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03/09/2020

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A la derecha solo le queda la prensa

A la derecha solo le queda la prensa | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.
Foto: Pepe Mateos

El nivel de desorientación y perturbación ideológica en este colectivo es alarmante por su ignorancia política, sobre todo después de tantos años de recorrido democrático.

Guillermo Gentile *

Hace muchos años, en los pueblos o ciudades pequeñas de casi todo el país, existía un medio de comunicación e información pública comunitaria, organizado a través de una red de altoparlantes ubicados a lo largo de la calle principal de la localidad. Las conocimos como “propaladoras”. Alrededor de las 16, comenzaban a difundirse noticias de toda  índole, música popular de moda, información oficial municipal y muchísima publicidad de comercios locales. 

Lo característico y llamativo era la potencia y la estridencia de las bocinas, como se llamaba a esos artefactos de amplificación, instalados en las alturas, en columnas de alumbrado o también en los árboles de las plazas y veredas. Este estruendo se percibía prácticamente en todo el pueblo. 

Para todo aquél que se acercaba por primera vez al lugar, se creaba en su imaginación la existencia de un sitio urbano lleno de vida, alegre, con frondosa actividad comercial y social. Sin embargo, a poco de transitar el centro comercial, se advertía un penoso contraste. Poca gente desplazándose por las calles, automóviles circulando lentamente sin destino, aburrimiento y hasta cierta languidez popular. Muy poco que ver con la vocinglería de la propaladora.

Exactamente la misma sensación del forastero que arribaba a esos pueblos, es la que producen las movilizaciones de la derecha argentina actual. No forma parte de esta reflexión la pretensión de definirla ni identificarla. Pero de todos modos, no sería injusto imponer un reduccionismo, si se quiere arbitrario, a la hora de describirla, pero daremos por conocido el concepto.

Obviamente, la propaladora  en esta realidad está representada por los medios periodísticos hegemónicos. Estos se encargan de la estridencia en la comunicación y del aporte discursivo a los transeúntes de la queja y el reproche. Como un auténtico jeroglífico aún no descifrado, surge incomprensible la penosa conformación social-política-cultural de este nuevo agrupamiento. Pero luego, esta misma congregación se encarga de autodefinirse al momento de verbalizar su angustia. El nivel de desorientación y perturbación ideológica en este colectivo es alarmante por su ignorancia política, sobre todo después de tantos años de recorrido democrático.

Con la poderosa derecha estructural se convive y se confronta. Al poder económico y financiero argentino, a los empresarios parásitos del estado y a los medios de comunicación incorporados a dicho poder económico, hay que sumarle el Poder Judicial casi en su totalidad, los políticos conservadores, las Fuerzas Armadas y de seguridad y sectores de la Iglesia Católica, en retiro provisional. Esta derecha mantiene su capacidad íntegra instalada y se sostiene desde el fondo de la historia. Se manifiesta como un poder para institucional o meta institucional, que esporádicamente es perturbado por los movimientos políticos populares y democráticos y no ahorran medios para destruir la ilusión revolucionaria o al menos transformadora.

Pero ahora, el frente del poder real ha advertido que la continuidad democrática conspira contra él. Ha tenido que improvisar nuevas herramientas para conservar su estatus cuasi imperial. No dispone de las Fuerzas Armadas a mano como ocurrió históricamente. Ocasionalmente tampoco de la Iglesia Católica. El Poder Judicial corre el riesgo de ser penetrado por una nueva generación de abogados y juristas egresados de las universidades fundadas en períodos de gobiernos democráticos  y progresistas. 

Y es aquí donde aparece la derecha contingente, creada, instruida y arrojada al ruedo por aquel poder que tiene la potestad y la experiencia para hacerlo: La prensa. Los medios de comunicación de una identidad ideológica homogénea. Una derecha contingente subida a un teatro carente de pensamiento crítico, de principios democráticos y por qué no de ilustración. Arrastrados por el odio “anti”, pero sin futuro. Padecen la ausencia de cohesión discursiva. Pero lo peor de esa congregación básicamente destituyente, es que carecen del componente histórico imprescindible para constituirse en un movimiento político sustentable.

Hoy la poderosa derecha estructural juega sus fichas también en ese tapete. Alienta y festeja las movilizaciones de ese grupo social al que hubiesen llamado “turba” si se tratara de personas de otro signo político.

Es la derecha vocinglera, la que a través de sus bocinas atronadoras, los medios de prensa hegemónicos, se hacen escuchar en los centros urbanos despoblados, indolentes y desdeñosos. Reclaman cadalsos, rejas, hogueras para el enemigo. Vociferan ante los micrófonos audaces de los “prensa” temerarios. Se apropian de símbolos patrios y culturales, al punto de incurrir en blasfemia y herejía histórica. El demonio y la hostia.

El gran pueblo, indiferente. La “gente”, azorada.  Y algunos hasta creen que llegó el carnaval.

A esa derecha solo le queda la prensa.     



(*) Abogado, ex secretario de la Defensoría del Pueblo de la provincia de Buenos Aires
29/07/2016

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