Como volver a un pliegue de la dictadura: cuando la represión empezaba a distraerse, en esos lugares donde aflojaban los cerrojos, en los edificios donde los militares y sus mandantes no entraban, en esos descuidos de la rigidez policial, alguna gente encontró la forma de recuperar las organizaciones populares. Nada era fácil, casi nunca fue fácil, pero había ciertas hendijas en el sistema blindado de los dictadores. En esos sitios fueron a encontrarse quienes inventaban cómo burlar la telaraña, y de eso hablan Salaburu, Escudero y Savanco -también sus invitados- en este libro.

De esos hechos pasaron ya cuarenta años. Meses antes de la guerra (y derrota militar) en Malvinas, en una sociedad cuyo tejido había sido horadado por el terror, trabajadoras y trabajadores hicieron eclosionar en agrupaciones sindicales esos encuentros parciales, escondidos, casi clandestinos. Había una pantalla cuya dimensión se extraña en los días actuales: el papel de la Iglesia católica neuquina en la defensa de los derechos humanos y la protección de los trabajadores, en línea con los postulados del Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo.

El obispo Jaime De Nevares convocó a una Asamblea Diocesana en 1981, con el pretexto de recordar sus primeros veinte años al frente de la diócesis de Neuquén. Un año antes se había producido sobre la plaza Roca, de la capital provincial, la primera manifestación contra la dictadura y en reclamo por la vigencia plena de los derechos humanos.

La asamblea tuvo una fuerza centrífuga que derivó en la creación de numerosas organizaciones dependientes del obispado: para cada actividad se creó un equipo pastoral determinado (migraciones, aborígenes, conflictos sociales). Cada uno de ellos originó, a lo largo de los años, sindicatos, agrupaciones, confederaciones con los dirigentes que los conducirían en el futuro inmediato.

Poco después, De Nevares, que había sido uno de los primeros dirigentes de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos en el país, invitó al maestro Alfredo Bravo, también integrante de ese organismo. En el encuentro con Bravo, durante el cual se analizó la situación de docentes cesantes, trabajadores despedidos y perseguidos en el país, se habló también de la necesidad de reformular el sindicato del sector en Neuquén.

Así, este libro relata fundamentalmente la creación de la Asociación de Trabajadores de la Educación del Neuquén, ATEN, como resultado de una tarea de construcción horizontal y democrática que perdura hasta nuestros días y de cómo se decidió esa denominación por más abarcativa. Además de los autores, también hablan en el libro Marta Maffei y Mary Rasetto, dirigentes históricas de ATEN.

En paralelo, el libro relata la creación del gremio estatal en la provincia, primero como desprendimiento de la vieja Unión Personal Civil de la Nación cuando Julio Fuentes y Luis Panetta, entre otros, originaron la seccional neuquina de la Asociación de Trabajadores del Estado, ATE, con el apoyo de Víctor De Gennaro y Germán Abdala. Así ocurrió también con el gremio judicial.

A veces resulta necesario recorrer en sentido inverso el sentido de la historia para reconocer, primero, que los hechos no se producen sólo merced a fenómenos naturales sino al protagonismo de las comunidades. Y lo segundo, que esos hechos no son realizados por individuos. Todo cambio, toda transformación, es colectiva. Y eso demuestra el relato de Salaburu, Escudero y Savanco.

Salaburu, Jorge; Escudero, Haydée y Savanco, José Luis: Vientos de agosto (para seguir andando), Neuquén, Ediciones Con Doble Zeta, 2023