Para no caer en la “selva gris de mampostería y cemento… la municipalidad debe establecer a través de ordenanza, que la zona comprendía entre la ruta 22 y el río Limay sea destinada o declarada zona agrícola… Los nuevos escalones urbanos deben darse en dirección Norte hacia la Barda” (Esquema fundamental para el Plan regulador para la ciudad de Neuquén, 1962, arquitecto Aníbal Teodoro Müller)

La ciudad imbricada en plena naturaleza posiblemente haya sido el ideal de todo urbanista del siglo XX. Pero más aún, para este hijo de pionero de la antigua colonia La Picasa, hoy Cinco Saltos, criado entre nogales y manzanos de la margen sur del río Neuquén.

Conservar aquello que hizo posible tomar por la ‘garganta al desierto’ -parafraseando a Eduardo Talero- y cercarla de alamedas y tamariscos, formó parte de la ciudad imaginada.

Lo inimaginable fue que 40 años después, barrios privados, oficinas y paseos cementados le devolvieran al desierto su protagonismo.

“Neuquén deja de darle la espalda al rio”, titularon los diarios cuando el Intendente Horacio Quiroga anunciaba -en el año 2003- la construcción del Paseo de la Costa, donde además de un hotel cinco estrellas y salón de convenciones se instalaría un embarcadero sobre doce hectáreas pobladas por sauces mimbre.

¿Qué valor inmobiliario tendrá ese lugar? preguntaba el cronista, ‘incalculable’, respondieron los funcionarios y agregaron es “un verdadero tesoro que se piensa volcar en el mismo proyecto”.

Seguramente a ninguno de estos intermediarios se le ocurrió consultar los archivos municipales, ni el plan regulador donde se indica que ‘el medio más correcto de sanear la ciudad física y químicamente es la unión de la misma con el espacio verde, por eso los espacios plantados son de fundamental importancia’.

En la visión de Aníbal Müller, Neuquén no le daba la espalda al rio, sino que el rio con su ecosistema protegería y velaría por Neuquén

En estos días, el Concejo Deliberante de la ciudad ha vuelto a discutir la posible habilitación para construir viviendas familiares en la isla del paseo costero.

El MPN, como gobierno de la ciudad, Juntos por el Cambio y los siempre atentos emprendedores de Cordineu -ente que administra el paseo- insisten en venderle a las clases medias pudientes, el sueño de plástico de tener una casa cerca del río para contemplar la naturaleza moribunda, mientras disimulan con sahumerios la fetidez de la contaminación ambiental.

De modificarse la ordenanza, se incrementaría exponencialmente el valor de dicha tierra. Es difícil no pensar, entonces, que la especulación inmobiliaria es la única razón. Como dijo el concejal Marcelo Zúñiga "¿De verdad debemos suponer que Cordineu no tiene conocimiento respecto de los titulares de los lotes? ¿Tanto pueden subestimar a los concejales y concejalas y eventualmente a la comunidad neuquina?".

Sólo reconocido por haber realizado las ‘casas montura’ del barrio Sapere para las familias afectadas por la inundación del 58’, como director de Planeamiento en la intendencia de Víctor A García, Müller diseñó también la plaza Güemes, proyectó el Parque Norte como pulmón urbano y el traslado de la estación del ferrocarril para levantar allí el ‘parque central’.

Fue también artífice del diseño de las emblemáticas casas del barrio YPF, en la calle San Juan; hoy derrumbadas por los desarrolladores inmobiliarios y reemplazadas por torres con vidrio y césped artificial.

Su plan maestro fue escasamente valorado y menos aún ejecutado. Este hijo de colonos, que vio a sus padres palear arena hasta lograr el canal de riego y esperar años para ver la alameda en pie, dejó por escrito una ciudad imaginada.

Por sobre todas las cosas, legó una concepción sobre la vida comunitaria en la necesaria armonía entre el paisaje urbano y el agrícola. Una perspectiva conservacionista del medioambiente, desconocida para su época y resistida en el presente

Tal vez sea por todo esto, que ni una calle, ni una plaza, ni siquiera un pequeño pasaje urbano lleva su nombre en la ciudad de Neuquén.

Un lugar de memoria que aún le espera