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23/11/2020

Brito

Brito | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

Apostar a la molicie productiva en línea con la Argentina agraria y pastoril, que fundó Federico Pinedo hace cien años, parece ser el modo de ser de un empresariado que, hasta en sus exponentes más o menos progresistas, se rehúsa al riesgo, a la creatividad y al albur prometedor de una Argentina para todos.

Juan Chaneton *

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Por aquello de que fundar un banco es peor que robarlo vienen al caso ciertos escozores vinculados a la reciente desaparición de Jorge Brito, el "banquero peronista" según él mismo se definía, a estar a los "headlines" que informan, a estas horas, sobre el accidente de Cabra Corral, en la provincia de Salta.

Por cierto que poco importan los ires y venires de Brito con Videla y con Menem, con Kirchner o con Macri. Tal vez lo que sí resulte relevante, para calibrar la acción de este financista en el país, sea mirarlo al trasluz de una escenografía nacional que, desde hace más de un siglo, exhibe a un país rural y primarizado, con la miseria social en aumento paulatino pero constante y que no despega de ese muladar pringoso sencillamente porque ciertos banqueros y corporaciones como la Sociedad Rural Argentina y los grupos Techint-Clarín-La Nación hacen su negocio ahí, en el fango del estancamiento, y abominan de cualquier curso de acción industrialista para la Argentina.

Hacer diferencia en efectivo permite vivir bien pero no genera riqueza social. La dinámica financiera tiende, inercialmente, a generar banca de inversión, no de fomento, esto es, ganar dinero para invertir en colocaciones que generan más dinero. Eso se llama especulación y Franklin Delano Roosevelt lo sabía muy bien cuando promulgó, en Estados Unidos, la ley Glass-Steagall, que separaba ambas actividades para evitar que la quiebra de la primera arrastrara a la segunda y dejara a las pymes a la intemperie. Y no fue casual que la élite globalista (presidencia Clinton) derogara esa benéfica norma, en 1999, cuya consecuencia inmediata fue la subordinación de la producción a la timba para permitir una concentración monopólica de la cual el capitalismo ya no puede prescindir.

En escala diferente, Brito se compró todo lo estatal financiero que encontró a mano durante el cavallo-menemismo argentino. Se compró los bancos estatales de provincias pobres socialmente pero ricas en dinero en efectivo apto para la especulación. Misiones, Salta, Jujuy, son algunas de las provincias que se empobrecieron con los éxitos financieros de Brito.

Pero lo verdaderamente trascendente, a estas horas, es comparar concepciones empresarias. En algún momento, Brito se congratuló por la existencia de su "Cabaña Juramento". Concebí la idea y se desarrolló tal cual -dijo-. Y explicó: la gente de Salta y Jujuy come carne que viene de Buenos Aires y de Córdoba. Si yo hago un feed lot -y tengo maíz un 30 % más barato como forraje- puedo abastecer a toda la región.

Así lo hizo Brito. Y esa es, ni más ni menos, la "visión" empresaria de tipo estratégico con que cuenta el país de los argentinos. Todos los empresarios argentinos piensan como Brito y las excepciones a esta regla son honrosísimas. Y esto no está bien, porque Argentina es un país que se puede permitir planificar un futuro más allá del trigo y de la carne. Es más, tiene la obligación de hacerlo porque en este país rico hay gente que no come. Y eso ocurre desde hace más de un siglo. Nada de esto es una crítica pos mortem a un empresario que, al fin y al cabo, hizo lo que le dictó el clima cultural que le tocó vivir. Sólo se trata de que, para empezar alguna vez, hay que saber dónde estamos y por qué estamos en el lugar equivocado.

Y veamos, entonces, lo que dice otro empresario argentino. Jorge de Zavaleta, director ejecutivo de la Cámara de Industrias Químicas y Petroquímicas, se refirió, hace poco, al aprovechamiento del gas y dijo que es posible sumar exportaciones de alto valor agregado por 5.000 millones de dólares anuales. https://www.vaconfirma.com.ar/?articulos_seccion_719/columnistas/579.

De Zavaleta se refería a Vaca Muerta y pensaba (piensa) con mirada inteligente y de largo plazo, lo que es lo mismo que decir que piensa y propone una Argentina industrial. Explicó que Vaca Muerta tiene sentido si va a servir a ese desarrollo, pues vender petróleo y gas, por mucho que se venda, es, siempre, vender commodities, esto es, productos sin valor agregado.

Explicó De Zavaleta que VM debería ser la base para la consolidación de la industria petroquímica, y lo dijo así: si el recurso se exporta transformado en metanol, su valor se multiplica por dos; si se lo hace como material plástico se multiplica por cuatro; y si se lo vende como pieza terminada ese valor asciende a ocho y hasta a diez veces su valor como commoditie.

Eso es mentalidad industrial, no de banquero. Si el sector hidrocarburífero tiene hoy un déficit de balanza comercial de u$s 4.000 millones, ese déficit se puede revertir con creces con sólo concebir a la formación bituminosa de la cuenca neuquina como base para el despegue de la industria petroquímica. La clave es exportar con agregación de valor. Es lo que decía Frondizi durante el último estertor burgués local.

Y completó su mirada de largo plazo, el titular de la cámara de industrias químicas, diciendo que Brasil debería ser el destino natural de una producción pensada para el mercado exportador regional porque "Vaca Muerta sigue siendo mucho más competitiva que el pre-sal brasileño en gas" y, de ese modo, el fortalecimiento del Mercosur es el corolario natural -concluyó De Zavaleta-.

No puede sorprender, entonces, que un hombre de empresa y con mirada nacional, no haya hecho del aporte extraordinario a las grandes fortunas un pretexto para descalificar a un gobierno, lejos, así, por cierto, de los dichos de Brito, cuyo último aporte a este debate fue la legitimación de una "rebelión fiscal" si se aprueba la exigencia de ayuda a los que bien les va en este país desde hace mucho tiempo.

Es la industria o la desindustrialización crónica. Ese es el punto. Pero apostar a la molicie productiva en línea con la Argentina agraria y pastoril, que fundó Federico Pinedo hace cien años, parece ser el modo de ser de un empresariado que, hasta en sus exponentes más o menos progresistas, se rehúsa al riesgo, a la creatividad y al albur prometedor de una Argentina para todos: hasta José Ignacio de Mendiguren se borró a la hora de votar la ayuda al gobierno -a su gobierno- para enfrentar las circunstancias difíciles que provoca la pandemia.

Alberto Fernández, en tanto, viajará a China el año que viene. Si el vínculo con ese país se abordara sin complejos, otro gallo cantaría. Pero ya empiezan a croar las ranas que advierten que, en nuestro horizonte, brillan, auspiciosas, las barras y las estrellas estadounidenses, y que oscuras asechanzas nos aguardan en un oriente misceláneo y temible, y que nuestra opción de fondo deber ser por algún nuevo remedo del abortado Alca y no por La Franja y la Ruta de Xi Jinping. 

Hay que saber que esto no es una "zoncera argentina", como decía Jauretche. Es un crimen. Y peor que el crimen, en política, sólo es el error, como le dijo, una vez, Fouche a Napoleón.



(*) Abogado, periodista, escritor.
29/07/2016

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