Columnistas
17/09/2020

Aguafuertes del confinamiento

¿Qué se puede hacer?

¿Qué se puede hacer? | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

Charly García se preguntaba en la dictadura “¿qué se puede hacer salvo ver películas?”. Hoy ese interrogante es válido pero no debería ser un horizonte excluyente. Hay otras formas valiosas de invertir tiempo, más cuando estamos limitados por la pandemia.

Ricardo Haye *

En la antesala del golpe cívico-militar-eclesial de 1976 se separa “Sui Generis”, una de las tres o cuatro referencias más significativas e insoslayables en la historia no solo del rock nacional sino de la música popular argentina.

Charly García encara entonces la formación de un grupo de notables llamado “La máquina de hacer pájaros”, en cuya integración lo acompañaron el baterista Oscar Moro, el tecladista Carlos Cutaia, el guitarrista Gustavo Bazterrica y el bajista y vocalista José Luis Fernández.

El álbum “Películas” sale en 1977, en pleno auge de las atrocidades del régimen más sangriento y cruel que haya vivido nuestro país. A pesar de ese contexto, que además de detenciones ilegales, torturas y muertes estaba plagado de controles y censuras, la poesía y el diseño de arte de la placa nos dejó enseñanzas que siempre es bueno repasar.

Ya en la portada del disco, vemos a los músicos saliendo de un cine en el que se exhibe la película de Alfred Hitchcock “Trama macabra”, cuyo argumento espejaba alegóricamente la realidad argentina al nutrirse de secuestros y estafas. Delante de los artistas y casi saliendo de cuadro cruza un hombre ciego que carga un cuadro en el que se ve la foto de una foto, de modo que la imagen se repite hasta el infinito. Otra marca indicial de situaciones tan reiteradas que únicamente queriendo ignorarlas podrían no verse.

Charly bautizó uno de los temas con un interrogante retórico que en su propia formulación sugería respuesta: “¿Qué se puede hacer salvo ver películas?”. No había opción, porque lo vedado era de tales dimensiones que intentaba comprometerlo todo, incluido el desarrollo del pensamiento propio y, sobre todo, crítico. La pretensión estaba afortunadamente condenada a no prosperar, en grandísima medida porque la sutileza poética siempre evadió con éxito el radar de los dinosaurios.

Los versos denuncian esas carencias impuestas a una población a la que, por otra parte, mucha producción audiovisual televisiva procuraba alienar. La propia actriz del relato elige irse antes de que le toquen el timbre de su casa. Un admirador al que la realidad y la ficción se le superponen, lucha para que las candilejas no le enturbien definitivamente la comprensión y planea acercársele para pedirle que lo lleve con ella, porque él también quiere ser libre.

Más de cuatro décadas después, aquella búsqueda desesperada de oxígeno, de un lugar más amable para vivir, es desconocida por un influencer que, según acaba de saberse, tenía en su cuarto una foto suya con el genocida Jorge Rafael Videla. No puede causar sorpresa alguna que en la configuración mental de alguien que presume de ese testimonio gráfico junto a un sujeto tan repugnante haya lugar para la militancia anticuarentena y el apoyo al liberalismo más despiadado.

Frente a esas manifestaciones vuelve a resonar la pregunta de Charly: ¿Qué se puede hacer salvo ver películas? Esa alternativa es válida si sirve para escapar a imágenes tan degradantes, pero más allá del aporte conceptual y espiritual de las buenas realizaciones, no debería ser un horizonte de vida excluyente.

Hay otras formas valiosas de invertir tiempo, especialmente cuando como ahora estamos limitados por la pandemia. Escuchando música, por ejemplo y ya que mencionamos algunos de sus intérpretes. O leyendo, que es una forma de obtener gratificación y de conocer lugares, personas, culturas. Gracias a los dispositivos electrónicos ahora también podemos expandir el ámbito de nuestras conversaciones y el número de nuestros interlocutores. En suma, aquel interrogante de García debe ser leído como una ácida interpretación de su época, pero nunca como la única salida posible en contextos limitantes.

El diálogo inteligente que podamos entablar con la poesía, la literatura, el arte audiovisual o los materiales sonoros y el contrapunto argumental con quienes contribuyan a la expansión de nuestra conciencia y el enriquecimiento de nuestra cosmovisión constituyen nuestros salvavidas más efectivos.

Esas manifestaciones de la cultura son los modos en que podemos protegernos de la bajeza moral de los añorantes de regímenes sangrientos, de la imbecilidad de aquellos que insólitamente continúan reivindicando recetarios liberales que le hicieron tanto daño a la estructura económica y productiva de la Argentina.

Expresiones sensibles como las anotadas nos resguardan de la mezquindad de algunos de los que tienen tanto y ponen todas sus energías en que muchos sigan siendo pobres, de la estúpida ostentación de personas que siguen queriendo defecar por encima de sus culos, del terraplanismo intelectual de quienes solo son capaces de expresar una feroz antipatía de clase o un odio ideológico que atraviesa horizontal y verticalmente a los miembros de cualquiera de ellas que osen pensar desde categorías humanistas e inclusivas.

Solo el cultivo de nuestras facultades intelectuales nos permitirá trascender la malevolencia con la que ciertos argentinos hablan de sus prójimos de países vecinos, la necedad anticientífica de los que se oponen a la vacunación, el racismo y la intolerancia que la gente de rancio abolengo e incluso unos cuantos poligrillos expresan frente a compatriotas a los que tienen en menos.

Sin exponernos al influjo reparador de la reflexión únicamente seremos víctimas de los cabeza de termo que hicieron suyos unos anacrónicos estatutos de coloniaje en virtud de los cuales se proclaman vasallos y hasta cacerolean en defensa de los intereses de quienes los esclavizan o de los miembros de religiones y sectas oscurantistas que intentar poner marcha atrás el reloj de la historia. 

Cualquier cosa que hagamos para preservar a las futuras generaciones de estas poquedades cognitivas y sus consecuentes miserias del alma será bienvenida. Incluso, por supuesto, ver películas que sirvan para la causa.



(*) Docente e investigador del Instituto Universitario Patagónico de las Artes.
29/07/2016

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