Columnistas
25/10/2020

Algunos discos regionales en el año de la pandemia

Algunos discos regionales en el año de la pandemia | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

Este 2020 ha sido un año inusual para el planeta entero. Aun así, cientos de músicos y músicas de nuestra región, a ambos lados de la cordillera, se han animado a estrenar material de estudio editando grandes trabajos desde la virtualidad (capítulo I).

Fernando Barraza

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La idea de este artículo es que, más allá de leer los contextos biográficos y de producción, te de ganas de sentarte a escuchar mucha música. 

Todo lo que vas a leer y escuchar en este informe es de nuestra región, sur del sur del planeta, discos de estudio producidos a ambos lados de la cordillera. Todos están editados en este semestre, el segundo de la pandemia.

Es bueno aclarar que, de aquí a fin de año, vamos a ir periódicamente “de a media docena” de discos para no saturar a nuestrxs lectorxs y que tengan tiempo suficiente –entre dossier y dossier- de poder degustar con calma las propuestas que traemos hasta aquí.

Pues bien, lo mejor será que comencemos con el recorrido de este primer capítulo:

 

“Sabias” de Tere González

(Mendoza/Valparaíso)

A las sociedades actuales les encanta utilizar la palabra “delicado” como un desagravio. Ya sabemos que consigue más visibilidad y cierta repercusión masiva global Vin Diesel quebrándole un brazo a alguien en una película que un disco que hay que escuchar entero a través de cada uno de sus instantes de delicadeza. 

Sin embargo, la delicadeza es una de las tantas fuerzas de nuestra existencia toda. Y muchas veces es una de las más poderosas.

El disco de Tere González Arancibia es pura delicadeza. Fuerza delicadeza.

Nacida en Curimón, Valparaíso, Chile, esta joven cantautora ha pasado muchos de los últimos años de su vida en Paraná, Entre Ríos y en Mendoza. 

"Sabias" es un disco de nueve canciones perfectas en su nitidez, disco que se apoya musicalmente en el trabajo impecable de los mendocinos Lautaro Estela (batería y percusión) y Lautaro Michaux (piano), que hacen todo bien para que la voz y las guitarras de Tere vuelen como en aladelta hasta uno que, lejos de querer ver a Vin Diesel quebrando un brazo, se entrega a la profunda belleza de la placa. 

Ni más ni menos que Carlos “Negro” Aguirre está a cargo de la producción junto a Lautaro Estela.

¿Género?: la verdad que no sé, hay de todo un poco

¿Un tema favorito?: está difícil, pero si me apurás, te digo “Otoño” 

 

“Espiritado” de Las Muertes Comunes

(Neuquén Capital)

Lo primero que me gustaría hacer es transcribir una declaración de Gustavo Rulo Lupano, cantante de Las Muertes Comunes en una entrevista que nuestra compañera Paula Gingins le hizo para un diario regional. Allí Gustavo pone en contexto el porqué del nombre de la banda: 

“Hoy las muertes se cuentan por miles tensionando la salud mental y social del mundo. A nosotros no nos queda más remedio que seguir haciendo canciones mientras pasa la noche. Es nuestra manera de celebrar la vida”

Valga esta aclaración porque, en contexto de pandemia, el nombre de la banda bien puede estar navegando en una balsa que no es la suya. Todos y cada uno de los músicos de Las Muertes Comunes provienen de un universo de acción cultural sensible desde lo social, empático con lo que importa, siempre dado a ir “a más”. No son una pandilla de cínicos musicalizando un video de La Faraona. Ni por lejos.

Ahora sí: vamos al disco. Seis canciones rockeras, cortas, precisas, intensas y laburadas en una buena orfebrería de estudio. Buenas melodías, excelentes descargas de fuerza, muy buena poesía. 

Sus integrantes son cuatro cuarentañeros punks que han sabido como continuar en la senda de la protesta sonante sin caer en estúpidos infantilismos (tan típicos del rock ¿no?) y refinando sus estilos para que la punkitud 4.0 sea una verdadera gema. 

Aquí están el antes mencionado Rulo en voces, Leo González en bajo y coros (también es el encargado del desarrollo visual de la banda, muy bello por cierto), Javier Stimpy Vergara en guitarras, voces y producción general de ese sonido tan muertes comunes y el último en trepar a la balsa: Frank Arnol, en la batería y coros. Todos han compartido bandas señeras de los 90 del siglo pasado y los primeros años de éste siglo, como Lucha Sin Armas, El Viento Enloquece a la Gente o Vida Fuego Punkbeat.

¿Género?: Rock, con muchos subgéneros en medio. Hay beat, hay post punk, está el hard rock garagero de Iggy Pop, hay reggae. Y la lista sigue, aunque sean solo seis canciones.

¿Un tema favorito? “Piedras”, porque en el fondo también tengo a un viejo punk nostálgico guardado en la pieza, y este tema es lo más The Clash que escuché en mucho tiempo.

 

“Futrakecheyem Zomo” (Ancestras) de Anahí Mariluan

(Bariloche/Furilofce)

Todo lo que trajo hasta acá a la cantora mapuche Anahí Mariluan, viajando a través de tres personalísimos discos como solista, se plasma en esta cuarta producción que evoca de manera explícita a sus ancestras, al canto que las perpetuó y a la impronta que todas ellas le han impreso a una vida colectiva, a una construcción de pueblo nación y a una cosmovisión que estuvo, está y –todo lo indica- estará. Todo eso, demás está decirlo, también es lo que construye a nuestra amiga Anahí.

Mariluan es férrea en su camino, pero es versátil estilísticamente; así como puede desplegar su potencial melódico en las armonías ricas (pero bien estables) de un piano, como lo hace en la canción que da título al disco, también lo puede hacer de manera más etérea. “Lig” es un claro ejemplo de esto: la canción es una oda al color blanco en el que, en sus propias palabras: “impera el grito que es una forma del decir por todas las situaciones que enfrenta el pueblo al que pertenezco”. Escuchar como conduce (teje) las melodías con su propia voz, a través de esta sutil pero potente recreación del wirarun (gritar) es realmente estremecedor.

También hay en este nuevo disco algunos de los recursos que ya son un fuerte dentro de la propia estética musical de esta cantora, como el salir a cabalgar sobre un arpegio de guitarra, en un continuo de comienzo a fin de la canción, como lo hace en “Ragni Ko Mew” (en medio del agua) una canción que al cantarse mimetiza el suave mecer del koiwe en el agua. 

O puede Mariluan ponerse un poco más “oscura” e ir hasta lo más profundo de su mirar interno en “Kallfu wenu, kallfu leufu” (azul cielo, azul lago) para asegurar que “Kalfu pu rakizuam” (azules son sus pensamientos) con una canción que sin lugar a dudas transmite la carga emocional que el azul oscuro tiene en el imaginario humano. Que nos van a hablar de blues…

Aquí, me detengo. Como dirían les pibes de hoy: el resto es spoiler. 

A las composiciones mencionadas hay que agregarle 5 canciones más que muestran el mismo camino de canto/compromiso que siempre ha tenido Anahí, pero marcan una permanente evolución estética que se viene dando en cada uno de los trabajos que nos ha presentado desde 2015 a la fecha.

Natalia Cabello, Diego Rolón, Leopoldo Caracoche y Daniel Mariluan acompañan a Anahí en esta aventura prístina.

¿Género?: canto mapuche

¿Un tema favorito? Mi favorito es "Kalfu wenü kalfu leufu", pero voy a recomendarles "Lig" porque me parece que define mejor el momento actual que está transitando la voz de Anahí.

 

“Añorando” de San Tu

(Neuquén Capital)

San Tu es el proyecto de música electrónica que capitanea el multi instrumentista y productor neuquino Juan “Santuli” Fort, un trabajador de la música de los más eclécticos que haya tenido la escena regional norpatagónica en los últimos años (década y media, al menos).

Escuchando un EP conceptual como éste “Añorando”, el que ha sacado Santuli esta primavera pandémica, con estos tres temas que lo integran, tan perfectamente definidos desde lo estético, uno se termina preguntando: ¿es así cómo se expresa finalmente un productor musical que en 20 años ha pasado por el dub, la música concreta, el folklore hindú, el ska y el tecno más duro y puro? La respuesta es: No. 

Probablemente esta sea una fase más de todas las que Juan puede “probar” en su recorrido de vida, uno en el que –desde siempre- se le viven mezclando las cosas que produce (el trabajo musical) con las cosas que vive (el espíritu de la época en la que se encuentra a la hora de componer y grabar cada material). Juan es un artista “in feris” (en construcción) como decían en el Barroco, un tipo en permanente desarrollo. Nunca habrá un “Santuli definitivo”, así que hoy por hoy, damas y caballeros, en medio de una pandemia, con la gente viendo de qué manera posicionarse frente a la llamada “nueva normalidad”, con los haters odiando a todo lo que les da y con los humedales ardiendo para consumar negocios turbios: disfrute el público de este San Tu, porque este es el Juan Fort de hoy. ¿Mañana?, veremos…

Me gustaría mucho escribir algo profundo sobre este precioso trabajo de estudio de tres temas, pero resulta que entré al BandCamp del disco y encontré que el músico Mariano Cambiaso miembro de “Colectivx Cancionista”, había escrito algo superlativo, algo que ni en mil intentos podría expresar como él. Así que –con la autorización de San Tu- lo tomo prestado:

“Las composiciones de San Tu nos hacen recorrer nuestros propios paisajes internos. Música de valles y montañas, ritmos sudamericanos atravesados por nuevas sonoridades, un diálogo entre lo antiguo y lo actual. A lo lejos se van divisando, se presentan en forma de pulsos, en una textura de grillos cantores o de colores fugaces. Así como la añoranza, que aparece a veces y nos convida con imágenes y sonidos de viejas horas.

Ahora el ascenso a la cima, luego llegará el descanso, el encuentro, la mirada mutua, los ojos al cielo, como las épocas en las que subíamos al cerro y nos inundaba un fuerte vértigo, mezclado con felicidad”

Este disco editado el 9 de octubre, hace solo unos días, está grabado por Juan Santuli Fort en guitalele, guitarra clásica, sampler, sintetizadores y flauta dulce; Wilson Maza en Piano y piano eléctrico; y Maxi Poles en guitarra eléctrica y violín eléctrico.

Todos los temas están compuestos producidos, grabados y mezclados por Juan Fort en su estudio: “Bulug”, de Neuquén; excepto “Jaguar en el Humedal”, que fue compuesto por Maxi Poles con arreglos de Wilson Maza y Juan Fort. Todo es producción del trío, salvo los samples de aerófonos en “Jaguar en el Humedal”, que pertenecen a Jorge Alfano, de su libro/cd “Espiritualidad Andina”. El disco forma parte del catálogo virtual de Rayo Seco Discos, una editora interesantísima de investigar por su contenido heterogéneo y sólido.

¿Género?: electrónico/étnico, tal vez.

¿Un tema favorito?: Muy parejo en su belleza, muy difícil de decidir, pero me inclino por recomendarles "Paisaje del Norte”, que es el que más me impactó en la primera escucha.

 

“Nepey Tañi Üñüm Piwke” (Despertó mi corazón de pájaro) de Ketrafe

(Nueva Imperial, Cautín)

 

El peñi Ketrafe es el profe Cristofer Collio, enseña música, ha nacido en ciudad, su estilo es ciertamente urbano. Sin embargo, entrás a su música, a su voz diciente, su üllkantun, y te das cuenta de que ese muchacho no está formateado por la “civilización”, para nada. Por el contrario: su tuwvn (lugar de pertenencia) pareciera ser todo el waj mapu (territorio mapuche), arriba, en el malleo, cerca del mar, del río, en el desierto. Su voz es todas. Es que su provincia es eso: tiene todo eso junto.

Tras el maremoto social del año pasado en Gulu Mapu (Chile), este "Nepey Tañi Üñüm Piwke" es el disco que Ketrafe ha decidido mostrar este año, el de la pandemia, a las puertas de un recrudecimiento del racismo contra el pueblo mapuche en una escalada superlativa, el profe Cristofer te propone muy poéticamente “despertar el corazón de pájaro" que llevás, para entender de qué estás hecho o hecha, pero también y en el mismo disco, te regala la voz del logko Curamil, como para que no se te olvide que la lucha por la consagración de los derechos avasallados es una realidad saliente de todos lxs mapuche, en toda su historia.

Todo esto que te cuento, sucede en un disco en el que la producción sonora brilla, y si te sorprende con auriculares puestos, te garantiza un viaje de alta fidelidad, con una guitarra que suena preciosa y con la voz ultra nítida del peñi diciéndote las cosas con muchísima claridad.

La lagmen Daniela Millaleo, también cantora, también profesora, también citadina sin condicionamientos por alienación urbana, escribió unos párrafos hermosos sobre este disco y sobre Ketrafe en una edición del mapuexpress de este año. Ella te cuenta al cantor y al disco así, mirá:

“Han salido vientos nuevos que traen las noticias que los cantos prevalecen a pesar de los tiempos.

Las voces del wallmapu vuelven a nacer con cada amanecer del sol, y es sorprendente dirán ustedes que a pesar de la invasión no ha podido arrancar las flores del campo de las sonoridades donde la raíz está sobreviviendo a pesar de la tierra árida del monocultivo.

La voz de Ketrafe trae esas esperanzas. La esperanza del grito de vida del Lonko Curamil de que los brotes del pewen sigan surgiendo a pesar del fuego del colonizador e invasor. Que el kultrun puede resonar en cada marcha y también al interior del hueco de una guitarra. Hijo del fluir torrentoso del Cautin y el Imperial que rodean las tierras de traitraiko mapu. Nos lleva con su música al calor de un fogón que nos abriga con aires de wallmapu a pesar de estar en una lluvia en el concreto de la warria.

Es maravilloso sentir entre acordes el sonar de un kultrun o de un trueno al caer. Es hermoso pensar que a pesar de más de cinco siglos, la música muta como la cultura sin perder la esencia, lo indispensable de la identidad Mapuche la que no se compra ni se vende en el Retail”

Así. Así como lo cuenta la lagmen es el disco de Ketrafe, con las frescas composiciones del profe, o con las versiones brillantes, como la que hace de “Wesha Kona”, el clásico Armando y José Nawelpan.

Esta, al igual que todas las placas que hemos reseñado hoy, es una pieza para escuchar entera, sin necesidad alguna de entrar en la dinámica del salteo, ni del random, ni de ninguna otra “weá” al estilo.

¿Género?: canción/trova mapuche.

¿Un tema favorito?: “Úñüm”, porque es la canción más emocionante del disco, una verdadera puerta abierta a lo esencial del ser mapuche.

 

“Ether Population” de Lezcano

(Neuquén Capital)

 

El último disco del joven realizador audiovisual y productor de música electrónica Facundo Lezcano comienza con una suerte de latido de contador geiger y una melodía de Theremin que parecen sacados de “Radio-Aktivität” el gran clásico de Kraftwerk de 1975; pero no hay que confundirse, porque todo eso suena arriba de un colchón de producción que posee una estética actual y podría estar sonando en cualquier concierto de electrónica de este otoño boreal, ponele. Sin mediar mayor preámbulo, sobre esa melange antiguo/nueva, una vital voz femenina te dice en inglés global: “Algo para tu mente, para tu cuerpo y para tu espíritu” y la fuerza se dispara.

Así arranca “Ether Population”, el disco de electrónica que Lezcano escogió para regresar a la edición tras haber sacado hace un año y medio “Silenced by Fear”, un disco en el que se jugó a mostrar una paleta de composiciones posibles dentro de su universo de creación: “una de cada estilo”, nos contó cuando se estrenó, En este caso Facundo apuesta a una propuesta mucho menos heterogénea y más conceptual. Si bien en este disco hay variedad, también hay un orden mucho mayor que en “Silenced…” y eso es altamente favorable.

“Mi disco no pretende ser el viaje de nadie, más bien es ese termo con agua caliente que te acompaña en los viajes” bromea el músico, y se ríe. La idea del viaje, sin embargo, para él no fue una broma, y es parte importante del concepto que le ayudó a componer, post producir, seleccionar y elegir el material del disco, a ver claramente lo que quedaba y lo que no, y el orden final en el que se iban a presentar las piezas: “pensé en un viaje completo –dice- al principio bien energético, por eso arranca con ‘Something’ al principio, como la emoción de salir por la ruta, relajante al medio, para admirar los paisajes, y frenético al final, para llegar bien al destino… ¡que es cuando Cthulhu se despierta!”

Su risa suena estridente, pero lo que acaba de decir no es ni una exageración, ni una mentira: el disco termina con “Chtulu Awakes”, un imbricado y ácido instrumental que Lezcano le dedica a uno de los más célebres monstruos primigenios salidos de la mente del maestro del horror metafísico, Howard Philip Lovecraft. ¿Se puede bailar al ritmo de Chtulu? Parece que sí…

Así labura Facundo sus conceptos artísticos dentro del género musical que ha elegido para expresarse: su anclaje es lo urbano, sí, pero no deja de atravesarlo por lo metafísico, y hasta a veces lo espiritual, corriéndolo del cliché habitual de la electrónica que propone hedonismo, hedonismo y hedonismo… todo el tiempo.

El nombre que ha elegido para su disco/termo de viaje, por ejemplo, es una referencia directa a lo que el científico Nikola Tesla conceptualizaba sobre el éter.  El productor neuquino se entusiasma y cuenta:

“Tesla creía firmemente en la existencia del éter, él decía que ese era el quinto elemento, el gran y poderoso medio por el que se podían transmitir las ondas electromagnéticas, sin necesidad de cables ni otra materia visible. Yo creo que la población humana, ahora, más que nunca, debe ser la portadora de la luz. Y la etimología de la palabra éter es precisamente esa: 'portador de luz'”

Así este disco, banda de sonido para el viaje, que puede llevarte casi cinematográficamente a bailar a un club, pero también te puede llevar a las cuevas rupestres de la antigüedad más antiguas que hay en el norte neuquino a través del tema “Coyuco”, o al mismísimo laboratorio de Nikola Tesla con el ultra ochentoso “Speed of Ether”. Buen viaje, variado, pero contenido en una estética bien trabajada.

¿Género?: electrónica, progresiva, bien patagónica.

¿Un tema favorito?: Mi favorito es “Coyuco”, pero quiero cerrar este primer capítulo de las recomendaciones de discos regionales salidos en pandemia con un tema potente, pegadizo y bailable, por eso los dejo con “Something” 

Para vuestra mente, vuestro cuerpo y vuestro espíritu…

29/07/2016

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