Ver y oír

Librerías de viejo

Reservorio para exploradores

Las librerías de usados son espacios que sostienen aleatoriamente una masa de conocimientos contenidos en libros, revistas, y piezas gráficas de todo tipo.
Se nutren de los descartes que van quedando a medida que el tiempo avanza y va modificando hábitos y valores culturales.

Pepe Mateos

Las librerías de viejo o de usados, son un módico caos que no puede ser ordenado ni condensado, un fluir entre distintas sectores de la sociedad que involucra a los que se deshacen de bibliotecas por no saber qué hacer con recolectores urbanos de los deshechos y estos a su vez con los libreros que ejercen un oficio que adquiere características de mediadores entre el pasado y la proyección de este en el presente y en el futuro.

 

Jorge Sierralta, El rufián melancólico

“Somos libreros que trabajamos a lo antiguo”

“In that place” le señala Jorge Sierralta a una señora que entra preguntando si tiene libros en ingles. Antes una chica, emocionada, se llevaba un libro inhallable de Italo Calvino. Jorge ejerce como medium en una librería que atrae turistas, buscadores de sueños perdidos, personajes del barrio, cartoneros que aportan hallazgos, para todos tiene una frase, una anécdota que funciona como guía, como indicador de algun destino.

“La gente le cuenta cosas al librero; un vez vino una señora muy triste por la muerte de su marido y me pide que le recomiende algo que le haga salir de ese estado. Un tremendo aprieto para mi, y buscando le recomiendo un libro que no había leído de Vinicius de Moraes pero que supuse que le daría alguna alegría. Hoy esa señora es una cliente fija y me consulta no solo sobre libros sino acerca de un montón de otras cuestiones”.

Jorge hace un diagnostico pesimista acera del futuro de las librerías de usado. Ve como paulatinamente se vende menos, y revistas o libros que antes permanecian días en la vidriera ahora estan semanas sin que nadie consulte por ellos.

“No somos una librería para coleccionistas especializados, aquí viene un público muy variado. A muchos les gusta buscar aleatoriamente y disfrutar los hallazgos. Creo que muchas librerías van a convertirse en lugares donde habra libros muy especiales, que adquieran un valor como objetos fetiche, más que como material de lectura.

Hay cosas curiosas, como la venta del libro de adorno. Había un personaje muy importante, del que me voy a reservar el nombre, que mandaba a su secretaria con unos cordoncitos con las medidas de las estanterías para comprar libros que engalanaran su biblioteca y no era el único, mucha gente venía a comprar libros por su aspecto, encuadernación en cuero, color o tamaño para decorar espacios.

Seguimos trabajando a lo antiguo, no tenemos catalago, ni siquiera una computadora, nos guiamos por nuestra memoria y una particular, a veces arbitraria, forma de orden”.

 

Sebastián Rodríguez, La Lechuza de Patricios

“Aquí viene a parar todos los libros olvidados esperando que alguien los rescate”

Una mujer de treinta y pico con un hijo pequeño se lleva la biografía del Che de Pacho O´Donnell y una recopilación de Gaturro; un muchacho se hace, a menos de la mitad del precio que estaría en una librería común, de “En cambio” de Estanislao Bachrach. Asi van pasando los clientes de “La lechuza de Patricios” que Sebastián Rodriguez atiende en la puerta desde que comenzó la pandemia. “Muchos de mis clientes son gente del barrio que se comunica por whatsapp y ya nos conocemos. A veces buscan libros que leyeron hace 20, 30 años, buscando rescatar alguna emoción, algo perdido en el tiempo. Otros son coleccionistas que les gusta mirar y dejarse llevar, algo que en este momento no podemos hacer. Un cliente que venía todos los meses y hacía siempre una compra considerable dejo de venir porque se ofendio cuando no le habilite el acceso a la trastienda, donde tengo los libros que aún no decido poner abiertamente a la venta.

¿Los precios? En este momento Amazon y Mercado Libre determinan mucho el valor de los libros y también generan confusión porque hay particulares que ponen precios que distorsionan. El valor es algo que depende de muchos factores que van variando.”

Una persona se acerca con una trajinada edición de “Abadón, el exterminador” de Sábato. Sebastián rapidamente la evalúa y le ofrece 50 pesos que el muchacho acepta satisfecho. “Todo el tiempo me traen libros personas en situación de calle o cartoneros. Este muchacho, por ejemplo, viene siempre con algo. En un tiempo escribía poemas que copiaba y vendía y no eran malos. Pero el paco lo consumió”.

Como todo librero, Sebastián atesora algunos ejemplares especiales, casi únicos, que con reticencia accede a mostrar. Entre ellos una impecable primera edición de “El Aleph” de Borges y algo que define como uno de sus favoritos, un manual para impresores y diseñadores, editado en los años 20, que es una pieza gráfica invaluable.

“Esto es como la saga de Carlos Ruiz Zafón, “El cementerio de los libros olvidados”, pero es un cementerio inquieto, siempre en permanente movimiento”, dice Sebastián, mientras observa la abrumadora pila de libros que lo rodea.

 

Raúl Horacio Feijoo, Librería Sur

“En este negocio hay un espíritu romántico”

“Estoy en esto desde la crisis del 2001, antes no había trabajado nunca con libros, aunque siempre fui un lector curioso.” Raúl tiene un puesto ordenado y prolijo en el Mercado de San Telmo resistiendo un proceso de cambio que va empujando a los puesteros y locales tradicionales para convertir al edificio del viejo mercado en una especie de polo gastronómico.

“Apunto al libro usado y combino con algunos objetos, juguetes, cámaras fotográficas, mapas, fotos antiguas. De alguna manera todas cosas con las que tengo una afinidad, son una suma de mis intereses. Hay autores que siempre salen y son muy reclamados, Borges, Pizarnik, Orwell, Anna Frank, quizás porque estén en programas de estudio.

Los libros de autoayuda siempre tienen salida. Curiosamente, un libro que nunca leí pero siempre se vende es “El caballero de la armadura oxidada”.

Priorizo la literatura y la historia argentina y el material de editoriales independientes.

Mucha gente del barrio son clientes y contra lo que se supone vienen muchos chicos y chicas jóvenes buscando autores puntuales, como por ejemplo Tolkien o Pizarnik, incluso Nietzsche.

Los libreros como los anticuarios, de algún modo preservamos y mantenemos vivas cosas que de otro modo se habrían perdido para siempre. La actividad tiene una finalidad económica, es un negocio, una profesión, pero con un espíritu romántico”.

 

Juan Olcese y Noelia Álvarez Marimón, El juguete ilustrado

“Mantengo en guarda algo que alguien un día va a querer y valorar”

“Una biblioteca es infinita y laberíntica, constantemente se abren, bifurcan diría Borges, senderos que conducen a nuevos caminos” dice Noelia Álvarez Marimón de la librería “El juguete Ilustrado” de San Telmo, que conduce junto a Juan Olcese, su iniciador. Una librería que tiene ejemplares de 1530 hasta libros de reciente impresión.

Juan relata: “Me inicie como coleccionista de libros, de todo lo que este impreso y de juguetes y ese tráfico de objetos, vender unos para poder comprar otros, hace que adquieras un saber y se transforme en un oficio, para el que es imprescindible no perder el espíritu amateur manteniendo el aspecto comercial. Ahora muchos prefieren denominarse investigadores o que llevan un proyecto, la palabra coleccionista arrastra un lastre vergonzante, y para mi es una forma de preservar, mantener un pasado sin una mirada nostálgica, sin que sea una carga.”

Juan Olcese es un experto, un conocedor del entramado de la compra y venta de libros y objetos impresos usados. “El cartonero o reciclador es el primer eslabón de la cadena, sabe que cosas vender por peso y cuales hay que preservar, que tienen un valor. El criterio de categorías del libro usado ha ido mutando, no son valiosos solo los más antiguos o primeras ediciones, también entran libros más nuevos que por alguna particularidad son muy buscados. También estos últimos años muchas cosas han ido cambiando irreversiblemente, las bibliotecas, que a veces son el producto de toda una vida, ya no son un objeto de prestigio. El espacio físico para albergarlas es un problema. Las librerías de usados van desapareciendo, la pandemia limitó las ferias.

Esto es como un orfanato para todos los libros que han quedado solos y esperan que alguien los adopte”, cierra Juan intentando encontrar una figura que defina y sintetice lo que significan las librerías de usados, asediadas por las transformaciones del mundo.

29/07/2016

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