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El mundo del Mercado Central

Un equipo de la revista Crisis se sumergió en el corazón logístico del sistema de distribución de frutas, verduras, pescados y carnes de Buenos Aires para indagar cómo se establece el precio de los alimentos. La historia del mercado y las dinámicas internas que lo constituyen.

 

Informe de Natalia Gelos, Federico Orchani y Nicolás Perrupato. Fotos, Pepe Mateos

En 1963, nace el Plan Regulador de Buenos Aires con el objetivo de desplazar la actividad mayorista de la ciudad y se crea el Ente Realizador del Mercado Central de Buenos Aires, quizás el último proyecto modernizador en la materia pensado por la intelligentzia nacional, inspirado en el mercado internacional de Rungis ubicado en las afueras de Paris. Luego de una larga historia atravesada por todos los avatares políticos (narrada en el informe) el 15 de octubre de 1984 es inaugurado por el Presidente Raúl Alfonsín y hasta hoy sigue siendo un espacio cruzado por los negocios y la política.

La pandemia ha sido un gran revelador de cuestiones esenciales para la humanidad ninguneadas por el avance irrefrenable e irracional del progreso mercantil y consumista.

El aumento de precios es una de las causas de la pobreza y la indigencia en la Argentina. El equipo de Crisis indaga en el Mercado Central de que manera la dinámica de la oferta y la demanda y las intermediaciones influyen en el acceso y el costo final de los alimentos.


 

El Mercado Central es el nexo entre productores y consumidores, concentra el 20% del comercio frutihortícola de todo el país y el 60% de lo que se compra y vende en el Área Metropolitana de Buenos Aires. 106.000 toneladas de verduras se negocian por mes, 900 puestos en 18 pabellones, 700 camiones ingresan diariamente y unas 10.000 personas se mueven cada jornada.


 

Nahuel Levaggi, principal referente de la Unión de Trabajadores de la Tierra (UTT) asumió la presidencia del Mercado en marzo de 2020 al inicio de la pandemia, promovido por Máximo Kirchner. Desde adentro del Mercado genera acciones tendientes a concientizar acerca de cómo modificar el modo de producción y distribución de la comida adhiriendo al concepto de soberanía alimentaria. Todo plato es político, este vacío o lleno. ¿Quién decide lo que comemos?

"¿Que ves vos acá?" me pregunta Isaías, 30 años, encargado de alquilarle los carros a los changarines. Los changarines son el nervio visible de la actividad, entre las 2 de la madrugada y hasta entrada la mañana con el sol bien alto despliegan un movimiento frenético de carros repletos de cajones desde los puestos hasta los vehículos que llevan la mercadería. Por unos 180 pesos alquilan el carro por día y reciben alrededor de 15 o 20 pesos por bulto trasladado. Ante mi mirada que recorre panorámicamente el espacio tratando de describir que veo, Isaías insiste, "¿Que ves?".


 

"Veo changarines, cajones, camiones, puesteros, galpones, a vos, gente comprando", intento describir. "No, me dice; acá todo lo que ves es plata, y mucha. Yo veo los cajones, los carros, estas maderas, lo que mueven los puesteros, esa gente caminando, veo los camiones de caudales, y todo es plata". Isaías da en el clavo con la agudeza de su observación. La comida está en una espiral de especulación que hace difícil que el derecho a una alimentación adecuada esté al alcance de todas y todos. A partir de esa premisa, la alimentación como un derecho desde todos sus aspectos, tal vez sea preciso reformular muchos de los paradigmas que constituyen este sistema.

En la ciudad de Neuquén la revista CRISIS se puede adquirir en Malapalabra, Córdoba 566.

29/07/2016

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