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09/05/2021

SOS Colombia

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Colombia es también uno de los países más desiguales de la región y al igual que Chile, uno de los laboratorios de más larga duración en la implementación de políticas neoliberales. El oasis, aquí también tenía fecha de vencimiento.

María Beatriz Gentile *

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Desde 1948, año del asesinato de Jorge Eliécer Gaitán y del estallido popular conocido como el Bogotazo, la trayectoria histórica de Colombia viene signada por la marca de la violencia y la derrota de la política

Un fracaso de la acción colectiva que se tradujo en varias derrotas: la del movimiento sindical, del gaitanismo, del campesinado y de la posibilidad de democratizar la sociedad y relegitimar al estado.

Al enfrentamiento armado entre liberales y conservadores en los años ‘50 -período conocido como ‘La Violencia’- le correspondió la resistencia campesina y luego la violencia insurreccional de la década siguiente.

Para toda una generación nacida entre 1949 y 1965 ‘su espacio de socialización no fue ni la escuela, ni la calle, sino la guerrilla’, escribió Gonzalo Sánchez. Las FARC se preciaban de tener en su estado mayor al más antiguo dirigente guerrillero del mundo, Manuel Marulanda Vélez "Tirofijo", iniciado en la resistencia armada liberal a comienzos de los ‘50.

Rutinizada, la violencia terminó por ser la forma dominante de administrar el conflicto distributivo y disciplinar a la sociedad. A partir de los ‘80 el narcotráfico, el paramilitarismo y el sicariato completarían el fragmentado y perturbado (des) orden colombiano.

Paradójicamente, en las últimas décadas del siglo XX, Colombia fue uno de los países que más creció en América Latina. Ta vez por ello, no se prestó atención a las nuevas caras de la violencia; incluso se llegó a predicar la autonomía de los buenos negocios respecto a la política.

Pero Colombia es también uno de los países más desiguales de la región y al igual que Chile, uno de los laboratorios de más larga duración en la implementación de políticas neoliberales. El oasis, aquí también tenía fecha de vencimiento.

Desde el 28 de abril pasado, las calles y barriadas de las ciudades más importantes se han poblado en rechazo a una reforma tributaria que busca recaudar alrededor de 6.300 millones de dólares incrementando el costo de los servicios públicos, de productos básicos y recortando aún más los servicios de salud en medio de la pandemia y del crecimiento de la pobreza y el desempleo.

La respuesta a la protesta viene siendo una brutal represión por parte del gobierno de Iván Duque. Civiles muertos, cientos de heridos, mutilados y desaparecidos es el saldo hasta hoy del terrorismo estatal desplegado.

Los manifestantes no sólo exigen el cese de la cacería sino también el desmantelamiento del Esmad, Escuadrón Móvil Antidisturbios. En Colombia, la policía forma parte del Ministerio de Defensa y es entrenada no para perseguir el delito común sino para luchar en un conflicto armado, concretamente para pelear contra las guerrillas.

También se pide que sean cumplidos los compromisos firmados en los Acuerdo de Paz del 2016 y se ponga fin a los asesinatos. La Jurisdicción especial para la Paz, mecanismo creado para monitorear este proceso, informó que 904 líderes sociales fueron asesinados o continúan desaparecidos desde aquel año.

El gobierno habla de Estado de "conmoción interior"; lo que le permitiríaarrestar preventivamente, allanar domicilios sin orden judicial, suspender autoridades y desaparecer personas. Demasiado conocido para las y los argentinos

Quien espera detrás de todo esto es Álvaro Uribe, el hombre fuerte de la derecha colombiana, dos veces presidente y principal opositor a la firma de los acuerdos del 2016.

Uribe exige fortalecer a las fuerzas armadas colombianas frente a una posible ‘Revolución Molecular Disipada", una estrafalaria teoría alentada por un neonazi chileno -Alexis López-que considera a las protestas sociales de carácter horizontal un modo novedoso de la toma del poder; algo que interpretó de lo ocurrido en su país en el 2019.

SOS Colombia, pero también SOS América Latina. Porque posiblemente, como dice Gustavo Petro -ex alcalde de Bogotá y actual senador opositor- la militarización que hoy se está ejecutando termine con la suspensión del actual presidente y la eliminación del estado de derecho. Un posible formateo en clave autoritaria del que ya también habla la derecha argentina y empiezan a exigir desde el foro de Miami.



(*) Historiadora, decana de la facultad de Humanidades de la Universidad Nacional del Comahue.
29/07/2016

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