No soy un cazador profesional, pero imagino la sigilosidad con que ellos se manejan frente a fieras que podrían en cualquier descuido, adelantarles y atacarlos. Pasos inaudibles, silencio extremo, visión y oídos en máxima alerta para que el animal no aparte su atención del cebo y se salve de caer en la trampa, que suele incluir el tiro de gracia, en un lugar de su osamenta que no perfore su pellejo para que sea desollado prolijamente y mantenga su elevado precio.

Milei parece uno de esos cazadores. No escucha otras voces que las de aquellos que prepararon la trampa y a los cazadores para que acierten en sus actos para obtener incólume la presa.

La ley Ómnibus ha sido remozada, como el gatopardo acicalaba conciencias y conductas para que todo cambie para que todo siga igual.

Se han visto los asesores que esta vez se han mostrado con desparpajo. Ya es natural la intromisión de intereses privados en una norma de interés público, no vaya a ser que sus objetivos se desvíen unos grados del arma que apunta impunemente a gobernadores, legisladores y público.

Las fieras están por pisar en falso, merodean con hambre alrededor del cebo mientras la trampa abre la boca con sus resortes de acero para capturar al menor desliz la cabeza del animal. Y entonces, si eso sucede el grito desgarrador del incauto habrá espantado al resto de la manada y hasta los pájaros huirán en bandada, a los gritos hacia el cielo infinito.

Me pregunto qué pudo haber cambiado de la desopilante ley Ómnibus que será recordada en el mundo como el mamarracho más completo en cuanto gestión y contenido aprobado por el colaboracionismo parlamentario, siempre existente, corruptor del sistema democrático.

A partir del eventual renuncio de los legisladores estos no serán perdonados ni siquiera en el momento del arrepentimiento porque será tarde.

Habrán entregado la Nación a la voracidad de los intereses de personas que en otros tiempos llamábamos oligarcas.