Columnistas
14/03/2021

Decime si exagero

Es hora de que nos atraviese el río

Es hora de que nos atraviese el río | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.
De izq a der: Marina Pacheco, Oscar Sarhan, Teresa Barrionuevo y Rafael Urretabizkaya, artistas que participaron por el nacimiento de una identidad colectiva que impulse al Choconazo a nuestro acervo cultural

El viernes sucedieron dos cosas en El Chocón: el Estado dio su apoyo para que la villa se consagre culturalmente al recate de la memoria del Choconazo y en ese mismo momento el arte dijo presente para hacer realidad ese sueño colectivo.

Fernando Barraza

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Con amplia difusión en distintos medios de la región, se realizó el viernes pasado en la Villa El Chocón un acto de conmemoración a las y los obreros que participaron hace medio siglo en El Choconazo, aquella pueblada y masiva manifestación obrera que se cuenta entre las principales que sucedieron en nuestro país durante el siglo pasado. Esta conmemoración, que terminó resultando más una celebración de la memoria que un obituario quieto y solemne, tuvo dos aristas bien visibles y convergentes: la institucional y la artística.

Bajo la primera se renombraron cuatro calles de la Villa para que pasen a tener el nombre de Antonio Alac, Ana Egea Urrutia, Armando Olivares y Edgardo Torres, cuatro protagonistas de aquellos días. En este sentido vindicativo institucional, también se realizaron dos acciones más: se bautizó con el nombre de Pascual Salvador Rodríguez al centro de convenciones cultural y social de la antigua Villa Temporaria y se descubrió un monolito recordatorio a todxs lxs trabajadorxs que participaron de aquella histórica huelga.

Sin lugar a dudas, una decisión política tal, que termina concretando acciones como éstas, ayuda a la consolidación del ejercicio colectivo de la memoria. En este sentido, es importante que –por ejemplo- el mismísimo intendente de la localidad mencione este rumbo en sus discursos públicos y que el presidente del Concejo Deliberante de la ciudad, el historiador Bruno Caballero, se comprometa con todas las iniciativas institucionales que fortalezcan el afianzamiento de la memoria viva del Choconazo, convencido de que el apoyo es unánime en el ejecutivo y el legislativo de la villa.

Todo esto es altamente positivo, pero si lo que se está buscando –y todo indica que es así- es producir desde dentro de la villa un cambio cultural perdurable, uno que ayude a posicionar otro parámetro de referencia del Chocón como lugar, que vaya más allá de los internacionalmente difundidos hallazgos paleontológicos de la zona choconeña, el apoyo político debe apuntalarse en un planteo cultural bien robusto, como la expresión generadora de conciencia que aporta el arte cuando cruza sus oficios con el compromiso histórico y la sensibilidad social, por ejemplo.

Un cambio de este tipo, el que El Chocón tiene la posibilidad de ponerse como meta de aquí y hacia adelante, precisa de una proyección en el tiempo que lo haga crecer en fuerza y en llegada masiva. Lo que hoy bien puede ser meramente nominal -ésta muy buena intención estatal, apoyada en los primeros actos de justicia reivindicativa- puede madurar en algo realmente grande, representativo y consolidado. Pero esto es posible solo a través de una militancia cultural sostenida, la que –por ejemplo- el arte puede dar. Por eso fue fundacional y tan pero tan importante “lo otro” que sucedió el viernes en El Chocón: la intervención artística que se llevó a cabo en la Villa Temporaria.

Con solo ser y haberse plasmado la pequeña gran apuesta artística que se montó en escena a media mañana del viernes en el triángulo formado entre el Centro de Convenciones Pascual Salvador Rodríguez, el histórico Cine El Chocón y el monumento a Don Jaime de Nevares, algo comenzó a funcionar enserio, y esta performance colectiva se terminó convirtiendo en un verdadero acto fundacional de ese camino que bien podrá dotar -verdaderamente y más allá de lo nominal- de una nueva identidad cultural propia, acogida y legitimada por los habitantes de esta Villa que hoy solo es promocionada por sus dinosaurios y los deportes acuáticos posibles durante el verano.

Coordinado por el artista, comunicador y gestor cultural Oscar Sarhan, una de las primeras personas nacidas en esta joven pero emblemático lugar mediterráneo de nuestra provincia, la conmovedora puesta que pudo ver y disfrutar la comunidad, diversas autoridades de distintas partes de la provincia, representantes de la militancia por los DDHH y familiares del Choconazo, fue un momento imborrable desde la emoción y desde la remembranza de lo épico que envuelve a aquella gesta única que se vivió entre 1969 y 1970, al costado mismo de lo que muchos llamaron “La obra del Siglo”. Lo que se puso en la mesa allí este viernes, en clave de arte, fue realmente contundente y necesario.

Es que si las academias y los estados fungen (o debieran fungir) como cuidadores y preservadores de la memoria histórica, y ese es su importante papel en la construcción de identidad cultural, las expresiones artísticas consolidadas en el ejercicio de la memoria son una verdadera creación de conciencia colectiva que deben atesorarse y fomentarse.

Todo lo que se planteó en escena el viernes fue señero: el corto documental producido por la APDH, las impactantes fotografías de “Chocón-Senillosa, 47 kilómetros”, la muestra del reportero gráfico Pablo López, constituida por 25 artísticos retratos actuales de ex obreros de la represa que se exhibieron en el Centro Pascual Salvador Rodríguez; como también el monólogo que recitó en el patio el escritor Rafael Urretabizkaya, basado en su propio poema épico sobre el Choconazo; o la ejecución de Marina Pacheco, en el mismo escenario, de una canción con música de su autoría y letra basada en un poema original del mismísimo Pascual Salvador Rodríguez; o el impactante monólogo que subió a escena la actriz Teresita Barrionuevo (¡su gran regreso a los escenarios de la región!) un texto escrito por Sarhan en base al relato de la viuda de uno de los tantos obreros que perdieron la vida durante la construcción de la represa. Todo esto, allí, conmovedor hasta lo profundo, funcionando durante aquella hermosa mañana de un marzo que se despierta y haciendo las veces de primer paso –fundacional- para la construcción de una nueva y fuerte identidad choconense, con la mirada y el corazón puesto en su propia historia, la que amanece en la gesta de aquellas personas que participaron del Choconazo.

En todo esto que se ha gestado, con el aval de cierta voluntad política que colabora institucionalmente para visibilizar los acontecimientos del Choconazo y honrar a sus participantes, se acaban de abrir las puertas para que el impulso motor del arte le dé a esta historia un enclave de corazón en nuestra sociedad regional. Lo que sucedió el viernes en la Villa Temporaria es potentísimo, de todo aquello quedó algo fuerte dando vueltas en el aire, que es concreto y es promisorio.

Tras descubrir emocionada (“el corazón me cabalga”, dijo) la placa del Centro de Convenciones, Ayelén Rodríguez, hija de Pascual, pronunció aquella mañana palabras bellísimas en el momento en el que el acto protocolar estaba casi por comenzar a ser manifestación artística. Quizás ella, sin saberlo del todo, fue el perfecto nexo -el puente- entre lo que ya estaba dicho y hecho (un claro apoyo político) y lo que ahora comienza y hay que elaborar (un camino de construcción cultural) desde el arte con anclaje en la memoria. Ella, parada allí, y antes de que subiera a escena el tándem de artistas, pronunció un discurso poético y comprometido del que me gustaría rescatar este fragmento:

Cuando pensábamos como familia qué decir hoy, claro, intentamos recrear qué hubiera dicho Pascual. Qué lugar común ese, ¿no? Simple y necesario, cuando alguien que quisimos tanto ya no está físicamente, intentamos recrear su voz.

El sonido de su voz fue lo primero que empezó a diluirse en nuestra memoria cuando ya no estuvo.

Su voz, ese tesoro que ahora escuchamos en grabaciones y nos cuesta un poco reconocer ¿De quién es esa voz? ¿Qué dice esa voz?: “Me atravesaba un río, me atravesaba un río”… Así, como termina ese hermoso poema del también entrerriano, Juan Laurentino Ortiz.

Cuando pienso en él, ese poema se escribe en mí.

Me atravesaba un río, me atravesaba un río”. A mi padre un río lo atravesaba dos veces. O dos ríos, que son el mismo.

Pascual Salvador Rodríguez, se cruzó del Gualeguay, aquel riíto manso y marrón, a este Limay azul de caudal furioso. Y entre los ríos, la misma corriente lo siguió atravesando, esa fuerza que se le hacía carne y lo encarnaba con otros y otras”.

Aquellas conmovedoras y poéticas palabras, acompañadas apenas un poco más tarde por una frase contundente de una de las mujeres que estuvieron presentes en la huelga, Sara Garodnik, quien dijo que aquella gesta había sido “una puja de vientos implacables”, le dieron a esta nueva empresa cultural la chispa de ignición para que el motor de memoria e identidad comience a funcionar con la primera acción directa artística: aquello que nos mostraron Sarhan, López, Urretabizkaya, Pacheco y Barrionuevo, que es solo lo primero, sí, pero es una veta de fuerza que no tiene techo, en tanto se puede (¡se debe!) construir todo en este sentido y el arte tiene las herramientas necesarias para lograrlo.

“Si vas a hacer una crónica de lo que vivimos hoy, por favor no te olvides de hablar de la sirena”, me dijo el poeta Rafael Urretabizkaya, mientras levantaba el dedo hacia la represa, en el momento exacto en el que estaba sonando la emblemática sirena, la misma que reforzó con su folklore obrero durante varios momentos de los actos de aquella mañana.

Es cierto, Rafael tiene razón, porque está la sirena de la represa: fáctica, necesaria, emblema operario de la Villa. Y también está la otra: la poética, la que anuncia que muchas cosas buenas están por venir.

En este sentido, casi como escuchando ambas sirenas, lo mejor sería terminar esta crónica con la fotografía de un eucaliptus, el mismo que le señaló Oscar Sarhan a todas las personas que quisieran ver con los ojos del futuro mientras le decía: “¿ves aquel eucaliptus?… ahí estaba la casa de mi familia, y dentro de poco va a estar el museo de la memoria del Choconazo y el arte va a invadir todo este predio…”

Que así sea.


29/07/2016

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