Columnistas
03/03/2024

La inflación argentina

La inflación argentina | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

La inflación no es más que un síntoma de desequilibrios de la economía, así como la fiebre es el síntoma de una enfermedad; a ningún médico se le ocurriría combatir la fiebre por sí misma como ocurre en economía cuando se combate únicamente al déficit fiscal.

Humberto Zambon

[email protected]

La inflación es uno de los principales problemas de la economía argentina. Y fue, curiosamente, el primero y principal problema económico que preocupó a la gente y que dio lugar a los orígenes de la teoría económica.

El problema se presentó en el siglo XVI, cuando afluyó a España una gran cantidad de oro y plata proveniente de América, inicialmente por el saqueo de las civilizaciones preexistentes y, luego, por la explotación de las minas que ya conocían los pobladores nativos. La consecuencia inmediata fue el aumento general de los precios, primero en Sevilla y luego en toda España. Así, en la Europa occidental moderna se conoció el fenómeno de la inflación, fenómeno que, lógicamente, todavía no se llamaba así ni de ninguna otra forma, porque era tan nuevo que todavía no había sido bautizado.

Como hace todo gobierno, el rey de España se preocupó por esta situación y pidió a un grupo de sabios que le explicara qué es lo que estaba pasando. Los sabios se reunieron, pero como no tenían la mínima idea de lo que se trataba, hicieron lo habitual: programaron nuevas reuniones para seguir analizando la situación y continuar escuchándose unos a otros. Pero el rey se impacientó y les conminó a una respuesta concreta; entonces llegaron a la conclusión que se trataba de un complot de los franceses para desquiciar a la economía española. Los sabios, en realidad, no hicieron más que seguir una vieja tradición que aún hoy se mantiene intacta: cuando no sabemos la causa de un mal le echamos la culpa al “otro”, al extraño, al extranjero.

En defensa de los sabios hay que aclarar que en el siglo XVI se estaba en plena transición del conocimiento medieval, cuya única fuente era la lectura y memorización de la Biblia y de los escritos de Aristóteles, a la era moderna y que la revolución ideológica y científica que esta última significó recién se estaba incubando: recuerden que Copérnico murió en 1543, Giordano Bruno vivió entre 1540 y 1600 y que tanto Galileo como Kepler nacieron en la segunda mitad del siglo.

La primera respuesta lógica, que podemos considerar la fundación del pensamiento económico, lo dio el español Martín de Azpilcueta (1491-1586), conocido como el “doctor navarro”, que en 1556 publicó (en castellano y no en inglés, como podría suponer un estudiante de economía actual) el “Comentario resolutorio de usuras”, en el que relaciona la suba de precios con la cantidad de moneda metálica disponible.

A partir de allí se desarrolló la teoría de “la inflación” en función de una demanda que supera a la oferta de bienes y servicios y el mercado (“que todo lo puede”) lo equilibra subiendo los precios. Es el criterio ortodoxo, que considera que se trata de la única inflación posible y cuyo mecanismo de generación actual sería el siguiente: existe un exceso de gastos del estado, que se traduce en déficit fiscal y que es cubierto por emisión monetaria. Aunque no hay ninguna prueba objetiva de que esta sea la única causa de inflación, ahí se origina la obsesión de los economistas neoliberales en general, y del presidente Milei en particular, de eliminar el déficit fiscal.

Sin embargo, no es como ellos creen. Otros desequilibrios (aparte del monetario, que explica la inflación de la España del siglo XVI), la ocasionan. Es decir, la inflación no es más que un síntoma de desequilibrios de la economía, así como la fiebre es el síntoma de una enfermedad en el cuerpo humano; a ningún médico se le ocurriría combatir la fiebre por sí misma (como ocurre en economía cuando se combate únicamente al déficit fiscal), sino que busca la enfermedad que la causa y combate a ésta y no a su síntoma.

El mecanismo sería el siguiente: un desequilibrio produce un aumento de precios de algunos productos. Por ejemplo, en algunos países latinoamericanos, la aparición de una nueva actividad (petróleo, minería, gran industria) de gran demanda de mano de obra (salarios relativamente altos) generó grandes movimientos migratorios del campo a la ciudad, con abandono de la agricultura tradicional proveedora de alimento; hubo escasez con aumento de precios, que se extiende a toda la economía dando lugar a la espiral: aumento de precio de los bienes -> aumento de salarios -> suba de precios de bienes…

En los años ‘1970, se creó la OPEP (Organización de Países Exportadores de Petróleo), que llevó el precio de este insumo esencial en las economías industrializadas, de 4 a 12 dólares (1974) y, luego, a 32 (1980) lo que generó una fuerte inflación y recesión en todo occidente, incluido Japón. El desequilibrio por el lado de la oferta (costos) como causa de la inflación, que para muchos economistas era una rareza latinoamericana, sacó la patente de fenómeno general de la economía capitalista.

Los economistas estructuralistas latinoamericanos del siglo pasado completaron su razonamiento de la siguiente forma: como los ingresos del estado están, en general, referidos a precios de los períodos anteriores se produce una pérdida en los ingresos reales mientras que los gastos se hacen a precios corrientes, ya afectados por la inflación; esta es la causa de que exista déficit fiscal. Fíjense que este déficit, que para la ortodoxia en general es la causa de la inflación, para los estructuralistas no es más que su consecuencia. Ese déficit se cubre con emisión monetaria. ¡Menos mal!, dicen los estructuralistas, ya que, si no hubiera emisión monetaria, con la suba general de precios disminuiría la cantidad real de moneda en circulación, produciendo iliquidez en el sistema y profundizando la recesión.

Actualmente, en los países de industrialización tardía, el principal desequilibrio se encuentra en el sector externo, lo que se puede resumir como escasez de dólares: con las exportaciones, en general del sector primario y cuyos precios tienden a deteriorarse en el tiempo, se debe pagar importaciones imprescindibles para su actividad interna: insumos y equipo de capital, amortizar y pagar intereses de un endeudamiento externo irracional y, para completar el panorama, atender un fenómeno perverso, pero generalizado: la fuga de capitales.

La inflación actual en Argentina

Si analizamos la formación de precios en nuestro país podemos ver dos grandes grupos de bienes:

  1. Los del sector primario, agropecuario, cuyo principal destino es la exportación. Argentina es tomadora de precios, por lo que el precio final de estos bienes en el mercado interno coincide con lo que cobra el productor por su exportación, precio unitario en dólares fijado por el mercado externo multiplicado por el tipo de cambio.

  2. Productos elaborados industrialmente. Los mercados aquí son oligopólicos o monopólicos; fijan el precio en base a los costos más una ganancia bruta (lo que se denomina “mark-up”). En los costos tiene especial importancia: a) como ya se dijo, en los países de industrialización tardía, como el nuestro, la industria es altamente dependiente de la importación (insumos y maquinaria), por lo que el costo depende en gran medida del tipo de cambio,además del costo laboral(salario bruto) y, en algunas actividades (como la producción de aluminio) del insumo energético, cuyo precio es regulado por las tarifasfijadas por el Estado en función de los subsidios establecidos.

En resumen, los precios son función del tipo de cambio, tasa de ganancia empresaria, tarifas de bienes y servicios públicos y del costo laboral, a lo que habría que sumar otros menores, según cada actividad.

La escasez de dólares ha llevado a la inestabilidad de su valor y principal causa de la inflación. En particular, el dólar oficial (el que se usa para importaciones), que estaba a $ 378 a fines de noviembre de 2023, fue llevado por el nuevo gobierno a $ 888,70 (devaluación del 135%; el paralelo pasó de $905 a $ 1.050) y, además, eliminaron los controles de precios (la tasa del mark-up la fijan libremente los empresarios) mientras se suprimían subsidios a la energía, al transporte, etc. Si bien el costo salarial no ha variado, los aumentos del tipo de cambio, la merma de subsidios y la liberación de los precios, explican perfectamente el salto de la inflación (12.8% en noviembre a 28,3% en diciembre y 20,6% en enero), que no tiene nada que ver con el déficit fiscal según sostiene el gobierno. Es más, el ajuste para reducir el déficit lo que agrava es la recesión económica; caen las ventas y aumenta la desocupación…

También es falso que cuando asumió el nuevo gobierno el país estaba en crisis y a la puerta de una hiperinflación, con lo que se trata de justificar la alta inflación de diciembre y enero. No hay ningún elemento objetivo que sirva de respaldo a esta afirmación: la inflación era alta pero estable (oct—nov-. 2023 del 22% frente al 51,4% de diciembre-enero bajo el gobierno de Milei), la desocupación del 5,7% (3° Trimestre 2023), la menor en 16 años, con un alto grado de ocupación fabril. Y podíamos seguir con otros indicadores. La alta inflación y la grave recesión actual se debe a las medidas tomadas por la nueva administración. Y continuarán agravándose mientras se mantenga la actual política económica.

29/07/2016

Sitios Sugeridos


Va con firma
| 2016 | Todos los derechos reservados

Director: Héctor Mauriño  |  

Neuquén, Argentina |Propiedad Intelectual: En trámite

[email protected]