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Ver y oír

La construcción de una mitología colectiva 

El artista plástico Daniel Santoro recrea en una serie de cuadros que se referencian en el mundo mítico de los bares, las ruinas de una época que aún sigue irradiando por la potencia de las transformaciones que generó.

Pepe Mateos

“Traté de reconstruir ese clima de la estadía en el bar con las ruinas de un recuerdo. Eso que pasaba mucho en los bares, una conversación a partir de la cual se cambiaba el rumbo de alguna cosa, que despertaba un interés que quizás no existía o un punto de vista distinto, alguna verdad revelada con alguna ginebra en el medio y después uno queda prendado de eso.” Daniel Santoro en su estudio cercano al Congreso, describe las motivaciones que lo llevaron a pintar una serie de cuadros que parten de imágenes de bares y personajes que adquieren un carácter mítico.

“El bar para mí es un lugar de trabajo. Es una costumbre que aún persiste para mucha gente. Ese es el bar diurno, diferente al bar nocturno. Es el bar de la soledad, de las ensoñaciones, donde uno está consigo mismo. Solo frente al paso del tiempo, el bar como un refugio, incluso como una especie de exoesqueleto de la propia conciencia. Me gusta sentarme en la vidriera. Es una especie de protección, de neutralidad, las cosas suceden afuera, adentro está todo suspendido, una oportunidad de no estar metido dentro del flujo de la realidad. La vidriera del bar me gusta, me gusta ver afuera, las cosas pasan, es un tiempo suspendido que uno administra, se da esa fantasía, los pedazos de realidad que penetran son los que uno deja, los que se permite confrontar, la realidad queda del otro la de la vidriera”

“Otra cosa es el bar nocturno. Es el bar de la tertulia, de las conversaciones, las controversias, el lugar de las militancias en el sentido amplio de la palabra, de circular armado de alguna verdad. Esas verdades aparecen en los bares. Siempre algo te esperaba en el bar, una forma de espectáculo, esa promesa de que siempre algo puede suceder. Haber experimentado la estadía en el bar nos convierte en compañeros, más allá de las diferencias ideológicas, acuerdos que surgen de esa experiencia, que nos hace un poco existencialistas, un poco despegados de algunas cosas, algo de las urgencias que están fuera del bar no nos llegan”.

En los bares de Santoro conviven personajes que quizás nunca se encontraron como Evita, Borges y Alejandra Pizarnik y otros que compartieron horas, discusiones, acuerdos y desacuerdos como Germán García, María Moreno, Jorge Alemán. Oscar Massotta, Ismael Viñas  y otros tantos que fueron referentes fundamentales en la cultura argentina. 

Santoro habla de los bares en presente aunque se esté refiriendo a un tiempo que no existe más y es consciente de eso.

“De algún modo existe aún, son ruinas, los restos de lo que existió son las ruinas, lo que queda de uno siempre son ruinas, lo que va quedando. Es un lugar al que no se puede acceder más, los recuerdos de uno con los años son un lugar para contemplación, una descripción de algo que está lejos, inaccesible. Uno hace su propio recuento, se lo acomoda, nunca sucedió eso que uno dice que paso, paso más o menos, con eso nos tenemos que conformar. Es una forma de sobrellevar el tiempo”.

“El bar ese que pinto y nombro en presente esta en cierto modo. Aún hay cuatro o cinco bares por los que uno circula y puede tener algún encuentro, alguna novedad, pero ya no tiene la intensidad de aquello. Aquello se convirtió en un acontecimiento atesorado, garantizado por los intereses de la propia vida. Tuvimos una vida y la compartimos de esa manera y hay que darle el espesor, la entidad, la potencia necesaria para que eso se vea como una vida que tenga la capacidad de ser mítico, de producir su propia mitología. La mitología es una defensa para sentir que no se ha tenido una vida vacía. La de los bares es la construcción de una mitología colectiva.” 

De esta forma define Daniel Santoro las motivaciones que lo llevaron a involucrarse en esta obra construida con las ruinas vibrantes de un tiempo trascendenta

29/07/2016

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