La interna de JxC es tan incongruente como la existencia de los curas apóstatas. Sus protagonistas han pregonado por el republicanismo y la libre expresión de las ideas pero son poco constantes con esos valores, como esos curas que defendieron un dogma religioso para luego, en la práctica, renegar de él.

Allí vemos la intolerancia convertida rápidamente en violencia contra el competidor, la ambición desmedida que nunca mide las verdaderas capacidades para aspirar al cargo y no están en condiciones de reconocer su eventual nivel de incompetencia, por caso Patricia Bullrich.

Se ponen así de manifiesto tan grandes contradicciones que los han alejado de alguna promesa esperanzadora destinada a la población. Por el contrario, extreman los discursos de programas de ajuste y represión francamente amenazantes.

En realidad no se ocupan ni debaten en base a un programa, más bien se descalifican mutuamente. En realidad el relato preelectoral está centrado en destruir derechos más que en fomentarlos.

Predomina la rudeza con la que cada uno esboza el modo de cómo gobernará. A mayor rudeza entre pares, mayores niveles de represión hacia abajo, que es donde están los más débiles.

Además si se comportan de este modo en la previa, ¿cómo van a actuar en el escabroso momento de la gestión? No es difícil imaginarlo.

Si uno es blando y demasiado conciliador con el peronismo y la otra una violenta que quiere arreglar todo a los tiros, están diciendo que con el voto a uno de ellos el elector estará eligiendo al titular junto a su oposición votando al mismo partido.

Tan irreconciliables se los ve, que se habrá fundado una corporación indistinguible de la democracia plural. Nadie querrá que eso suceda pero hay que estar advertidos que es un atajo posible cuando el odio parte de la misma fuente inspiradora. O sea ninguno de los dos contendientes, depondrá las armas al cabo de las PASO. Real o ficticia, tienen reservada, en el peor de los casos, la oposición en el seno de su mismo partido.

No obstante queda claro que ambos contendiente han puesto de manifiesto un escasísimo plan de propuestas que no superen aquello que les es pertinente a su extracción ideológica: ajuste con represión al estilo Jujuy, sometimiento al acuerdo con el FMI, cooptación de la justicia,(¿con mesa judicial?), entrega de recursos naturales para pagar la deuda al FMI, recortes en educación y salud pública como ya se demostró por los gorilas impresentables que los acompañan, proponiendo cierre o abandono de hospitales públicos y transferencia de la educación pública a manos privadas.

Uno de sus mentores, Durán Barba, instaba a sus dirigentes a no responder ninguna pregunta que aclarara su discurso. Había que sanatear o directamente ignorar la requisitoria. tratando claramente de idiota a quienes los escuchaban.

Las intenciones se conocen y aparecen a simple vista como repudiables, pero ¿será esa la impresión que tenga el electorado?

Es que la derecha está animada e impulsada por un antiperonismo casi secular que viene ya desde el fondo de nuestra historia moderna. En realidad parecería inspirar toda su conducta política.

Si el pueblo se deja llevar por las limitaciones impuestas al progresismo por la gestión de Macri, con su brutal endeudamiento, no hará más que fomentar la multiplicación de sus verdugos.

Es muy importante no ver al progresismo por sus déficit sino por lo que históricamente significó para las grandes masas, desde el fin de la Segunda Guerra Mundial a nuestros días. Eso se mide en indicadores de bienestar general y en menos enfermedad y muertes de niños y adultos, que son evitables.

En esta nueva oportunidad que tiene el peronismo en octubre, no solo deberá perseverar en sus virtudes sino con el mismo ímpetu combatir sus defectos con balance positivo de sus virtudes, que no le han impedido perdurar por más de 80 años.