Argentina
09/09/2019

Crisis, elecciones y tensión

Macri decidió poner proa a la transición

Macri decidió poner proa a la transición | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

El gobierno y el peronismo parecen coincidir en la necesidad de no quemar las naves y lograr una transición ordenada. Pero el inicio de la campaña electoral para las elecciones del 27 de octubre pone a prueba la tregua. Los riesgos y posibilidades que la cautela, el piloto automático y la exaltación brindan a los principales candidatos.

Daniel Hernández

El presidente Mauricio Macri decidió encarar la transición. Sabe que sus chances de lograr la reelección son cada vez más remotas y que si esta tiene alguna posibilidad no se juega ahora, con la economía corcoveando, sino el tramo final de la campaña electoral para los comicios de octubre. 

En la semana que pasó la Casa Rosada tendió puentes con el ganador de las PASO, Alberto Fernández, y archivo el discurso “negativo” con que fustigaba a su rival, a quien necesita para evitar el naufragio.  

Reprogramación de los vencimientos de la deuda, nuevo acuerdo con el FMI,  control de cambios y cuidado de las reservas, son la punta de lanza con las que el gobierno busca estabilizar la situación financiera. Ninguna de ellas fue objetada abiertamente por el Frente de Todos. Es más: fueron recibidas con alivio.

El otro paso que dio el presidente en los últimos días fue desactivar los discursos más agresivos de sus alteregos públicos, Miguel Ángel Pichetto y Elisa Carrió. También frenar la avanzada cibernética a través de las redes sociales, desde donde afines y/o trolls suelen hacer profesión de odio.   

“Un acuerdo entre Macri y Fernández, al estilo del que en Brasil gestaron en 2002 el entonces presidente Fernando Henrique Cardoso y los opositores Lula y Serra hubiera sido eficaz para contener la crisis, pero en las dos semanas posteriores a las PASO, ya no en la tercera”, aseguró a Va Con Firma Rosendo Fraga, director del Centro de Estudios Unión para la Nueva Mayoría.

Según el analista, “las soluciones políticas en las crisis económicas tienen sus tiempos. Si no se los aprovecha, se pierde la oportunidad”. 

Tal vez por eso hoy no hay acuerdo formal. Ni siquiera de palabra. Sino uno que se construye al ritmo de las medidas (y las acciones) del gobierno y las respuestas de Alberto Fernández. 

Un esquema inestable que se verá afectado por la campaña electoral que ayer se reinició formalmente y donde los principales candidatos observan con desconfianza los dichos y hechos del otro.

Elecciones

Lo que suceda en la campaña electoral, más que en la elección en sí, determinará el tipo de transición que conducirá hacia un nuevo gobierno a partir del 10 de diciembre. 

En su doble condición de presidente y candidato Macri osciló entre un discurso medido, de corte institucional, y otro de campaña, en la línea de la discursividad “negativa” respecto al kirchnerismo, algo que le dio réditos en 2015 y 2017 pero no este año.

Esta dualidad, en las semanas posteriores a las primarias del 11 de agosto, fue un tiro en el pie. Mientras el presidente intentaba mostrar una Argentina estable y previsible agitaba el fantasma del caos y la inestabilidad ante un posible “retorno del kirchnerismo” al poder.

El resultado de este movimiento terminó de alejarlo de la sociedad. Y también  del electorado que necesita reconquistar para tener chances de ser reelecto. Pero además, tuvo un efecto negativo sobre “los mercados”, que terminaron por hacer propio el discurso presidencial desatando una nueva corrida cambiaria. 

Algo similar ocurrió con el FMI, que más allá de decir que seguirá “acompañando a la Argentina” sigue sin dar señales claras de si va a aprobar o no el desembolso por 5.400 millones de dólares que el gobierno necesita como agua. 

“El votante de Cambiemos ha recibido las medidas con impacto y contradicción. No afectarán al ‘núcleo duro’ pero si a los simpatizantes independientes”, explica Fraga, para quien “los efectos y costos de estas medidas recaen sobre sectores medios y altos que han sido, hasta las PASO incluidas, votantes del oficialismo”. 

En este escenario la virulencia discursiva que agitaba la suma de todos los miedos por “la vuelta de los K” parece haber quedado sepultada. El presidente repite una y otra vez que lo único que le interesa ahora es “llevar tranquilidad” a los argentinos.

“La marcha del sábado 24 de agosto permitió al gobierno consolidar, al menos hasta las últimas medidas, el tercio que lo votó en las PASO. Pero el deterioro de la situación económica anuló dicho efecto político”, advierte Rosendo Fraga. 

Según el consultor “el oficialismo ha comenzado ahora a convocar mediante en las redes sociales a otra marcha para el sábado 19 de octubre, la semana antes de la primera vuelta”, cuyo tono es todavía un incógnita. 

Habrá que ver qué campaña es posible para el oficialismo en este contexto económico, donde tanto el discurso positivo (lo hecho por el gobierno en estos cuatro años) como el negativo (la estigmatización de la principal fuerza opositora y de sus candidatos) se revelan a priori como insuficientes.

Hacer la plancha en mar agitado

Para el peronismo la ecuación parece más sencilla pero no por eso menos preocupante. Los más de 15 puntos que el Frente de Todos le sacó a Juntos para el Cambio en las PASO del 11 de agosto le dan cierta tranquilidad, al menos en el terreno electoral.

Además, gobernar sobre cenizas después del 10 de diciembre es siempre peor que llegar y tener que combatir las llamas. El daño puede ser menor. De ahí que el escenario actual, lejos de ideal, le plantea a Alberto Fernández una perspectiva superadora a la del Macri incendiario del 12 de agosto.

“La oposición mantiene una actitud cautelosa”, analiza Fraga, para quien “frente a las medidas del 28 de agosto y el 1 de setiembre la fórmula Fernández-Fernández eludió definirse. Están adoptando la misma actitud del FMI, que ha dicho va a analizar las del 1 de setiembre cuando todavía no terminó de analizar las del 28 de agosto”. 

En el peronismo saben que aun estabilizando algunas variables macroecómicas y logrando una tregua en la situación financiera, el gobierno llegará a las elecciones presidenciales con una economía jaqueada por la inflación y la recesión y con una situación social muy crítica. Hacer la plancha parece una opción razonable, aunque el mar picado pude hundir al más advertido.

“La caída de la actividad industrial, el bajo uso de la capacidad instalada y la pérdida de 200.000 puestos de trabajo formales en el sector durante el gobierno de Mauricio Macri son elocuentes” para el electorado, razona Fraga. 

Y también parece serlo para el establishment internacional. “Macri fue muy apoyado – recuerda Fraga- a través del préstamo de 57.000 millones de dólares del FMI y las manifestaciones que recibió nueve meses atrás en la Cumbre del G20. Fue para ‘evitar el retorno del populismo a la región”, como dijo Trump. Fracasado ese objetivo parece haber disminuido el interés de apoyar a Macri con acciones excepcionales, como sucedió hasta las PASO”. 

“Tanto un vocero del Departamento de Estado como el vicepresidente de Brasil han dicho que van a cooperar con el gobierno de Argentina que sea electo,  sea quien sea. Es un giro realista frente a un resultado electoral que no es el que preferían”, sintetiza el analista. 

La visita de Alberto Fernández a España de la semana pasada (con sus reuniones con políticos, funcionarios y banqueros) da cuenta de esto mismo. Al peronismo también se le despeja ese lado de la cancha.

A toda velocidad

“La característica de este tipo de crisis es la velocidad”, advierte Rosendo Fraga. “Han pasado tres semanas de las PASO, pero en términos de tiempo subjetivo parece haber pasado mucho más. El tema es que restan seis semanas hasta la primera vuelta, el doble del tiempo transcurrido”, dice el analista.

La velocidad de la crisis no sólo puede terminar de erosionar al gobierno sino también las expectativas de cambio. La angustia colectiva por el actual estado de cosas empuja tanto al oficialismo como al principal espacio opositor hacia la mesura. La intensidad de la batalla se verá, quizás, en la recta final de la campaña.

Los principales socios políticos del presidente, con la gobernadora bonaerense María Eugenia Vidal a la cabeza, necesitan una transición ordenada para preservar capital político de cara a un futuro que aspiran protagonizar. Básicamente, le piden al presidente que desista definitivamente de quemar las naves en una elección que creen perdida. 

El peronismo también necesita de la calma. Así lo entiende su fórmula presidencial. Cristina Kirchner con apariciones muy esporádicas y focalizadas. Alberto Fernández sin movimientos bruscos ni declaraciones altisonantes. Ambos, atentos a que propios y aliados reduzcan al mínimo el margen de error. La primavera es larga y a nadie le conviene que se convierta en un calvario.

29/07/2016

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