Columnistas
20/09/2020

La mentira tiene patas largas

La mentira tiene patas largas | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

Hoy las falsedades pueden comenzar en un tweet y replicarse innumerables veces antes de ser desmentidas. Mientras viajan, van creando sentido y virtualidades donde residen nuestros deseos, miedos, esperanzas, odios y todo lo que anida en nuestra subjetividad.

María Beatriz Gentile *

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Hace un año la revista Science publicó un estudio donde se analizaba un conjunto de datos de 126.000 noticias que fueron compartidas 4,5 millones de veces por 3 millones de personas. 

Comparando la difusión de noticias que habían sido calificadas como verdaderas con las falsas, comprobaron que mientras la verdad rara vez llegaba a más de 1.000 personas, los contenidos falsos lo hacían en más de 10.000 usuarios de Twitter. Estas últimas tenían un 70 % más de probabilidades de ser replicadas que las primeras.

La falsedad o veracidad de la información fue un problema desde los inicios del tráfico de mercancías y noticias. En Inglaterra una ordenanza real del siglo XIII contra los propagadores de falsos reportes fue invocada en un proceso llevado a cabo contra un periodista en 1665.

En la movilización política del siglo XVIII, la prensa facilitó la discusión, difusión y crítica de ideas y así nació la llamada ‘prensa de opinión’. 

Edmund Burke, padre del liberalismo conservador, identificaría para siempre el destino de los periodistas con el “vosotros sois el cuarto poder” refiriéndose  a quienes sentados en la Cámara de los Comunes hacían de tribuna. Y David Hume, completaría la idea con el señalamiento de que “El gobierno sólo se basa en la opinión”.

Si esto es así, frente a las nuevas realidades dominadas por las fake news el tópico de Hume debería perder vigencia.

Hoy la mentira tiene patas largas. Puede comenzar en un tweet y replicarse innumerables veces antes de ser desmentida. Mientras viaja de bit en bit, va creando sentido y virtualidades donde residen nuestros deseos, miedos, esperanzas, odios y todo lo que anida en nuestra subjetividad. Y este es su real propósito.

¿Por qué mentir? Esto se lo preguntaron en los años 70’ los periodistas del diario The Washington Post cuando publicaron documentos secretos del Pentágono que detallaban que en Vietnam no sólo se estaba perdiendo, sino que la guerra era imposible ganarla. Aun así, el gobierno insistió en manipular la verdad; una forma de salvar las apariencias frente a la inconsistencia de la decisión tomada y preservar la integridad de la autoridad para el futuro. 

El sociólogo Martin Plot escribió que la justificación de este ‘salvar las apariencias’ es también ideológica: la realidad no se condice momentáneamente con lo prometido, pero una vez superado el escollo, la capacidad predictiva de la ideología recuperará su vigencia.

Lo que sucede hoy en la Argentina va por allí. La consolidación de la mentira como atributo de la política ha sido la estrategia implementada por el macrismo y ejecutada por la enorme medusa mediática.

Así como en su gobierno Mauricio Macri hablaba, no sabemos si por cínico o por autoengaño, de crecimiento invisible, lluvia de inversiones o de pobreza cero y los medios replicaban sin cuestionar validez alguna de semejante disparate, hoy asistimos a la instalación de noticias falsas que desacreditan y horadan al actual gobierno o predicciones amenazantes -como las de un golpe de estado- sin que medie posibilidad fáctica alguna.

Cinco años atrás con la estrategia de la mentira se ganaron elecciones. Ahora, en ausencia de resultados exitosos de aquella gestión, el engaño y su inoculación permite aunque sea, mantener la perspectiva ideológica del mensaje, la mirada propia. 

Una forma de insistir en ese ‘empate técnico’ que no existió -porque el soberano en las urnas dio su veredicto- pero con el que sus operadores mediáticos disfrazaron su derrota electoral. 

El esencialismo de clase de la alianza Cambiemos es lo que hoy deben conservar vigente. Conservar la idea de que es posible un Estado que no sea redistributivo y de una sociedad menos igualitaria. Y para ello han desplegado un arsenal de fake: fake news, fake allanamiento, fake ciencia.

Por todo esto, quienes gobiernan deberían dejar de esperar que el mundo imaginario de los empresarios de la opinión coincida necesariamente con el viejo mundo ‘cara a cara´ de sus gobernados. 

Habrá que volver a la calle, escuchar al barrio y empoderar al soberano, porque hace tiempo que el cuarto poder ha dejado de servirle.



(*) Historiadora, decana de la facultad de Humanidades de la Universidad Nacional del Comahue.
29/07/2016

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