Columnistas
04/10/2020

Todavía estamos a tiempo

Todavía estamos a tiempo | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

El gobierno de la provincia del Neuquén no puede concluir que la respuesta al Covid 19 es preparar los cementerios. Además de atender a lo que se enferman hay que trabajar para que la gente se deje de enfermar.

Eduardo Fuentes

La doctora Elsa Moreno en los inicios del plan de Salud Neuquino solía recurrir a una interesante y gráfica analogía para ayudar a comprender la relevancia del primer nivel de atención, la prevención y la importancia de hacer todos los esfuerzos necesarios para tratar de evitar el problema, es decir, para tratar de actuar lo suficientemente antes de que sea tarde.

Elsa decía que en una oportunidad un grupo de personas estaba muy abocado a socorrer a bañistas que llegaban por el río a la playa semiahogados, la playa  se encontraba río abajo de un importante salto de agua, los bañistas bajaban por el río golpeados por los acantilados y cantos rodados con una frecuencia tan alta que los socorristas ya no daban abasto. Ante la desesperación de los socorristas a unos pocos se les ocurrió dejar de socorrer y subir al salto por un camino contiguo para observar qué estaba ocurriendo. Sorprendidos pudieron constatar que la pasarela que unía los bordes de un paso peatonal sobre el salto, estaba rota de tal sutil forma que los transeúntes no se percataban y al transitarlo caían al río, se golpeaban y luego descendían semiahogados río abajo.

Elsa Moreno fue uno de los pilares indiscutidos del diseño del Sistema de Salud Neuquino, su planificación, su enfoque preventivo, fue central al momento de trazar las líneas fundamentales de trabajo.

A principios de la década de los 70 la provincia del Neuquén tenía una desgraciada cifra de mortalidad infantil superior a 100 por mil, de lo que se desprende que 10 de cada 100 niños morían antes de cumplir un año. Teníamos el triste privilegio de ser la provincia con mayor mortalidad infantil de la República Argentina.

La muerte de niños es indudablemente la muerte menos esperada de una sociedad, es la muerte más cruel, y también de las muertes más evitables.

Ya es por muchos  conocido el esfuerzo que la provincia en esa época realizó para abordar el tema y cómo en pocos años, luego de planificar y prevenir, la mortalidad infantil pasó a ser una de las más bajas del país.

Bien, la Pandemia por Covid 19 es un flagelo muy poco conocido en su origen y en su evolución, pero suficientemente conocido en su forma de contagio, rápidamente se supo cómo se transmitía y se fortaleció el lavado de manos, el uso de alcohol y lavandina como desinfectantes, la importancia del distanciamiento social, el valor de la mascarilla.

También se pudo comprobar rápidamente la capacidad de daño que el virus tiene, en particular en las vías respiratorias y alveolos de los pacientes, esa capacidad de daño, sumada a episodios de coagulación intravascular, propiciaron un importante número de casos de enfermos graves de los cuales numerosos pierden la vida.

A principio de la década de los 70 pudimos comprobar estudiando muy bien las causas de mortalidad infantil que las razones principales de muerte de niños menores de un año estaban asociadas a la deshidratación, unas, y otras al parto domiciliario.

Estudiando la deshidratación de esos niños rápidamente se concluyó que la misma estaba asociada a las diarreas persistentes. Estudiando las causas de las diarreas se concluyó que estaban mayoritariamente asociadas a la contaminación del agua de beber.

Estudiando las razones de los partos domiciliarios se concluyó que los mismos se producían en domicilio por falta de accesibilidad a los centros de salud y por falta de valoración del parto institucional.

Esos dos estudios epidemiológicos de campo que arrojaron esas conclusiones fueron los pilares que sostuvieron las acciones a llevar adelante.

Rápidamente los planificadores de esa época concluyeron que de poco servía mejorar el tratamiento de los niños con diarrea, teníamos que esforzarnos por que los niños no desarrollen diarrea.

De poco servía aumentar las salas de parto, teníamos que ocuparnos de que las embarazadas llegaran a tiempo a los centros de salud.

Bien, para acortar esta historia, la mayor energía Salud Pública la puso en la etapa previa a los hospitales, enseñó a hervir y/o clorar el agua y educó y puso énfasis en la detección precoz de embarazadas, luego estimuló el control de ese embarazo, educó sobre los valores del parto institucional y garantizó la accesibilidad oportuna al hospital antes del parto.

En síntesis, con leña para hervir el agua, lavandina para clorarla y acompañamiento para parir, disminuyó la mortalidad infantil hasta ser un ejemplo en todo el país.

Ante la pandemia por Covid 19, no hicimos lo mismo, pusimos todo el énfasis en los hospitales, en la cantidad de camas y los respiradores, en la cantidad de terapistas, en el plasma de pacientes recuperados, en el oxígeno central, etc.

En la década de los 70’ para poder llegar a esas embarazadas, para educar sobre la ingesta del agua de beber y reorientar todo un proceso cultural de hábitos y costumbres rurales y periurbano, se trabajó con un efector en salud nuevo, original de nuestro territorio, el Agente Sanitario.

El Agente Sanitario es en nuestra provincia el promotor de salud por excelencia, la persona que conoce la vecindad, el barrio, la familia, la idiosincrasia de los habitantes de su área de responsabilidad, este miembro del equipo de salud fue altamente gravitacional en la suerte de las políticas preventivas.

En esta pandemia, a muy pocos les preocupó el Agente Sanitario, a muy pocos les preocupó la promoción de la salud, dirigida y orientada a los sectores de mayor riesgo y a la comunidad en su conjunto.

La responsabilidad fundamental de evitar que las personas se enfermen, está y estuvo siempre en los equipos de del primer nivel de atención. Esos equipos, que son el primer contacto entre el sistema de salud y la comunidad, deberían haber sido fortalecidos al mismo tiempo que se incrementaban las camas de terapia.

Nos olvidamos de poner el ojo en la promoción de la salud, personalizada, casa por casa, centro comercial por centro comercial, con distribución promocionada o gratuita de barbijos, de alcohol en gel, con distribución domiciliaria de cartillas explicativas, con un trabajo en terreno sostenido, personalizado y docente. Muy pocos pensaron en subir río arriba hasta el salto de agua, y menos aún pusieron manos a la obra para arreglar la pasarela evitando de esta forma que los transeúntes caigan al río.

Todavía estamos a tiempo y la responsabilidad lejos está de ser sólo de Salud Pública, tenemos que fortalecer el primer nivel de atención, con nombramientos de los agentes sanitarios necesarios, con voluntarios, con personal y recursos de otras administraciones del estado que no estén prestando servicio.

Las máximas autoridades provinciales, gobernador y todo su gabinete, deben ponerse a la cabeza de estas acciones.

Tenemos que armar un gran grupo de educadores para la salud, que se sumen a los retenes de control, ingresen a los locales comerciales y supervisen los protocolos, que golpeen puertas y fortalezcan el uso de alcohol, el uso de  lavandina, el uso de barbijo, que eduquen, que fundamenten, que provean barbijos, que provean lavandina y alcohol, que trabajen promocionando el distanciamiento social, la promoción de la salud casa por casa, negocio por negocio, plaza por plaza.

El trabajo que no planificamos en estos últimos seis meses, de fortalecimiento real e integral del primer nivel de atención, tenemos que comenzar a hacerlo ya.

Salud Pública de la Provincia, el gobierno de la provincia del Neuquén no puede concluir que la respuesta es preparar los cementerios, no después de cincuenta años de trabajo, no después de todo lo que hemos logrado juntos, no después de todo lo que hemos aprendido.

Pongamos en valor nuevamente los conceptos de Elsa Moreno

“No solo se trata de socorrer bañistas, como nunca se dejó de hacer, se trata de evitar que sigan cayendo personas al agua.”

29/07/2016

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