La pandemia del Covid-19, que durmió a la economía mundial entrelazada por un capitalismo tecnológico, sofisticado y ultraconcentrado, desnuda fallas estructurales de modelos de gestión que, como el del MPN en Neuquén, pusieron el acento en el desarrollo de solo un sector de la economía. Son esquemas conservadores que no permiten desplegar estrategias de diversificación, que exprimen al máximo los beneficios de los buenos tiempos y no son previsores, generando mecanismos de ahorro, para enfrentar momentos de vértigo como el actual.

Desde que comenzó en China, el nuevo coronavirus dio vuelta todo en menos de cien días, pero tal característica expansiva y destructiva no es excusa para no revisar las fallas de un estilo de gestión que da resultados mientras fluye el dinero de la industria petrolera, pero que intranquiliza con velocidad cuando desaparece. 

El coronavirus deja al descubierto un método de felicidad tramposo, que provoca bienestar pasajero y que, además, sirve para sostener a la máquina perfecta de ganar elecciones. 

Neuquén construyó un laberinto que, en escenarios de tanta incertidumbre como el de hoy, plantea pocas salidas, entre ellas tomar más deuda, algo que ya el gobernador Omar Gutiérrez tiene a disposición aunque de difícil ejecución en este contexto, y recibir ayuda del Estado nacional, lo que efectivamente está ocurriendo.

El coronavirus y las acciones defensivas de una sociedad que privilegia la vida antes que la economía para enfrentarlo, han puesto a la ¿rica? y altanera Neuquén de Vaca Muerta, en un sitio de extrema debilidad, sin plan B de matriz propia.

A la ministra de Gobierno y Seguridad Vanina Merlo, le encomendaron ayer transmitir con  dramatismo, un panorama que explique el desplome de la economía en la provincia y las consecuencias inmediatas que provoca sobre los ingresos regulares, tema sobre el que viene informando.

La funcionaria limitó su intervención a una reflexión de coyuntura, no a los problemas de base, y les habló a los empleados del Estado y en especial a la dirigencia sindical, de cara a un futuro inmediato de características de ajuste. Merlo dijo que se trabaja "día a día" y que la pérdida de ingresos de abril se calcula que será equivalente a un mes de la masa salarial. Ya avisó cómo viene la mano. "Esto realmente es duro", dijo.

En el MPN, algunos siguen pensando que si no se hubieran congelado los precios de los combustibles el año pasado, y que si el presidente Alberto Fernández hubiera aceptado las presiones de las empresas petroleras, del gremio y de la provincia de Neuquén para volver al libre mercado, tal vez hoy Vaca Muerta podría estar un poco mejor. Es un argumento sin validez alguna frente al tamaño de la crisis mundial y del desplome de la demanda del petróleo, con precios volátiles y por el piso, que además sirve para seguir escondiendo el problema central del modelo neuquino bajo la alfombra.

Si el sector más dinámico de la economía de la provincia se apagó, y no se sabe por cuánto tiempo, Neuquén podría sufrir menos si hubiera desarrollado, después de tantos años de vivir de la renta petrolera, diferentes actividades económicas, más allá del turismo que también está afectado. Pero ese no fue el negocio que vio el MPN desde sus inicios, un partido nacido y criado en la cultura extractivista que, como se sabe, tiene mirada de alcance limitado.