Argentina
28/01/2021

Un barrio sin agua en medio de los incendios patagónicos

Un barrio sin agua en medio de los incendios patagónicos | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

Los incendios en los bosques cordilleranos de la Patagonia son cada vez más frecuentes verano tras verano (fotos de Mauricio Amiel).

Nicolás Gildengers

Promediando enero de 2021 se iniciaron varios focos en la Comarca Andina del Paralelo 42: tres en Epuyén, otro en cercanías del Arroyo Los Repollos y, pocos días después, en el Barrio El Mirador, que linda con la Ruta Nacional 40.

Este último foco se inició el domingo 24, y su inicio puede haber sido generado por las brasas mal apagadas de un asado, aunque peritos de Bariloche investigan si fue por otro motivo,y en tres días consumió entre 8 mil y 10 mil hectáreas de bosque, animales y lo que se cruzó en su camino. “Arrancó entre las 5 y las 6 de la tarde, yo escuché un sonido y gritos, salimos de la casa y ya había fuego a dos cuadras de mi casa”, explicó Yanina Díaz, vecina del barrio, quien además explicó que el incendio se esparció para todos lados muy rápidamente.

El barrio, en el que viven más de ochenta familias, tiene casas de madera, calles de tierra, plantas nativas y muchos pinos que fueron insertados en la zona para la explotación forestal. Hay varios problemas que genera esta especie: seca las vertientes de agua, tira espinillas al suelo que modifican la acidez de la tierra e impiden que crezcan otras especies, y su resina es muy inflamable. Una vez que se prenden fuego los pinos, se calientan las piñas y explotan como granadas que vuelan muchos metros y prenden fuego en otros lugares.

Por las calles de tierra se ven algunas personas trabajando en sus patios, cargando botellas de agua que llenan en una pelopincho, ubicada al costado de la ruta, y que es cargada con agua que acerca gente que vive en el pueblo. El Mirador se quedó sin agua, porque la manguera que recorre casi tres kilómetros hasta la vertiente se derritió por el calor de las llamas. Cada tanto llega algún vehículo con ayuda: comida, agua en bidones y botellas, nafta para las motosierras, machetes, ropa y botas de trabajo que reemplacen a las que se quemaron y derritieron. Todo se va dejando en lo que hasta hace días era una canchita de fútbol, y hoy es la cocina de campaña, salita de primeros auxilios y lugar de reunión, en la que vecinos y vecinas de todas las edades trabajaron en brigadas para hacer cortafuegos talando árboles, haciendo zanjas,  curando a las personas quemadas.

Los árboles que rodean la canchita no dejan ver lo que pasa detrás, en el bosque, lleno de huellas que permiten caminar por entre los pinos cortados, quemados, negros. Aunque no haya fuego en la superficie, se hacen rondas de guardia de ceniza, porque el fuego quema los arboles por arriba y las raíces por debajo de la tierra, y eso se puede ver porque de la tierra sale humo, o se prenden nuevos focos en donde el fuego ya estaba apagado.

Ese trabajo en El Mirador también lo hace la gente que habita el lugar, porque nunca llegaron funcionarios municipales o provinciales a brindarles su apoyo: “En principio llegaron bomberos voluntarios, pero como lo que se prendió fuego era bosque se fueron, porque ellos sólo se encargan de las casas”, explica Díaz: “después llegó el SPLIF (Servicio de Prevención y Lucha contra Incendios Forestales), pero no vino al barrio, sino que se fueron para otro lado, y fueron los vecinos los que se ocuparon de hacer los cortafuegos”.

A causa del viento el fuego, que se inició en el barrio, creció  hacia la Cuesta del Ternero, en la Ruta Provincial 6, camino a El Maitén. En ese sector hay campos con animales, pobladores rurales que hicieron su vida en ese lugar, y que perdieron mucho o todo con la muerte de sus animales, una escuela primaria y viviendas. El fuego arrasa con lo que toca, y el viento lo aviva, lo hace más fuerte.

Los helicópteros y aviones pasan durante el día, con horarios determinados. A la noche no hay brigadistas, aunque en el barrio nunca los hubo. Algunos vecinos que estuvieron trabajando en el incendio explican que los aviones son más efectivos, que rocían cuando pasan y cuando vuelven para recargar, pero que los helicópteros reavivan el fuego con el viento que generan las aspas. Entre los vehículos que llegaron, apareció una F-100 vieja de uno de los vecinos, a la que le cargaron un tanque de agua de mil litros y una motobomba a nafta, que usaron para aplacar las llamas.

Yanina Díaz explica que: “La primera noche fue la más fuerte, a las pocas horas del incendio ya no teníamos agua, así que usamos el agua de los reservorios, los tanques y las pelopinchos para apagar el fuego”, y que en uno de los viajes al pueblo, distante unos 17 kilómetros, “mi compañero acercó una nota al municipio de El Bolsón, del que depende el barrio, para pedir la asistencia de un camión cisterna que abastezca de agua, aunque el camión se rompió y llegó ocho horas más tarde”.

Mientras se escuchan los aviones y helicópteros sobrevolando la zona, y vemos cómo las primeras gotas de esa ansiada lluvia empiezan a mojar de a poco el suelo, Yanina explicó que hay muchas personas heridas, porque todo el barrio trabajó para controlar que el fuego no llegue a las casas, con la ayuda de gente de la zona que colabora con lo que tiene, sobre todo agua y comida.

Durante su relato, Yanina cuenta que cuando el fuego está tan cerca de las casas, con la adrenalina del momento, ella no se detuvo a pensar en nada “hasta que le empecé a curar una herida a un nene de 9 años, con el pie quemado, y pensé en qué momento este nene estaba apagando el fuego, que no nos dimos cuenta”.

29/07/2016

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