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El objetivo central del gobierno de Javier Milei “es atentar contra la distribución del ingreso” lograda en la etapa kirchnerista y además fomentar “la depredación internacional de los recursos naturales” del país, dijo el sociólogo y analista político Artemio López. Sostuvo que el mileísmo implica “un retorno directo al coloniaje” y expresa “claramente una dictadura del capital”.
Tras el comienzo del juicio a tres acusados por el ataque criminal contra Cristina Kirchner en 2022, dijo que el atentado “fue el hecho bautismal por el cual la cultura de odio” que ya existía en Argentina “alimentada por los medios, se transformó en gestión estatal”. Agregó que si las investigaciones se hubiesen profundizado, “estarían sumamente comprometidos” el ministro Luis Caputo y su par Patricia Bullrich.
El especialista en estudios de opinión pública cree que el concepto de neoliberalismo “le queda corto” al actual gobierno, debido a “un componente fascista que se verá en los próximos meses, donde la represión va a escalar”, porque “no se sostiene social ni parlamentariamente” y entonces necesita “comprar voluntades” de legisladores, “reprimir y, si es necesario, matar”.
López es director de la consultora Equis, y en este diálogo con dijo que si bien “Milei está perdiendo apoyo” según algunas encuestas, esos datos son “fotos” de la percepción social que “cambian de manera dinámica”. Aunque “no hay que ser muy perspicaz para observar que este tipo de modelos termina con el colapso de la popularidad del presidente”, destacó.
-¿Cuál es su sensación tras la aprobación de la ley Bases, que el gobierno toma como un triunfo político?
-Evidentemente para los sectores que representa, los de poder dentro del gobierno, es un triunfo notable. Es finalmente la capitulación del conjunto de los derechos de los sectores populares, y la apertura a la depredación de los recursos naturales sin casi ninguna restricción. Lo que se lee en esta ley es la quita de derechos más notable, y medidas puntuales que son oprobiosas. El tema indemnizatorio (se refiere a las indemnizaciones por despidos), que prácticamente le retira a la patronal la obligación de indemnizar y es el propio trabajador el que la va construyendo; la pérdida de derechos laborales con la extensión de las pasantías. Una serie de circunstancias muy gravosas para el trabajador que plantea que, acá, lo que claramente hay es una dictadura del capital, no caben dudas. Este es un gobierno que no tiene otro destino que producir y reproducir los intereses de los sectores dominantes. Una alianza que por ahora no muestra grandes fisuras entre los grupos locales y los financieros internacionales. Vamos a ver si eso dura o no, pero estamos frente a un gobierno de esas características. Hay un capítulo tributario (el “paquete fiscal”, sancionado junto con la ley Bases) muy regresivo, en particular ridículo, como lo es la baja de alícuotas del impuesto a los Bienes Personales, que es un impuesto progresivo que grava la riqueza, si bien está sub declarado, pero está en la perspectiva correcta. Y al mismo tiempo la restitución para 800 mil trabajadores bajo relación de dependencia del impuesto a las Ganancias. El piso fijado es de 1.800.000 pesos brutos, eso es 1.440.000 pesos netos. Cuando una canasta de pobreza a nivel metropolitano –en Neuquén es más todavía– llega a casi 865.000 pesos en mano, más alquiler, expensas y gastos adicionales de una vivienda, con lo cual nos vamos a casi 1.500.000 pesos. O sea que están gravando a los pobres y al mismo tiempo están liberando el gravamen a los sectores de poder. Es evidente que este gobierno vino a reordenar a la sociedad argentina en atención a los intereses de los sectores dominantes. Sobre todo violento, porque Argentina en el período 2003-2015 desplegó un proyecto popular y democrático que demostró que no solo el país creció y aumentó inversiones, sino que aumentó el ingreso (de la población). Atentar contra la distribución del ingreso que logró el gobierno de Néstor y Cristina Kirchner es el objetivo central de este gobierno, al mismo tiempo de abrir a la depredación internacional de los recursos naturales. Es un retorno al coloniaje de manera directa. Obviamente esto se va a corresponder con un aumento en los niveles de represión. Estos modelos no cierran sin represión. Pero creo que hay un cambio de paradigma a partir de la represión en Plaza Congreso (durante el debate en el Senado, el pasado 12/06) frente a las protestas de un sector de la ciudadanía ante la sanción, en aquel momento eventual, de la ley Bases. Ese paradigma se va a desplegar por todo el país, va a ser cada vez más violento como siempre lo fue cuando se quieren implantar regímenes neoliberales, y más estos que son tan directamente crueles. Tenemos que esperar que sea la resistencia que puedan dar las organizaciones populares, gremiales, territoriales, la que pueda poner algún tipo de límites a este avance que es indiscriminado por parte del capital sobre los sectores populares.
-¿Qué análisis se puede hacer de la aprobación de la ley Bases en el Senado, donde se denunciaron compra de voluntades o cambios de votos por favores personales, como por ejemplo en el caso de la senadora Lucila Crexell?
-Eso es tradicional en el neoliberalismo. Lo hizo la Alianza (la coalición que en 1999 llevó al gobierno a Fernando De La Rúa) cuando quiso reformar la ley laboral, la famosa “ley Banelco”. Para implantar un modelo neoliberal, usted tiene que reprimir y comprar voluntades en el Parlamento. Y eso es histórico, como lo hicieron otros, pero hoy con un nivel de virulencia bastante mayor. Aunque no olvidemos que las experiencias neoliberales empiezan en el país con la dictadura de 1976, la más sangrienta de nuestra historia, y que el despliegue del neoliberalismo en Argentina dejó muchos episodios todavía poco resueltos, como la voladura de la AMIA, o de la embajada de Israel, la voladura de Río Tercero, o los muertos que provocó la Alianza al retirarse del poder que fueron vistos por todo el mundo. El neoliberalismo asesina históricamente. Y esto me parece que va en esa misma línea, y al mismo tiempo compra voluntades. Este proyecto no se puede legitimar ni social ni parlamentariamente. Hay que comprar voluntades, hay que reprimir y, si es necesario, matar.
-¿Usted cree que habrá una profundización de la criminalización de la protesta?
-Absolutamente. No me cabe ninguna duda. Ya con (el ex presidente Mauricio) Macri se mostró un cambio de ciclo en el comportamiento del aparato del Estado. Hubo persecución y encarcelamiento de dirigentes opositores, muertes muy dudosas de dirigentes sociales. El caso Santiago Maldonado es el más paradigmático pero hay más. Y esto va a ser lo mismo, pero más profundo. Como dice el eslogan de la Libertad Avanza: profundizar las transformaciones que se habían iniciado durante el ciclo del “macriato”. Aunque yo creo que fue con Menem-. Y especialmente lo que más profundizarán será reprimir.
-¿Cómo analiza la postura de algunos bloques parlamentarios a los que se suele llamar “opositores”, por ejemplo la Unión Cívica Radical (UCR)?
-Creo que las identidades políticas están colapsadas en líneas generales. Ya no representan bases sociales. La dirigencia de la oposición “amigable”, entre comillas, no tiene una representación en términos sociales y electorales que sea importante. Hay una crisis de la representación política. Los únicos que se han mantenido fieles al mandato que le fue asignado por los sectores que lo acompañaron fueron Unión por la Patria y la izquierda. Creo que ahí hay una alianza posible en perspectiva, veremos. Pero el resto de las dirigencias políticas responden a la lógica de la “casta”. Ahí está la famosa casta que denunciaba Milei, apoyándolo. No me sorprende el radicalismo, porque la base de representación ha dejado de existir hace largo tiempo, y estos sectores responden a esa ausencia de representación. Por lo tanto se comportan en función de sus intereses personales. Y son todos solidarios al proyecto de entrega, de represión indiscriminada, y de apertura y quita de derechos que lleva adelante el gobierno libertario. Nunca creí en la división entre una oposición más amigable o menos amigable. Acá se está en contra y se opone, o se está a favor. Por omisión o por acción. Y eso quedó demostrado tanto en la votación del Senado como en la de Diputados. La representación política está en crisis, salvo estas excepciones que muestran que aún en esta situación tan difícil, el comportamiento del espacio que lidera Cristina Kirchner sigue siendo el único refugio para reconstruir un proyecto popular y democrático de cara a la Argentina que viene, que va a ser muy dificultoso, porque el país va a quedar estragado por esta etapa tan violenta del neoliberalismo. Para caracterizar a este gobierno hay que decir que tiene un viso autoritario notable. Neoliberalismo le queda corto; es la cuarta fase del neoliberalismo pero con un componente fascista notable y eso lo vamos a probar en los próximos meses, porque el nivel de represión va a escalar.
-¿En sus trabajos ha podido sondear cuál es la base de apoyo que este gobierno tiene todavía, en los sectores populares fundamentalmente?
-Está perdiendo apoyo. Pero quiero decir que la encuesta es discreta para hacer un análisis político, porque es una fotografía que cambia de una manera muy dinámica. Argentina, en eso, diluye todos los datos de opinión pública rápidamente. Las últimas encuestas de la encuestadora Proyección, muestra una caída de la popularidad de Milei. Está en torno de los 45 puntos de imagen positiva. Todavía hay un sector que habiéndolo votado, lo acompaña. Eso es lógico. La percepción de opinión pública viene después de las transformaciones estructurales, no es simétrico. Pero no hay que ser muy perspicaz para observar que este tipo de modelos termina con el colapso de la popularidad del presidente. No de aquellos que realizan intereses a través de la figura del presidente. Es evidente que Milei va a pagar los costos de este ajuste, pero obviamente los sectores de poder tanto financieros nacionales como internacionales, van a preservarse de la caída de popularidad de Milei. Seguramente inventarán un argumento. A Menem le dijeron que era corrupto, a De la Rúa que era un inepto y a este le dirán que es loco. Pero es evidente que este tipo de ajuste va a terminar erosionando la popularidad relativa que tiene el presidente.
-¿Cómo ve la política exterior del gobierno, llevando a la Argentina a apoyar a Ucrania en la guerra con Rusia, a aliarse con Estados Unidos, a apoyar incondicionalmente a Israel, por ejemplo?
-Es la política del Departamento de Estado (de Estados Unidos). Está claro que eso forma parte de la lucha por la hegemonía internacional que tiene los Estados Unidos, China, Rusia. Y nosotros somos hoy el furgón de cola de la política americana. Es un poco grotesco, pero porque la figura del presidente es grotesca. Intervenir en conflictos que tienen un volumen como el de Ucrania, plantarse como si nosotros tuviésemos alguna capacidad en términos reales, políticos, de confrontar con los intereses chinos en la región, eso es propio de la megalomanía del presidente. Pero el plexo fundamental lo determina la política exterior yanqui en un contexto de lucha por la hegemonía. No sabemos qué es lo que va a pasar. Nunca se vio cuestionado el poder del imperialismo norteamericano como esta etapa. Por lo tanto nosotros tenemos la función de furgón de cola en el patio trasero de los intereses americanos. Argentina no tiene política exterior. Su política exterior la dicta en Departamento de Estado. Lula dijo: que (Milei) gobierne Argentina, está bien, pero que no crea que gobierna el mundo.
-¿Está siguiendo el juicio, recién iniciado, por el intento de magnicidio a Cristina Fernández? ¿Habrá alguna consecuencia política?
-El intento de magnicidio fue el hecho de violencia política de una magnitud inconmensurable, el más importante desde el año ‘83 a esta parte, por la figura de la dos veces presidenta. Para mí es central la figura del panelista disruptivo de Milei, que cambia de manera notable, a partir del atentado. Y se transforma en un referente para ejercer la cultura del odio desde el aparato del Estado. Milei, a partir del atentado, cambia la opinión sobre Patricia Bullrich, que era según él la que ponía bombas en los jardines de infantes, y pasa a ser la súper ministra de Seguridad. Cambia la opinión sobre el ministro de Economía (Luis) Caputo, quien le parecía que era el emblema de la derrota macrista y hoy es el súper ministro que todo lo puede. Destaquemos que si las investigaciones hubiesen sido profundizadas, Caputo estaría sumamente comprometido, lo mismo que Patricia Bullrich. No olvidemos que tenemos un diputado como (Gerardo) Milman, que administra su figura como diputado pero que estuvo absolutamente comprometido con los mensajes previos al atentado a Cristina Fernández. Creo que el intento de femi-magnicidio es el hecho bautismal por el cual la cultura de odio que siempre existió en la sociedad argentina y fue muy alimentada por los medios, se transforma en una cuestión de gestión estatal, y el encargado de llevarla adelante hoy es el presidente Milei. Para mí, fue un hecho de violencia política que desbarata el pacto democrático de 1983, donde nadie podía ser silenciado por sus ideas políticas, pero al mismo tiempo da lugar a la aparición del aparato de Estado en cabeza de Milei, desplegando las políticas de odio que son las que están llevando adelante. Un hecho gravísimo cuyo volumen fue silenciado por los medios, la justicia y en parte por un sector de la sociedad que no tuvo reacción frente a eso y, hay que decirlo, el gobierno del Frente de Todos tampoco le dio el volumen que tuvo. Fue un parteaguas en el desarrollo de la vida democrática de la Argentina. Creo que el juicio va a terminar con la acusación a esta banda de lúmpenes que estuvo comprometida con la responsabilidad material. Pero sabemos que estos lúmpenes siempre funcionan con dos terminales más: financiamiento y autoría intelectual y política. Cristina, en octubre de 2014, por una presunta amenaza de ISIS (grupo terrorista que años atrás cometió atentados en Medio Oriente y Europa), según los medios, ella dijo: no se equivoquen, si a mí me pasa algo, no miren a Oriente. Miren hacia el Norte. Y creo que la autoría intelectual de este atentado hay que buscarla, además de las conexiones locales, mirando al Norte. Todos los líderes populares, históricamente desde San Martín, pasando por (Hipólito) Yrigoyen, (Juan) Perón, Néstor y Cristina, fueron, para la política exterior americana, un obstáculo a vencer. Y los mecanismos que usan los americanos en la región, siempre fueron muy violentos. No vayamos a creer que este (Fernando) Sabag Montiel (principal imputado por el ataque criminal contra la entonces vicepresidenta) fue el que ideó y pergeñó el atentado porque Cristina generaba inflación. Y toda la causa está armada para encubrir. Lo que dijo el ministro de Justicia de la provincia de Buenos Aires, Juan Martín Mena, es absolutamente cierto. Dijo: esto (la causa judicial) es un dispositivo para continuar profundizando el encubrimiento. O sea, para olvidar más aún lo que ya se olvidó. Esta causa es trucha. Si hubiera una investigación central, esto sería claramente un parteaguas. Pero no la va a haber. Ojalá me equivoque.
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