Columnistas
22/08/2016

Caso Ibazeta, entre la indiferencia y la impunidad

Caso Ibazeta, entre la indiferencia y la impunidad | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

La historia de Cristian Ibazeta es similar a la de muchos jóvenes de escasos recursos que, para sostener sus adicciones, suelen cometer delitos menores. Terminan presos y vulnerados sus derechos humanos básicos en cárceles que funcionan como verdaderos reservorios de autoritarismo.

Marcelo Pascuccio

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Cristian Ibazeta tenía problemas de adicción, perdió el trabajo y, por robar con un arma, fue preso a una cárcel donde violaron sus derechos humanos básicos. Allí también fue asesinado. Su caso, como el de muchos otros, dejó en evidencia la realidad de la mayoría de las unidades penitenciarias provinciales y nacionales: funcionan como verdaderos reservorios de autoritarismo, xenofobia, racismo y miseria humana propios del germen de la dictadura. La U11 neuquina no escapa a esta realidad, tiene vestigios de cárcel clandestina.

Para quien quiera leer, una muestra clara de que la democracia nunca llegó a las cárceles.

La familia ibazeta reconoce que a gran parte de la sociedad no le importa la vida de los presos, perdieron toda esperanza en el sistema judicial y se encomiendan a la justicia divina.

La de Cristian es una historia que se repite entre los jóvenes de escasos recursos con problemas de drogas. Suelen cometer robos menores para poder mantener sus adicciones. El Estado, en estos casos, actúa cuando el delito ya se cometió, reprimiendo y judicializando. No hay políticas concretas y efectivas que aborden el problema en el estado pre delictual.

Pero Cristian Ibazeta cometió su “peor pecado” en el encierro: rebelarse ante los hechos de injusticia y abusos policiales. Había denunciado “apremios” en cuatro oportunidades y fue el testigo clave en la denuncia por  torturas contra 27 policías, en el 2004.

Es causa comenzó en abril cuando requisaron a la madre del joven. Ciega por esclerosis múltiple fue obligada a desnudarse y luego ultrajada. Cristian Ibazeta enfureció y tres pabellones del penal se plegaron a una protesta masiva y, como consecuencia, durante tres días las guardias policiales reprimieron a palazos la revuelta. A los presos los torturaron desnudándolos y castigándolos con manguerazos de agua helada, mientras los obligaban a cantar el himno. Si se equivocaban les daban fierrazos en las rodillas, los apilaban desnudos y les caminaban por encima, o les pegaban en las plantas de los pies.

En abril de 2004 era gobernador Jorge Sobisch y Luis Manganaro ocupaba el ministerio de Seguridad. 

En 2010, después de muchas dilaciones, se realizó el juicio contra los 27 policías y solo 6 fueron condenados.

 

Las denuncias en la cárcel se pagan con el cuerpo

Cristian Ibazeta fue asesinado el 21 de mayo del 2012, de 24 puñaladas en la celda individual de la U11 en la que permanecía encerrado. Le faltaba un mes para empezar el régimen de salidas transitorias. El Estado no le pudo explicar a la familia cómo a 15 metros de la celda, donde estaba la guardia, los policías no escucharan nada. Los agresores fueron al menos dos y le provocaron gravísimas lesiones con arma blanca para lo que primero debieron abrir la celda. Cuarentaminutos antes, los carceleros habían requisado los calabozos  y no habían encontrado ni armas blancas ni facas.

El fundado temor de los presos para prestar alguna declaración y el pacto de silencio de los policías imposibilitaron cualquier avance de la investigación. La asociación Zainuco, que defiende los derechos de las personas privadas de la libertad, exigió el esclarecimiento del hecho, denunció una posible zona liberada dentro de la cárcel y pidió las renuncias del ministro Gabriel Gastaminza, del jefe de Policía, Raúl Laserna, y del jefe de Unidades de Detención, Carlos Brondo.

Gastaminza dijo que la policía no está involucrada en el hecho

Cristian Ibazeta hoy tendría 34 años, su hijo ya tiene 16 y fue papá recientemente. Va con Firma habló con Paola Ibazeta, la hermana Cristian:

- ¿Cómo llevan esto de que a gran parte de la sociedad no muestre interés por un joven asesinado en  una cárcel?

Los pibes privados de la libertad están discriminados, a nadie le importa lo que les pase. Igual creo que si la gente lo vive en carne propia cambia de idea. Yo nunca pensé que nos podía pasar algo así. Somos una familia laburadora y bueno, Cristian cayó en el tema de la droga y todo lo que pasó después.

-¿La enfermedad de la adicción a las drogas creés que fue determinante en la suerte de Cristian?

Creo que si. El comenzó con el consumo cuando laburaba y después el hecho de quedarse sin trabajo lo llevó a delinquir. Como todo adicto se niegan a tratarse y ya dentro de la cárcel no hay ninguna posibilidad de tratamiento.

-Tu hermano no parecía tener miedo a las represalias al momento de denunciar abusos o torturas en la cárcel.

Cristian siempre fue una persona muy buena de querer siempre ayudar y hacer algo por los demás. El cometió un delito y lo estaba pagando. Fijate que la idea de él, con las salidas transitorias, era trabajar con mi papa en la casa y traer a su hijo para que viviera con él. Pero también lo rebelaban las injusticias y sobre todo dentro de la cárcel.

Yo creo que Cristian donde está, seguro que está contento con lo que hizo porque defendió sus derechos.

- ¿Te queda alguna esperanza de que la Justicia les explique qué paso y castigue a los culpables?

Ya no tengo esperanza en la Justicia, pero creo que hay un Dios que todo mira y si no hay justicia terrenal hay un Dios que hará justicia.

29/07/2016

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