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11/04/2021

Decime si exagero

¿La grieta existe?

¿La grieta existe? | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

Con creciente preocupación nos la pasamos hablando de “la grieta”, una figura simbólica a la que culpamos de todo lo que nos pasa como sociedad. Rara vez nos preguntamos ¿a quién le sirve que pensemos así? Esta nota es para todas esas personas que han empezado a desconfiar de este famoso abismo que supuestamente nos separa.

Fernando Barraza

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No hace falta ser una persona académica ni intelectual para poder apreciar claramente esta realidad: la sociedad argentina vive desde hace ya casi una década -y con cada vez más preocupación y miedo con una idea propuesta desde las usinas de generación de contenidos culturales, una idea fuerza que asegura que como sociedad habitamos un país en el que se ha producido una profunda grieta que nos divide dañinamente. De un lado se supone que están las personas que piensan de una manera y del otro estarían las que piensan de manera opuesta.

Si bien damos por cierto que esto es así, y no nos cansamos de hablar cada día de nuestras vidas reales y virtuales de esta famosa grieta, si tuviéramos que ponernos a pensar sesudamente por qué sostenemos y agrandamos la “verdad acabada” de su existencia, no seríamos capaces de explicarlo bien. Por eso –porque no sabemos muy bien por qué damos por cierta y por inapelable la teoría social de la grieta- tal vez habría que bajar un cambio al mencionarla y –por ejemplo- convendría usar todos los verbos incluidos en su análisis en potencial. Una cosa es decir que “existe” la grieta, y otra es decir que “existiría” una grieta. Como también es bien distinto asegurar taxativamente que de cada lado “están” determinados tipos de personas, opuestas, que no “cambiarán jamás” su manera de pensar, y otra cosa es sugerir potencialmente que de cada supuesto lado “estarían” esas personas a las que puede que les resulte difícil congeniar en puntos esenciales. Nunca dar por sentado que esa grieta existe así, y tal como nos dijeron que digamos que existe. Parece un trabalenguas ¿no? Pero es una invitación.

Limpiando un poco la cosa, la proposición inicial de este artículo es esta: una manera de entender la grieta es taxativa e inapelable, contándola de la manera que la estamos contando la gran mayoría de los argentinos y argentinas cada día. La otra manera ni siquiera terminaría de reconocer la existencia real de esa famosa grieta, es decir: la pondría al menos en dudas. ¿Es o no es? Hay que pensarla, pero seguramente no sería tan profunda, insondable, dañina e inamovible como dicen.

Usted, que se ha tomado la molestia de leer con atención todo este prefacio, dirá que la propuesta es un tanto naif y biempensante, que poner en tela de juicio con argucias retóricas la existencia de algo tan palpable como esta grieta que nos divide, es poco más que una propuesta pueril. Puede ser, se lo concedo, pero atienda usted esta razón: si entramos en una discusión de este tipo, podemos estar dando vueltas en vano durante horas, como las hormigas que desorientadas han entrado en un círculo vicioso que las aleja de su cometido vital.

Voy a hacer una pequeña disgresión, sígame en esto que le voy a contar… lo que le digo sobre las hormigas existe, y está mensurado por la ciencia: se llama “ant mill”, o “ant circle of death” (el círculo de la muerte de la hormiga) y se da cuando una de las hormigas de una hilera de trabajadoras –esas que traen o buscan alimentos- se aparta de la fila. Resulta que al caminar un poco, esta hormiga se da cuenta de que se ha apartado de la fila, entonces hace un camino circular de regreso a la hilera, pero no nota algo fundamental: otras hormigas la han seguido, por eso es que se termina formando un círculo de hormigas caminando que –si una no corta la nueva formación- siguen caminando así, encadenadas a ese círculo, hasta morir.

Ahora piense en el círculo de la muerte de la hormiga y en nosotrxs, discutiendo si hay que poner en discusión la existencia real de la grieta o no. ¡Uf!… no sería la idea de este artículo. Seamos un poco más prácticxs, por favor, acepte usted que no es una mala idea y continuemos nuestro camino.

Si usted va a considerar que es demasiado simplista y progresista (vio que ahora “progresista” se usa como adjetivo peyorativo) poner en dudas la verdadera existencia de la grieta argentina, concédame también que su antítesis, es decir: pensar a paquete cerrado de que esa grieta ES y EXISTE tal y como se la promociona desde los medios de comunicación masivos y desde las usinas de contendidos para redes sociales que a mansalva consumimos y viralizamos, también es algo bastante naif y desatinado. Ni una cosa, ni otra. Creer en la grieta es cosa seria, pero demostrar que sus características no son tan acabadas como se dice, también es algo muy importante. Zanjada esta discusión, vamos al grano…

Algunos apuntes sobre el poder real

Dicen los especialistas en materias sociales que en cada época de las civilizaciones, el poder real (acépteme esta entelequia por un ratito) ha tenido su propio modo de imposición de un “sentido común”, una serie de fórmulas de adoctrinamiento que le han garantizado el orden que necesario para ejercer el control y desarrollar los propios planes socio-económicos sin que el descalabro popular por disgusto se lleve puesto ese statu quoque un reducido grupo dominante (el famoso poder fáctico) necesita para permanecer en la punta de la pirámide.

Cualquier periodo histórico que se analice con cierta profundidad arrojará luz sobre estas argucias efectuadas y –encima- parece que existe un denominador común, transversal a todas las épocas, que ha sido una suerte de fórmula exitosa para la correcta aplicación del control social, que es que éste:

El mayor número de personas no debe notar el ejercicio claro de adoctrinamiento al que está siendo sometida. Si el poder actúa de manera invisible, el éxito está casi garantizado.

Si se revisa con un mínimo de atención, no académicamente, sino con curiosidad paciente, ha de notarse que esta sutil manera de control aplica a cada civilización, en cualquier lugar del mundo y en cualquier época. Así puede observarse que cada tiempo histórico ha tenido su propia grieta, su propia e impuesta construcción cultural y moral, su propio corpus de ideas de implante imaginario colectivo que ha llevado a adoctrinar a sus sociedades como para que estas consideren que lo que les estaba sucediendo –sus realidades- era algo:

  1. Así. Sin discusión

  2. Inevitable

  3. Natural a sí mismo. Un producto del comportamiento de la propia sociedad que se enferma a sí misma.

En el medioevo europeo, por ejemplo, las monarquías eclesiásticas ayudaron mediante la difusión profusa de declamadores de poemas épicos y de canciones con leyendas de victoria y gloria (auténticos exégetas callejeros) a que el grueso de las gentes piense que su propio éxito o su propia ruina como sociedad estaba siendo dada por el acoso de sus pensamientos carnales y de desorden sibarita (satánicos, claro está) que les acechaban desde el día a día, destruyendo el orden y el funcionamiento correcto de un mundus perfecto, un mundus de Dios.

En ese mundus, la sensualidad voluptuosa del antiguo mundo califa, o el desordenado y materialista mundo judío eran la perdición, por eso el enemigo natural era, sin discusión, el musulmán y el judío. De allí a realizar consensuadas guerras religiosas que duraran cientos de años con la idea que se estaba combatiendo a un enemigo real y devastador, hubo un solo paso. Y el pueblo acompañó.

Este es solo un ejemplo, casi tomado al azar, créanme. Busquen en otros lugares si quieren, donde sea, elijan ustedes la época. Verán que estas construcciones de “sentido común de época” son uno de los métodos transversales para la construcción de poder real. Y no han cesado ni –todo lo indica- cesarán a corto plazo.

Si no le gustó el ejemplo medieval europeo, me valgo de otro que por ahí le resulte más atractivo: el que ha dejado el teatro griego, tan bello como perdurable. Aquella gran disciplina artística de la antigüedad no estaba lejos de esta fabricación de conciencia colectiva, más bien todo lo contrario: los dramaturgos helénicos han dejado una verdadera lección efectiva de cómo construir una propuesta de identificación moral con sus personajes maniqueos. A través de esas peripecias narradas, han sabido construir un perfecto catálogo de situaciones que disuadan a las personas desobedientes a no apartarse del estándar de orden social de época, con un clarísimo sentido de lo que estaría bien y lo que estaría mal en líneas generales. Todo escrito, todo propuesto. Todas estas ideas culturales dramatúrgicas (ideas políticas y religiosas al fin) eran las que el grueso de la polis ateniense veía e internalizaba masivamente, año tras año, en festivales grandísimos. Tras esos festivales, los ciudadanos privilegiados, los que accedían a esas puestas en anfiteatros/templos, llevaban esos mensajes aprehendidos a las castas inferiores, a las personas que los servían o las que trabajaban para ellos. Así, en un abrir y cerrar de ojos, la “normalidad” pasaba a ser todo aquello que se había expresado en escena, a través de esos consumos culturales: Medea era una chirusa díscola y desalmada que terminaría fugándose como una rata en un carro volador, Edipo un pobre prisionero de sus ambiciones y deseos que se arrancaría los ojos en penitencia pública y Paris poco más que un bobo enamorado que –por lujuria posesiva- termina desatando la más grande guerra de la antigüedad.

¿Por qué estamos hablando de esto? Dirá usted. Solo para denotar que lxs atenienses no eran conscientes del adoctrinamiento moral al que estaban siendo sometidos. Solo algunos… y terminaron condenados a tomar cicuta…

Los ejemplos se apilan –como ya habíamos dicho- a través de las épocas y en cualquiera de las geografías del planeta. En tren de mantener a las sociedades quietas y controladas, a los imperialismos orientales les ha servido el uso de metáforas panteístas, fábulas que normalicen el poder natural, casi mágico de un emperador; a nuestra América dominada le han servido las leyendas morales vinculadas al cristianismo y la demonización o la devaluación de las filosofías originarias… cada lugar con sus relatos.

Ahora que está de moda hablar de la mano invisible del mercado y que muchas personas han prestado atención y han comprendido ese concepto teórico, invirtamos un rato de nuestro tiempo hablando de la mano invisible del poder cultural, ese que va adoctrinando de manera discreta sin que la mayoría de las personas siquiera lo noten. En este contexto pensemos en –como mínimo- los setenta años que llevamos viendo películas, mirando ficciones en serie y consumiendo historietas generadas por las grandes factorías transnacionales que nos viven diciendo que la justicia por mano propia es una solución altamente potable, que la construcción de una vida de individualismo y éxito personal (familiar, cuanto mucho) es lo mejor que nos puede pasar y que las instituciones están allí medio al pedo, porque podemos pasarlas por alto (pisotearlas incluso) y aún así seguiremos siendo “buenas personas”. Pensemos también todos los años que llevamos viendo quienes son los villanos que nos proponen. Ahora tratemos de digerir toda esta información que nos han inculcado: patriarcal, individualista, racista y meritocrática ¿Ustedes creen que hemos salido indemnes de todo eso?

Tiro solo una actual como para pensar un ratito…

¿Nadie se ha preguntado por qué uno de los conflictos argumentales más serios y profundos de la saga del mega-éxito global “Avengers” se desata porque la mayoría del equipo se niega a pertenecer y responder a las órdenes de un estado que regule la actividad de los súper héroes (que incluye intervención en conflictos internacionales, vidas humanas en riesgo, etcétera)? ¿A nadie le hizo ruido que la respuesta que encontraron los guionistas para resolver ese conflicto es que los Avengers no actúen bajo el control interestatal de las Naciones Unidas sino bajo el mando de la S.H.I.E.L.D., una agencia privada que “lucha contra el terrorismo”? ¿A nadie? Shield en inglés significa escudo, y también placa (de las militares)… ¿tan estúpidos nos creen? Indudablemente sí.

No quisiera abundar demasiado en ejemplos que nos aparten de la conclusión final, la de la grieta. Esperen, ahí vamos, eh. Solo hacer una última parada para mencionar algunos ensayos que nos ayudan a pensar en la invisible mano del poder que construye cultura dominante en nuestras narices y sin que lo notemos. Todos son fáciles de conseguir en PDF a un golpe de gugleo, búsquenlos y léanlos en la medida que puedan, porque ayudan a entender mucho lo que no está pasando.

En orden cronológico de edición, los títulos son estos:

  • “Comprender los medios de comunicación: Las extensiones del ser humano” de Marshall McLuhan (1963)

  • “Apocalípticos e integrados” de Umberto Eco (1964)

  • “Para leer al Pato Donald” de Ariel Dorman y Armand Mattelart (1971)

  • “Esbozo de una antropología filosófica americana” de Rodolfo Kusch (1978)

  • “Pulgarcita” de Michel Serres (2013)

  • “La sociedad de la transparencia” de Byung-Chul Han (2013)


 

Ahora sí: expuestas todas estas razones para desconfiar sanamente de lo que se nos da a paquete cerrado, volvamos a la famosa grieta.

¿Piensan ustedes que una expresión como ésta (la grieta), tan acabada, tan prolijamente desparramada en medios masivos de comunicación y por influencers es eso que nos están diciendo?

El mayo de 2014, hace ya siete años, Jorge Lanata, el periodista con mayor audiencia por aquellos años, comenzó a utilizar este término en la entrega de los Martín Fierro, en el discurso de agradecimiento de una estatuilla que le dieron por su programa “PPP”. A partir de que él lo utilizara, el multimedio para el que trabaja (uno de los más grandes y carnívoros de Latinoamérica) comenzó a usarlo en todo momento, bajo todo formato (noticieros de canales de aire, señales de cable, portales digitales y redes sociales de sus productos) y para todo análisis.

“La grieta”, como discusión social bárbara e insalvable, es una marca registrada de ese grupo massmedia, y –por aceptación empresarial- se convirtió en el slogan de la derecha, una idea/fuerza que –junto al discurso de odio al progresismo y la muerte de Nisman les ayudó a que llegaran al poder por la vía de los votos en diciembre de 2015.

La idea general de esta grieta, que es la que actualmente seguimos mencionando cada día, damas y caballeros, es pobrísima, y dice que “los temas relacionados con la política” nos han enceguecido como sociedad y por culpa de estos pensamientos encontrados hemos destruido una supuesta unidad en la que vivíamos los argentinos. La culpa es de la política, la solución es dejar de hacer política y dedicarse a “vivir en paz”. Más básico y desajustado no se consigue.

Bien… De esa grieta estamos hablando cuando hablamos todo el día de la grieta… no de las diferentes concepciones de lo que significa la ciudadanía, la democracia y la militancia socio política. ¿Se dieron cuenta de eso?

Entonces: ¿esa grieta existe? ¿Así cómo la están proponiendo ellxs? ¿Están ustedes segurxs?...

No hay más nada que agregar. Un mundo maniqueo siempre ha existido. La reflexión, la razón aplicada social y humanamente nos ha salvado cada vez que el poder nos ha enfrentado a nosotros para perpetuarse desde las sombras.

Entonces lo que te propongo para terminar este artículo es que abramos un poco los ojos y dejemos de a poco de repetir como lorxs que la grieta esto, la grieta aquello, porque lo único que estamos consiguiendo es reforzar esta idea cultural sesgada e injusta que ellos han impuesto

¿Estoy exagerando si te propongo algo así? No sé, pensalo un rato y… ¡decime si exagero!

29/07/2016

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