La necrológica del fracking no está escrita, pero este modo de abordar el negocio petrolero que enamoró al partido de gobierno de Neuquén a partir de la primera década de este siglo, y de la experiencia de Estados Unidos para recuperar autoabastecimiento y hegemonía en el mercado internacional, no ofrece hoy un horizonte claro de repunte. 

El coronavirus, que le puso freno al consumo de energía en el mundo, sumado a la batalla en el mercado entre Rusia, Arabia Saudita y el país del norte por el precio del barril de petróleo, arruinan día a día el punto de equilibrio que deben mostrar las planillas Excel de las compañías para seguir operando con técnicas no convencionales, aquí y allá también.

El gobierno de Alberto Fernández aún no había terminado de definir la política energética, cuando a principios de marzo comenzó el desplome del precio del crudo a nivel mundial y la llegada del virus al país corrió todos los ejes de preocupación hacia un solo lugar: el de la preservación de la vida. 

Vaca Muerta no está terminada ni mucho menos, pero sí afectada en su desarrollo potencial como actor del mercado externo. El presidente lo dijo con toda claridad este fin de semana en una entrevista con el periodista Horacio Verbitsky: "La posibilidad de exportar de Vaca Muerta, hoy está muerta" (ver nota aparte). Aun en este contexto de prioridades muy específicas, las empresas y las provincias productoras de gas y petróleo mantienen firme la presión sobre el gobierno para que instrumente un precio interno del petróleo que permita sostener las expectativas de Vaca Muerta.

Los problemas que enfrenta el fracking no están presentes solamente en la cuenca neuquina, ni tampoco pertenecen al presente. La semana pasada, una productora de shale de Estados Unidos, la empresa Whiting Petroleum Corp, se declaró en bancarrota y se transformó en la primera compañía de shale de ese país que llegó a esta situación límite por la caída constante del precio, informó la agencia de noticias EFE.

Whiting Petroleum, cuyas acciones en los últimos meses habían perdido cerca del 90 % de su valor, se encamina hacia una reestructuración, durante la que esperan poder continuar con algunas operaciones de negocio y cumplir con sus obligaciones financieras.

La industria que utiliza el fracking en Estados Unidos ya enfrentó problemas de solvencia el pasado año y, solo en 2019, 42 petroleras con más de 25.000 millones de deuda acumulada se declararon en bancarrota, según un informe de la firma jurídica Haynes & Boone.

La utilización del fracking requiere de auxilios externos importantes, en el caso de Estados Unidos vía endeudamiento de las petroleras con el mercado, y en Argentina a través de subsidios del Estado. Sin esos soportes externos, el shale no sería viable, porque la extracción es más onerosa que con métodos convencionales y el precio de venta en el mercado un factor clave para su desarrollo.

En un documento de marzo del año pasado, el Instituto de Economía Energética y Análisis Financiero (Ieefa), una institución financiada por fundaciones del capitalismo concentrado, entre ellas la de la familia Rockefeller, decía, en un contexto político y económico diferente, "es poco probable" que prospere el desarrollo de Vaca Muerta porque la industria necesita más subsidio del Estado. Por supuesto que el informe apostaba a subir el auxilio estatal.

El factor coronavirus y la consecuente parálisis de la economía mundial es una variable que no se sabe cuándo se va a normalizar. Pero la de los precios es más previsible, y en eso están los países miembros de la OPEP (Organización de Países Exportadores de Petróleo) y Rusia, que ayer se iban a reunir para bajarle los decibeles a la guerra. Finalmente la cita se pospuso para el próximo jueves, y se espera que para normalizar un poco los precios se pacte una disminución diaria en la oferta del orden de los 20 millones de barriles de petróleo.

“La posibilidad de exportar de Vaca Muerta hoy está muerta”