha quedado perimido y si está citando un libro escrito hace 47 años, nada nuevo tendrá para decir… ¡No se las dejaré tan fácil bellacos postmodernos!... Vamos entonces a un libro editado hace poquísimo más de lustro, eh. Y listo.

En el capítulo “El Big Brother amable” de su ensayo “Psicopolítica”, el pensador coreano Byung-Chul Han nos advierte que la fea cara del Gran Hermano de Orwell ha mutado y se ha transformado en esta imperceptible y -en apariencias- placentera realidad que vivimos hoy en día. Algo así como más “Un mundo feliz” que “1984”.

Por supuesto que para darle un rostro certero y contemporáneo a este nuevo Gran Hermano feliz, Byung-Chul Han no duda ni un instante en destacar el protagonismo que nuestras propias “tendencias” (actos en la virtualidad) le terminan sirviendo en bandeja a las corporaciones informáticas para que nos digan que nos gusta y que es “de verdad”. Dice Han que en este “panóptico digital” (¡así le llama a todo esto!) las cosas son más o menos así:

 

(…) con Internet, el Smartphone y las Google Glass, domina la apariencia de la libertad y la comunicación ilimitadas. Aquí ya no se tortura, sino que se tuitea o postea. Aquí no hay ningún misterioso ´Ministerio de la Verdad’. La transparencia y la información sustituyen a la verdad. La nueva concepción de poder no consiste en el control del pasado, sino en el control sociopolítico del futuro”

 

Y ya que lo cito al coreano, me veo tentado de poner aquí otra cita de un libro actual, una del apartado llamado “El realismo deprimente” del ensayo “Realismo capitalista” del (aun) joven pensador inglés Mark Fisher. Si traeos a Mark a la conversación, puede que sirva para terminar de sellar esta idea tan evidente de que nos la pasamos consumiendo productos culturales que rara vez se apartan del molde impuesto por las corporaciones del entretenimiento, aunque muchas veces vengan promocionados con la etiqueta de “producto de autor” o “cine periférico” o en sus promociones aparezcan decenas de palmitas de diferentes festivales competitivos de lo más “independientes”. Pero no, no. No nos iremos mucho más por las ramas, y no ampliaremos más allá de una simple mención al concepto fisheriano que dice:

 

(…) el desplazamiento de las manufacturas por la computarización, la precarización del trabajo y la intensificación de la cultura del consumo”

 

Sí, para el bueno de Mark este cóctel es el que nos ha quebrado un poco la voluntad crítica y nos han traído hasta aquí, medio de las narices, a la hora de elegir que vamos a ver cuándo nos sentamos a ver algo “elegido por nosotrxs”.

Y ya. No ampliaremos más conceptos teóricos adyacentes.

Basta de preámbulos, porque este artículo en el título y en su copete de presentación propone otra cosa: tres recomendaciones para nuestrxs lectorxs, tres rarezas que surgieron de tres plataformas del maisntream, pero se escapan del algoritmo con una velocidad y un saleo realmente adorable. Vamos a esos tres universos. Tres propuestas que te dejarán pensando, te inquietarán, sacudirán tu zona de confort intelectual y (¡encima!) te divertirán…

¿Qué más querés…mejillones?

01 El gran teatro de la mente

¿Sabían que esta frase, la del gran teatro de la mente, es de Schopenhauer? El gran filósofo alemán tiene varios conceptos que –sin saberlo nosotrxs- todxs acuñamos para intentar entender aunque sea un poco nuestras vidas y existencias. Pues bien, un poco a caballo de un concepto filosófico suyo viene nuestra primera serie recomendada. Dice Schopenhauer:

 

La materia es un efecto, nunca un fundamento”

 

A caballito de esta cachetada a la certeza para lo que “vemos” -que muchas veces no es más que una mera apariencia- llega “Calls” (en español: llamadas) la serie que se estrenó en el servicio de ficciones a demanda AppleTV+ hace solo un mes.

Y “Calls” no solo escupe en la cara de la audiencia la duda schopenhauriana sobre lo que “ves y no es”, sino que también juega al límite con otra gran “certeza” que lxs humanxs tenemos, pero que si se mueve un solo ápice, empezamos a transpirar feo: el tiempo. Sin espoilear, podemos decir que en un momento clave de la serie, entra a tallar aquello que Albert Einstein dijo cuando murió uno de sus mejores amigos, el ingeniero Michele Besso. En una carta a la compañera de Besso, el bueno de Albert intentó ensayar un pésame consolador en el que daba a entender que el tiempo, el pasado, el presente, el futuro y todas esas cuestiones tan firmemente aferradas a nuestra razón, no son más que un puzle movible:

 

(…) para las personas como nosotros, que creemos en la física, la separación entre pasado, presente y futuro sólo tiene la importancia de una ilusión reconociblemente tenaz”

 

Decía Einstein. Y ese concepto también es central en esta ficción dirigida por el uruguayo Fede Álvarez, radicado en EEUU y contratado por el naciente servicio de streaming de la corporación Apple.

Impecable temporada de nueve capítulos de entre 12 y 20 minutos de duración, “Calls” es una serie en la que el público asiste a una función que se repite: llamadas telefónicas entre dos, o tres, o cuatro personas (con personajes que pueden quedar en espera). Las temáticas de esas llamadas suelen ser de lo más “ordinarias” (amor, desamor, conflictos entre hijxs y sus progenitorxs, etcétera) pero todas ellas tendrán un condimento extraordinario que las lanzará a una nueva dimensión: las llamadas pueden suceder en diferentes tiempos y universos paralelos. Solo te daré un ejemplo: una hija de 21 años puede llamar por teléfono a su mamá durante la tarde en la que ella misma (la hija) va a celebrar su cumpleaños de 8 y avisarle a su mamá que cuando ella misma (¡sí, la hija!) cumpla 16, no vaya a buscarla a lo de una amiga, porque si va tendrá un accidente de tránsito en el que perderá la vida. No te cuento más, solo te digo que la serie está plagada de estos entrecruces entre lo existencial cotidiano (esas alegrías y angustias que nos construyen como humanxs) con elementos cuánticos y fantásticos que te sacudirán la cabeza en cada episodio.

La mayor gracia de todo esto que te cuento es que podés escuchar de manera explícita, como si les hubieras pinchado la línea, cada una de las conversaciones a los personajes protagonistas de estas historias, pero en pantalla… NO VES UNA SOLA IMAGEN REFERIDA A ELLXS. Sí, se trata de una suerte de “teatro de la mente” (¿ves?) en el que solo se ven gráficos abstractos y no figurativos como el que ves en la imagen que ilustra esta recomendación. Mirá, para que tengas en cuenta como es la estética de la serie, te dejo el tráiler en español latino (pero te recomiendo que busques bajarte la versión en inglés y la veas subtitulada):

Es fascinante ¿no? Y distinto. Así, desde las tripas mismas de una naciente corporación de contenidos a demanda, llega esta serie en la que –de una manera bastante orsonwelliana- nos llega una historia troncal dividida en nueve historias unitarias que cierran de manera perfecta (¡y cuántica!) en el último capítulo, dejándonos el sabor de que hemos realizado durante toda la temporada uno de los deportes favoritos de la actualidad (el fisgoneo bien de metiches) y a la vez hemos pensado en varias de las cosas que desde siempre nos han inquietado: ¿Qué es lo que vale la pena vivir? ¿Qué es esta cosa que llamamos realidad? ¿Exactamente qué estamos haciendo mientras se nos pasa la vida? No es poco ¿no…?

Vamos a la siguiente propuesta.

02 El chico de los dibus

Una de las mayores sorpresas en Netflix que se han llevado lxs púberes, adolescentes y adultxs curiosxs del planeta desde hace un año (fecha en la que se estrenó esta serie) es que la nueva propuesta para la “N” roja del excéntrico dibujante y animador norteamericano Pendleton Ward -creador del adorable y psicodélico “Hora de Aventuras” para Cartoon Network- era una serie complejísima y barroca que te hace estallar la cabeza y que tenés que dedicarle al menos dos visionados a cada capítulo para que no se te escapen detalles importantes de todo lo que la dupla Ward/Trussell te están proponiendo.

“The midnight gospel” así se llama el proyecto, es una serie de ocho capítulos de 22 minutos en los que Ward –un poco en el sentido inverso de la propuesta de “Calls”- le ha puesto imágenes a lo que originalmente es un programa de radio (ahora se le llama “podcast”…) llamado “La hora familiar de Duncan Trussell”, una audición en la que este actor, comediante, guionista y productor (Trussell, de él hablamos) conversa con diferentes personajes de la EEUU alternativa actual, como la ácida y lúcida escritora y actriz Natasha Reggero o la novelista y activista social Anne Lamot, entre otrxs personajes salientes. En cada conversación radiofónica, Trussell toca con sus entrevistadxs temas centrales de la existencia como la vida, la muerte, los estimulantes, las religiones, las construcciones científicas y demás cuestiones movilizadoras.

Lo maravilloso de todo esto es que para ilustrar estas charlas Ward ha inventado todo un universo fantástico al extremo, en el que un adolescente llamado Clancy, que vive en el futuro, en una de esas casillas rodantes en las que suelen vivir las personas de bajos recursos en EEUU desde hace casi un siglo, sale a entrevistar personajes.

Clancy quiere ser una estrella de los podcast y por eso viaja a través del universo y, gracias a su ordenador (“Universe Simulator”), consigue entrevistar a fantásticos seres que “hablan como” y sobre los mismos temas que las personas reales que te acabo de mencionar, lxs entrevistadxs reales de Trussell. Ya adivinaste la respuesta al misterio ¿no?: LOS AUDIOS USADOS EN ESTE SHOW SON LOS ORIGINALES DE AQUELLAS ENTREVISTAS VERDADERAS.

El resultado final es trepidante: por momentos bello, por momentos gore, por momentos emotivo, por momentos artísticamente horrendos. Todo eso y junto.

Mirá el tráiler y contame:

Parida para la “N”, el mayor imperio de contenidos a demanda del planeta, esta serie es una rara avis. Siempre al borde del exabrupto, pero con una tensión final que te lleva a darle la derecha y un abrazo a Ward cada vez que termina un episodio, esta serie es para ir viéndola de a poco y revisándola –tal y como recomendamos más arriba- en más de un visionado por capítulo. Algo parecido sucede con nuestra tercera y última recomendación…

03 El amigo Raúl

Bueno, damas y caballeros, aquí hay que sacarse el sombrero nuevamente, pero en este caso en el sentido inverso a nuestras dos recomendaciones anteriores, que eran sendas producciones por las cuales temas sencillos y de presencia cotidiana eran llevados (complejizados) a un clima de extrañamiento sofisticado en ficciones originales y extravagantes.

Lo que hace Raoul Peck, el guionista y director de “Exterminate all the brutes” (Exterminen a todxs lxs salvajes) en ésta, su última miniserie documental, es exactamente lo opuesto: toma un tema complejo y sombrío y lo convierte en una narración cargada de momentos de belleza y hasta diríase “fácil de ver”.

“Exterminate all the brutes”, el título de la miniserie, es la frase/orden que imparte y ejecuta el General Kurtz en “El corazón de las tinieblas”, la poderosa nouvelle de Joseph Conrad que Francis Ford Coppola adaptó en el escenario de Vietnam en “Apocalypse Now”. En este caso el director Raoul Peck (de relevancia global por haber dirigido “I am not your negro” y “El joven Marx”) se agarra de ella para contar la parte más oscura del ser humano: el ejercicio del poder en función al exterminio genocida. Y la historia que quiere contar antes que ninguna otra (o por sobre todas las otras historias genocidas) es la más silenciada de todas: la de los colonos estadounidenses que exterminaron a la mayoría de los pueblos/nación originarios de EEUU. Para ello se vale de cuatro capítulos de un documental con pequeñas ficciones donde, gracias a su poderoso poder intelectual y su estilizada y cinematográfica narrativa, deja muy pocos de los más grandes exterminios genocidas de la historia del hombre por mencionar y analizar. Esto de analizar es clave, pues muy facilista es decir que los nazis, los esclavistas de Europa, los conquistadores españoles y los racistas wasp de EEUU son unos reverendos hijos de la mierda más abyecta. Y ya. Razón tendrás, claro, pero no irás más allá de un ejercicio de catarsis…

Raoul le pone el cuerpo y la mente a cada idea/tesis que desarrolla en este atlas de la actitud genocida que ha filmado. Desgarradora pero bella, sinuosa pero visionable al cien por cien, tan profunda analizando la oscuridad como nívea en sus conceptos. Una verdadera clase de historia para el siglo XXI.

¿Por qué HBO produjo un documental así de radicalmente opuesto al pensamiento que el statu quo norteamericano quiere seguir imponiendo a dos siglos de haber terminado la masacre originaria? No lo sé, habría que preguntarle a Dorfman, a Han o a Fisher… yo solo te digo que trates de verla.

Todas estas propuestas que trajimos hoy se consiguen de manera alternativa (estuve fino con la palabra que elegí para sugerir sus descargas, ¿no?) por la vía del torrent, método que si no has desarrollado para buscar contenidos poco frecuente o encriptados, deberías empezar a probar.

Sin más y con la esperanza de que las encuentres, las mires y pienses en todas estas cosas que se han planteado en este artículo, me despido hasta la próxima. Pegales una mirada a cada una de las tres propuestas y… ¡decime si exagero!

29/07/2016

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