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07/09/2018

El extraño camino inverso del doctor Rubinstein

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El ahora ex ministro de Salud, protagoniza el camino inverso recorrido por el primer titular de la cartera, Ramón Carrillo, al ser protagonista central de la reducción del rango del ministerio.

Daniel Esteban Manoukian *

La Constitución Nacional de 1853 no preveía más que ocho carteras ministeriales y salud no era una de ellas. Fue así como el 23 de mayo de 1946 en acuerdo general de ministros fue creada la secretaría de Salud Pública de la Nación, con rango de ministerio. El 26 de mayo de ese año fue designado como primer secretario Ramón Carrillo, luego ratificado en la cargo el 4 de junio al asumir Juan Perón la presidencia.

Carrillo fue un médico de notable prestigio académico y profesional. Completó su formación profesional en Europa luego de ganar la Beca de la Universidad de Buenos Aires, que consistía en tres años de perfeccionamiento en el viejo continente. Eligió capacitarse en Holanda, Francia y Alemania. Su paso por Europa, además de servirle para aumentar sus conocimientos médicos, le permitió ver los cambios políticos que estaban produciéndose en ese momento (1930-1933).

En octubre de 1932, Carrillo representó a la Argentina en el Primer Congreso de Neurología, en Berna, Suiza, siendo el participante más joven y uno de los más activos. Retornó al país en 1933 en plena década infame. A partir de ese momento, desplegó una intensa actividad docente, profesional y como investigador en su especialidad, la neurocirugía. Ese brillante científico puso toda su capacidad de análisis y planificación al servicio de una causa nacional y popular, convirtiéndose en el “Padre del Hospital Público Argentino”.

Su obra y su empeño, plasmada en muchos textos cuyo contenido sigue vigente aún hoy día, y entre los cuales se destaca su “Plan analítico de Salud Pública”, transformó la historia de la salud en la Argentina, colocando al Estado en un rol protagónico, aunque no excluyente. El formidable crecimiento del sistema sanitario argentino justificó la creación hacia 1949 del ministerio de Salud de la Nación, siendo justamente Ramón Carrillo su primer titular.

Justamente en nuestra cultura política la creación de ministerios expresa la importancia asignada a las políticas públicas. La degradación de un ministerio a un rango menor resulta simbólicamente elocuente, pero además genera una pérdida concreta de poder de rectoría en una de las políticas esenciales, demostrando despreocupación por el resguardo de derechos.

El gobierno nacional decidió, en el marco de un paquete de medidas que se pretenden como demostración de los recortes que está dispuesto a llevar adelante para cumplir con las exigencias del FMI, que el ministerio de Salud de la Nación (MSAl) sea a partir de ahora solo una secretaría dependiente del ministerio de Desarrollo Social.

El ahora ex – ministro Adolfo Rubinstein, protagoniza el camino inverso recorrido por Carrillo. En efecto, se transformó en el primer ministro de Salud de la historia argentina en ser protagonista central de la reducción del rango de esa cartera. Pero esta no es una medida que lo afecte a él, sino a todos los argentinos, especialmente a los más humildes, y más concretamente a los habitantes de las regiones más postergadas de nuestra patria.

Solo dos veces después de Carrillo, el ministerio de Salud perdió esa jerarquía. Fue en ambos casos en el contexto de gobiernos de facto fruto de golpes de Estado. Fueron los casos de la autodenominada “Revolución Libertadora” cuando en 1955 las funciones de Salud pasaron a ser atribuciones del ministerio de Asistencia Social y años más tarde, luego de recuperarse el ministerio con Frondizi e Illia, durante la llamada “Revolución Argentina” bajo el mando del dictador Onganía. En ambas situaciones se verificaron francos retrocesos en los avances sanitarios hasta allí conquistados. Prueba de ello es que las dos experiencias implicaron aumentos de la tasa de mortalidad infantil.

Hay suficiente demostración empírica para afirmar que las políticas de recorte tienen impacto en la calidad de vida y la salud de las comunidades. El aumento de la mortalidad masculina en la Rusia de los ‘90 vinculada con los ajustes después de la caída del muro o los indicadores sanitarios deteriorados que sobrevinieron sobre los griegos al deteriorarse su sistema de salud luego de los acuerdos con el FMI, son algunos ejemplos.

Las condiciones materiales de existencia determinan la distribución desigual de la salud-enfermedad en los grupos humanos. Estas condiciones están dadas, fundamentalmente, por los patrones de producción y reproducción social, motivo por el cual sostenemos que el proceso salud-enfermedad-cuidado es resultado de la determinación social de la salud. En ese marco, los sistemas de salud y especialmente las acciones coordinadas y conducidas por el sector público con alcance a los grupos en situación desventajosa, resultan imprescindibles para contribuir a la reducción de brechas que no hacen más que generar inequidades.

En salud las desigualdades cuando son evitables e innecesarias se transforman en injustas. El MSAL ha aportado en muchos momentos a atenuar los efectos de contextos complejos y críticos. Un ejemplo de ello fue en plena salida de la debacle del 2001 la creación del programa “Remediar” para garantizar el acceso a medicamentos esenciales.

También su rol ha sido destacado para contribuir en la reducción de diferencias entre las distintas provincias. La concreción de diferentes acciones ministeriales tales como a asistir técnicamente, capacitar o aportar insumos esenciales han colaborado con mejorar la salud en las provincias argentinas. El plan operativo de reducción de mortalidad materna e infantil entre muchas acciones destinadas a la atención de la madre y el niño, redujo la brecha entre provincias en mortalidad infantil. En 2003 la diferencia entre la peor provincia en cuanto este indicador era 2,4 veces mayor que la mejor y se achicó a 1,9 veces, subsistiendo diferencias que deben seguir siendo atacadas, siendo la acción ministerial importante para continuar el sendero de mejoras.

En efecto, la medida tomada que será ineficaz aún en función de los objetivos que la motivaron, será un nuevo atentado contra el derecho a la salud de los argentinos. Lejos de contribuir al fortalecimiento de la salud de los argentinos, la desaparición del ministerio de Salud de la Nación será un paso más para cristalizar inequidades en salud.

Volviendo a Carrillo: “El Estado no puede quedar indiferente ante el proceso económico, porque entonces no habrá posibilidad de Justicia Social, tampoco puede quedar indiferente ante los problemas de salud de un pueblo, porque un pueblo de enfermos no es, ni puede ser un pueblo digno”.



(*) CUESEB (Centro Universitario de Estudios Sobre Salud Economía y Bienestar - Universidad Nacional del Comahue) y Centro de Estudios de la Sociedad de Medicina Rural de Neuquén.
29/07/2016

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