Ver y oír
07/01/2022

Doña Nelly

Doña Nelly | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.
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El piño va tranquilo, ni los perros se alteran. El día está nublado, casi encapotado y es bueno para los chivos. Hace unos días salieron de El Alamito y aún les quedan otros tantos para llegar a su veranada.

Ricardo A. Kleine Samson

Ninguna de las dos parece preocupada. Ni siquiera les inquieta usar la ruta para llevar sus animales como si fuera suya e incomodar a los viajeros. Es tal su autonomía que, como sus pares trashumantes, el mundo podría venirse abajo que nada alteraría ni sus vidas ni su faena.

El piño va tranquilo, ni los perros se alteran. El día está nublado, casi encapotado y es bueno para los chivos. A veces está tan caliente el asfalto por efecto del sol que a los chivitos más chicos les daña las pezuñas y retrasan a todos. Hace unos días salieron de El Alamito y aún le quedan otros tantos para llegar a su veranada.  Hoy es su día de suerte y es evidente en la serenidad que refleja la primera toma.

También, en la primera toma, es evidente la luz de un vehículo, a la izquierda, que ha debido tirarse a la banquina para evitar el atropello animal. Su conductor probablemente esté imaginando, repito: probablemente, que en la trashumancia hay un vacío legal que le impide ejercer su derecho a transitar libremente por las rutas del país, tal y como lo prescribe la Constitución Nacional…

Ya me quejaré de este atropello en una carta de lectores en el diario Rio Negro… y enviaré el video a la televisión… Es abusivo”. Y ojalá tenga suerte.

Entre ambas, montadas, dan una impronta de respeto y autoridad que el resto de animales percibe claramente y, quizás también al conductor que prefiere callarse ante su imprevisible reacción.

Doña Nely, como creo que se llama la mujer de campera azul, luce un pituco sombrero al mejor estilo Rubén Blades. A su derecha, casi tapado por la solapa de su abrigo se alcanza a ver la perla de uno de sus aritos que, cuando hay sol, brilla como una estrella. Su compañera, más pituca todavía, lleva unas trenzas cocidas que, además de combinar perfecto con el tono de su abrigo, le quedan preciosas y la hacen tan femenina. Tan mujer.

Ambas están charlando, ¿quién sabe de qué?  Aunque, de seguro que, ni la plancha ni el último lavarropa tendrán para ellas la importancia que ganó la Nara por el despecho de su pareja que la hizo quedar en un inmerecido ridículo público… sencillamente porque a donde van no hay energía eléctrica. La vida discurre de otra manera, rodeada de arroyos, valles, mallines, cientos de miles de millones de estrellas en un cielo maravilloso, al tiempo que sus chivos pastan, sus perros cuidan y ellas, como poquísimas personas en este mundo, disfrutan de la vida como si la vida fuera de ellas.

¿O acaso no lo parece…?

 
 

29/07/2016

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