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“Viva el cáncer”, llegó a leerse en algunos muros de la ciudad porteña cuando murió Evita el 26 de julio de 1952, hace 70 años.
“Eva Perón supo despertar un fanatismo desenfrenado entre los humildes, que llegaba en ocasiones a la devoción más profunda. Quizá en la misma proporción, pero en sentido inverso, Evita fue el blanco de las peores reacciones de una buena parte de la sociedad argentina. Ella era intempestiva, pasional, luchadora, y los odios que generó fueron de igual intensidad. No sólo de las clases dominantes, de los vituperados “oligarcas”. También de amplios sectores medios e incluso de intelectuales de izquierda y progresistas” escribe Felipe Pigna en su libro, Evita. Jirones de su vida,
No se la nombra pero fue Evita una destinataria privilegiada deldecreto-ley 4161/56 sancionado por el gobierno del general Aramburu que dice :
“Quedan prohibidos en todo el territorio de la Nación: las imágenes, símbolos, signos, expresiones significativas, doctrinas artículos y obras artísticas, la utilización de la fotografía retrato o escultura, el escudo y la bandera peronista, el nombre propio del presidente depuesto, el de sus parientes, dichos objetos ofenden el sentimiento democrático del pueblo Argentino y constituyen para éste una afrenta que es imprescindible borrar”.
“Ssss, no digas nada, no se los puede nombrar, son Perón y Evita” me dice una tía en voz baja cuando le pregunto en un atardecer frío a mediados de los años 60 por dos perfiles de unos 30 cm pintados en una pared. Eran dos perfiles muy particulares de dos cabezas pintados de negro sobre una pared gastada y en mi mirada infantil encerraban un misterio que se acrecentó con esa frase, “no se los puede nombrar”.
Para el artista Daniel Santoro, que ha trabajado mucho con la figura de Eva Perón, ese silencio que se intentó imponer sobre Evita, borrarla como si no hubiese existido nunca, destruir su obra como sucedió concretamente, hizo que surgiera esa necesidad de invocarla a través de las imágenes. “Formas icónicas muy polisémicas”, dice Santoro. “ El hada buena y la mujer del látigo. Evita es el sacrificio y el disfrute, su figura adquiere variadas dimensiones. Eso pasa porque el icono se vuelve inasible, no se corroe con el ácido de la realidad.”
En las paredes, banderas, afiches, la figura de Evita sigue irradiando algo que no tiene una sola definición sino que adquiere sentidos particulares, su figura se acrecienta, resplandece.
"Cuando quisieron borrarla, sus enemigos se encargaron de convertirla en un mito, de que fuera inmortal (…) y aunque hoy en día hay más consenso sobre su importancia, esa tensión se mantiene" dice Felipe Pigna en una entrevista a la BBC.
A 70 años de haberse apagado su llama, esa que ardió intensamente y dejó una marca que sigue siendo imborrable en la memoria popular, Evita nos sigue dedicando su sonrisa, su mirada intensa y también su intolerancia ante la idea de un pueblo sometido a poderes carentes de un sentimiento de desarrollo de las clases populares.
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