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09/07/2023

Decime si exagero

Libertad, igualdad y abuso policial

Libertad, igualdad y abuso policial | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

Adentrémonos en tres ficciones que testimonian y dan una lectura clara sobre lo que cada autor piensa sobre el círculo vicioso “abuso policial + pueblada en consecuencia” que desde hace décadas se da en Francia. La situación se repite en oleadas y el mundo audiovisual tiene un punto de vista más que interesante al respecto.

Fernando Barraza

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En semanas en las que los ojos del mundo se posan sobre Francia, la pregunta que sobrevuela es la misma de siempre: ¿se retirarán la mirada y la atención precisa ni bien los disturbios cesen? Esta pregunta, casi retórica, trae aparejada una segunda: ¿volverá a mirarse a Francia cuando esto vuelva a suceder? Ambos interrogantes se responden con un sí rotundo.

En Francia la violencia policial, es decir violencia estatal, seguida de levantamientos sociales ha pasado, está pasando, volverá a pasar. Quienes hoy tengan más de setenta años en cualquier parte del mundo, pueden acreditar con el solo carnet de sus propias vidas que la secuencia de violencia racial por parte de la policía y la posterior explosión de sectores populares en barrios de grandes ciudades de Francia parecieran formar parte de un solo film, ni siquiera una saga, que se vuelve a re-estrenar cada tantos años. ¿Es Francia el único país en el que se producen estos estallidos? No. Pero lo cierto es que en ese país es donde se calca de manera más patente la misma matriz una y otra vez.

Por estos días, y tras los asesinatos consecutivos de Alhoussein Camara, de 19 años, y de Nahel Merzouk, de 17 años, la policía francesa ha vuelto a destacar por su violento modus operandi en las barriadas de los conurbanos de sus ciudades más grandes. ¿Son estas nuevas acciones criminales la confirmación de un modus operandi de la institución policial francesa o son un mandato con raíces más profundas? Parte de la respuesta puede estar en el dato saliente de que en la última semana, el gobierno de Francia sacó 40 mi policías por noche en redadas en las que se arrestó a más de 2000 personas. La mitad de ellas son menores de edad. Y este es un dato coyuntural, pero si nos movemos a un área más estadística y ponemos la lupa en los últimos 46 años, por ejemplo, obtendremos el siguiente dato: en los barrios llamados “banlieues” (literalmente “las afueras”) ya se contabilizan 861 personas asesinadas por la policía desde 1977, cuando empezaron a endurecerse los discursos de xenofobia en las calles y en los distintos estamentos de gobierno, ya que fue el año en el que se empezó a implementar el llamado plan de “reagrupamiento familiar”, una sucesión de medidas ejecutivas y legislativas tendientes a endurecer las pautas migratorias impulsadas por el entonces presidente Valéry Giscard d'Estaing, aquel hombre que fundó la conservadora Federación Nacional de Republicanos independientes, que durante su mandato hizo decenas de pruebas atómicas en Polinesia, que ordenó intervenir militarmente Zaire y que -años después de implementar estas medidas- perdió las elecciones porque se descubrió que recibía regalos millonarios en diamantes de Jean-Bédel Bokassa, el autodenominado “emperador” de la República de Centroáfrica. Pero no nos perdamos en las ramas de la historia colonial. Volvamos a la estadística, que dice lo siguiente: la policía de Francia mata cerca de 19 personas por año en los barrios de París, todos ellos franceses hijos o nietos de inmigrantes africanos en su mayoría hombres, jóvenes, muchos de ellos menores de edad.

Como podrá apreciarse, el patrón no es tan complicado de detectar: el hilo de la violencia comienza cuando la fuerza represiva nacional ataca hasta matar a uno o más representantes (jóvenes, resaltemos esto) hijos o nietos de diferentes pueblos migrantes de las antiguas o actuales colonias francesas. Sucedió en 1961, durante la llamada “Masacre de Francia” a la que el presidente De Gaulle denominó “un asunto secundario” en la que murieron asesinados por la policía 393 ciudadanos argelinos durante el otoño de ese año. El gobierno francés solo reporto 70. Más del ochenta por ciento de esas 393 personas eran jóvenes. Durante el transcurso de este suceso emblemático en la historia mundial de las violencias estatales, Francia vivió momentos de tensión social de todo tipo. Muchos de ellos fueron levantamientos sociales en los barrios de las ciudades más importantes. La misma escena se repitió en coincidencia -ya sin un número centenario de asesinatos y desapariciones- en las siguientes siete décadas, con periodos de intermitencia que oscilaron entre cinco y siete años. Siempre la misma imagen, calcada, hasta el día de hoy.

Si en este momento usted guglea o enciende su televisor la verá.

El mundo de lo audiovisual siempre ha tenido autoras y autores que han querido dar testimonio de los acontecimientos de coyuntura de su época, o de aquellos que han marcado la historia socio política de los países en los que se generan estas producciones. Pues Francia tiene esta postal oprobiosa y repetida, y su cine no le ha quitado el cuerpo a esta realidad que -como ya subrayamos bastante- es idéntica en su factura, a pesar de que los años pasan. Por todo esto hemos decidido traer tres producciones audiovisuales sobre esta temática que han surgido desde el corazón mismo de Francia y han encontrado buena re´percusión internacional. Las tres son muy claras y precisas en sus contenidos y mensajes. Las tres son críticas y en su postulado crítico hay un tono de seriedad e inteligencia que nadie se anima a contradecir, ni siquiera en tiempos como estos, en los que por todo se cacarean estupideces tan alto hasta poner incluso en tela de juicio la mismísima esfera del planeta Tierra.

El efectivo poder sintético de estas producciones, su proyección como material cultural que permite la visibilización de esta temática y la posterior sensibilización; y su valor agregado como importante testimonio de época que quedará a disposición de posteriores generaciones hacen que las tres producciones tengan una importancia que -en días de racismos y revueltas- no podemos dejar pasar. Veamos un pequeño resumen de cada una de ellas.

1 “La Haine” (El odio)

En 1995 el director Mathieu Kassovitz consigue fondos de los principales inversores del cine local en Francia y filma una película que él mismo escribió. Es la historia de tres muchachos jovencitos franceses, uno hijo de judíos, el otro de argelinos y el otro de senegaleses. Los tres viven en un ficticio barrio suburbial de París al que Kassovitz decidió llamar Les Muguets (muguet es esa enfermedad sumamente desagradable que se le hace a los bebés en la boca por un hongo que invade toda la zona y la llena de escoriaciones y llagas) y la acción comienza el día después de la noche en la que la mayoría de los jóvenes del barrio protagonizan una pueblada (con el incendio de la comisaría incluido) a raíz del coma en el que cae un chico del barrio, de 16 años, Abdel Ichah, por la paliza que le dio la policía.

El film se convierte en una suerte de road movie o película de camino/ruta cuando los tres deciden -por motivos absolutamente baladís- ir hasta el centro de París a buscar un poco de dinero. La cámara (con fotografía en un espectacular blanco y negro) acompañará a los tres e irá mostrando, con un dinámico ritmo que mezcla el sarcasmo típico del humor un poco despiadado de los noventa con una ternura salvaje y -lo más importante- con latigazos de crítica social, elementos todos manejados con una pericia narrativa y estética que hacen de esta película una pieza inoxidable. Verla hoy es un impacto, tal vez no aquel impacto, el del año del estreno, que llevó al film a sorprender en taquilla y triunfar en Cannes y en varios festivales del planeta (incluidos los francesísimos premios Cesar).

El viaje de estos tres chuecos héroes de la periferia, de ida y vuelta al centro de París (el centro del poder económico, político y cultural), es realmente un relato magistral y vamos viendo como las piezas del rompecabezas del odio se van ensamblando en diversos niveles: el de los pibes, el del poder político, el de los vecinos del París céntrico, el de los vecinos del París periférico, el de los medios... simplemente genial.

El film nace en la mente y el corazón de Kassovitz porque el 6 de abril de 1993, un chico llamado Makome M’Bowole es asesinado de un disparo en la cabeza mientras estaba esposado en una comisaría en París. La policía dijo que fue en legítima defensa. De este hecho nacieron enfrentamientos entre los jóvenes del barrio y la policía. Kassovitz se instaló durante meses en ese y otros barrios entrevistando a jóvenes y vecinos en general, encontrando -según él mismo contaba a los medios durante el estreno- que había un común denominador común en el entramado de la ciudad: el odio.

Las actuaciones de Vincent Cassiel, Hubert Koundé y Saïd Taghmaoui, a quienes se les respetaron los nombres para denominar a sus personajes, es realmente conmovedora. Reís, te enojás, te entristecés con ellos y contra ellos a cada paso que dan.

El final es uno de los más impactantes del cine social de todos los tiempos, y cierra de manera perfecta la parábola de la caída que abre el film. Perdérsela es perderse una mirada importante.

La popular frase “libertad, igualdad y fraternidad” está satirizada en una escena en la que los tres protagonistas, estimulados por un porro que se acaban de fumar en una azotea del centro parisino, balbucean incoherencias. Uno de ellos la dice y le lanza a los otros dos: “no, no, esa me la guardo para los momentos profundos” y todos se carcajean.

Este es el trailer del film, para quien quiera echarle un vistazo:

 

Y para quienes no tengan dudas de sentarse a verla, esta es la película completa, con subtítulos en español: Abrir Video

 

2 “Athena” (Atenea)

Aquí tenemos una película que ha dejado boquiabierto masivamente al público francés, porque fue producida en 2022 y muestra como en un simulcop fatal todo lo que está sucediendo en Francia durante estos días que corren. Todo está filmado un año antes de las últimas secuencias reales de violencia, pero cada toma de rebelión callejera que se ve en el film es idéntica a lo que estamos viendo en las coberturas periodísticas y de redes sociales actualmente.

En rigor a la verdad, nadie debería sentirse tan sorprendido: un buen ojo visor es capaz de notar que la historia es la de siempre -la que ya subrayamos obsesivamente en este artículo- y que, dada las circunstancias sociales y políticas de la Francia actual, todo estaba a punto de repetirse. Y este precisamente es el mérito del director (y guionista) Romain Gavras, el hijo del célebre Constantin Costa Gavras (director de “Z”, “Estado de sitio”, “Missing”, entre otros clásicos eternos del cine social), que ha sido más que eficaz a la hora de imaginar una historia que sintoniza con los días que vive y estaba a punto de suceder (de hecho su propio padre lo hizo durante su carrera más de una vez) y ha entregado -en definitiva- esta poderosa película que mezcla la ebullición social que deviene tras un nuevo asesinato racista por parte de la policía francesa con una tragedia familiar denotadamente shakesperiana que sucede hacia dentro de la familia del chico asesinado, con un hermano que es caudillo de la toma del barrio y la comisaría, otro que es militar héroe de guerra de las operaciones de Francia en la zona ecoclimática del Sahel y un tercero que es narcotraficante en el populoso e intercultural barrio inventado por Gavras: Athena, que en español no es ni más ni menos que Atenea, la diosa de (¡tomen nota, eh!): la civilización, la sabiduría, la razón, la inteligencia, la estrategia en combate, la victoria, las ciencias, la artesanía, la industria, los inventos, las artes, los oficios, la navegación, los héroes, la fuerza, el valor, la protección, la ciudad estado, la educación, la justicia, la ley y la habilidad. Como verán, Gavras elige la contracara mordaz de Kassovitz, que bautiza a su barrio suburbial con el nombre de un hongo repugnante y le da el nombre de la más poderosa pero sensata de las deidades griegas.

Allí es donde se desarrolla esta durísima batalla campal entre las personas del suburbio y la policía, que es el corazón de esta narración que hace foco en la familia de hermanos con horizontes añarentemente confrontados, pero que en el calor de la zona de guerra se verá si son tan opuestas, o qué.

Para contar esta extraordinaria historia, Gavras hijo se vale de un lenguaje cinematográfico realmente sólido, y hace avanzar el film a caballo de impactantes planos secuencia que son dignos del más estilizado video juego de la actualidad, siguiendo por la espalda a los protagonistas que caminan por las tripas mismas de Atenea y buscan un destino que les es esquivo en el hervidero de violencia en el que están intentándolo todo. La película es ágil y profunda, y se le está criticando por estos días que -supuestamente- “salva” a la policía francesa porque -siempre supuestamente- “desvía la atención” hacia lo que sería un mayor accionar brutal, que es el de los grupos de extrema derecha. Lejos de ser así, Gavras muestra las dos cosas en el film. Para mostrar lo uno (lo policial) le dedica todo el tiempo del film. Para lo segundo solo le bastan con dos minutos de película.

Dentro del film, la frase “libertad, igualdad y fraternidad” está gritada con bronca en medio de una discusión imposible de sofrenar. Se dice con la certeza de que es una mentira.

Quien quiera estar bien cerca de comprender un poco más la coyuntura de la versión actual de este fenómeno repetido de violencia racista estatal y posterior rebelión, en la que los jóvenes franceses hijos y nietos de inmigrantes son acusados y perseguidos y se debaten ellos mismos sobre si son o no son franceses, que vea este film.

Está en Netflix y en algunos sitios de visionado de películas no oficiales. Y este es su trailer:

 

2 “Oussekine” (en algunos países de habla hispana se la conoce como “Justicia para Malik Oussekine”, en otros como “El caso Oussekine”)

 

Antes de hablar de esta miniserie de cuatro capítulos disponible en Star+ y en diversos portales no oficiales de cine y serie, digamos que en “El odio” de Kassovitz, el personaje de Vinz escupe en un momento de furia y casi como al pasar: “¡Yo no soy Malik Oussekine!”. La frase irrumpe en medio de una discusión de tantas que el joven e iracundo muchacho tiene durante todo el film con sus amigos. En el contexto de la película, no queda en claro si Vinz lo dice porque él es descendiente de judíos y no de árabes, y la policía francesa tiene más entre cejas a negros y árabes; o si lo dice porque Malik no era activista político ni agitador social, y él sí es un tipo capaz de rebelarse contra el sistema a los tiros si fuera necesario. Esta mención no es casual: Kassovitz quería que el nombre de Oussekine quede dentro del universo de denuncias de su film.

Malik Oussekine fue un joven francés, hijo de argelinos, que fue asesinado brutalmete por la policía francesa el 6 de diciembre de 1986 Su muerte generó manifestaciones de las más masivas que recuerde la historia de Francia, con más de 800 mil personas en las calles, y distintas revueltas en varias ciudades de todo el país. Fue también el escándalo que aseguró el fin de una de las medidas más restrictivas de su historia como país en contra de la educación pública, que fue la famosa Ley Devaquet de arancelamiento y restricción de la participación de extranjeros e hijos de extranjeros en las universidades francesas.

El caso del crimen de este joven es el que el director Antoine Chevrollier toma como base para contar una ficción en cuatro capítulos que centra su foco en la familia de Malik exigiendo justicia por el crimen del pibe; pero no deja de tocar todos y cada uno de los temas que venimos mencionando en este artículo: matar jóvenes como acción ejemplificante, los costados más insensibles de una Francia que considera que sus habitantes no franceses o hijos o nietos de no franceses son gente de segunda, los contubernios colonialistas y racistas de una parte importante del mundo político francés y la seguridad de que la impunidad de la violencia xenofóbica está garantizada porque el ciclo se repite y nunca cesa por donde tiene que cesar: haciendo que la justicia falle contra quienes propinan la violencia.

De manera inteligente y muy sensible, Chevrollier se encarga de desandar todos estos temas en una serie que se encausa en la estética de los audiovisuales de juicios. Directa, firme en sus denuncias y clara en sus acometidos, esta serie cautiva porque se sostiene en actuaciones realmente descollantes. Quienes no se emocionen hasta lo más hondo con la escena del plato de papas fritas y la soledad de la mesa que encarna Hiam Abass, que hace de la madre de Malik, deberán pasar por terapia. Lo que consigue por momentos el director y sus actores y actrices es verdaderamente profundo.

Dentro del contexto de la serie, la frase “Libertad, igualdad y fraternidad” es vilipendiada durante el juicio público por el asesinato de Malik en la voz de Ben Amar, el hermano del medio del joven asesinado.

Finalmente rescatar que la serie ideologiza con solvencia y mucho fundamento una idea que es bueno atenderla: nadie debe distraerse frente al racismo y la xenofobia, no importa cuan dibujado esté el panorama de igualdad en el inconsciente colectivo de una sociedad republicana, lamentablemente siempre hay una semilla de odio intentando germinar y un huevo de la serpiente a punto de resquebrajarse desde adentro. No es simple pesimismo, es un deber de verdadera conciencia social el no desatender esa amenaza.

Quien quiera ver el trailer de la miniserie, aquí lo dejamos:

29/07/2016

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