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Columnistas
17/08/2016

Triquiñuelas

Triquiñuelas | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

El punto de vista del presidente Mauricio Macri respecto de los desaparecidos “Es el de los militares represores y del Terrorismo de Estado”.

Horacio González *

Las breves líneas que Macri dedicó al tema más crucial del país, revela antes que nada la brutal presentación de un punto de vista. Un punto de vista dominante y persistente, es cierto que enredado en una maraña de palabras convencionales, pero del cual se puede decir una sola cosa concluyente. Es el punto de vista de los militares represores y del Terrorismo de Estado.

¿Qué es un punto de vista? Un núcleo firme de convicciones que puede resguardarse en implícitos y frases subordinadas de presunta simplicidad o inexperiencia, pero que desde una conciencia más profunda de lo que se imagina, organizan la totalidad de un discurso. “Un debate en que no voy a entrar”, y entra con tapones de punta. “No sé si fueron 9.000 o 30.000, si son los que están anotados en un muro o muchos más”. Y debe leerse aquí algo más hondo y aciago de lo que ya había dicho Lopérfido.

El peso de la frase recae en ese “no sé”, y el arco de posibilidades que allí se abre, entre nueve mil y treinta mil, entre “anotados en un muro” o “muchos más”, revela una deliberada indecisión, una displicencia basada en un señoritismo indiferente que no quiere discutir esas cifras ni ninguna otra, porque su “no saber” es la cifra de su negligencia calculada. Y esa negligencia es el indicio de que lo que piensa está en otro lado: en el punto de vista de las fuerzas represivas.

¿Y entonces, si califica esos hechos de “horrible tragedia”, de lo “peor que nos pasó en nuestra historia”, de que “no pasa por un número”, no está condenado esos acontecimientos? No, los está describiendo desde su punto de vista, que ya dijimos cuál es. Incluso “el derecho de los familiares a saber definitivamente qué fue lo que pasó con las víctimas”, es un dicho circunstancial que funciona en el argumento como una descripción emitida al pasar, como las que suelen abrigarse en el pensamiento público de los grupos que defienden la política represiva. Y para disminuir enteramente la grave cuestión, dice lo mismo que muchos antes que él ya practicaron, para dar cuenta de que escuchan rápido estas cosas, pero las desvían de su atención no menos rápido. Pasan la conversación hacia el siglo siguiente. Conocido juego del abstraído, que simula atender un poquito lo que se habla y lo cubre enseguida con un manto de refutaciones, que parecen englobar pero en realidad retiran el interés de lo que verdaderamente importa.

Cuando se dice que una horrible tragedia “no pasa por un número”, es cierto si el punto de vista es el del lamento sincero, del que está vinculado a un drama profundo de una manera cierta. Entonces la cifra no será una estadística sino una forma de la agonía. Pero todo el lenguaje de Macri destila falsedad, triquiñuela, coartada. Habla subido a pretextos y artimañas, caballetes artificiales para impugnar, implantes de palabras para anular, que no logran enmascarar lo que realmente piensa.

Entonces, la expresión “guerra sucia” emerge como un cuerpo lingüístico encerrado hace años en aguas profundas y sale plenamente a luz. Aun cuando parece reprobar, se siguen escuchando en él no las voces del siglo XXI de los que “precisan trabajo y quieren ser felices”, sino aquellas voces aun frescas de los que daban órdenes de sangre desde el Estado y si nos las daban o no actuaban directamente, estaban totalmente de acuerdo con ellas.

Macri acaba de visitar nuevamente ese enmohecido vocabulario, para volver al revés los hechos notorios del pasado y del presente. Es tan lúgubre lo que dijo, que ha logrado asustar a sus propios organismos de derechos humanos, que con todo lo ficticios que son, se ven obligados a morigerar el punto de vista que ha brotado de un barroso fondo de conciencia. Pero no se endereza un punto de vista tan elaborado con unas líneas salidas del martillete apresurado de sus “equipos”, quizás alarmados por la mezcla de incuria y ensimismado sadismo con la que habla su jefe.



(*) Sociólogo, ensayista y escritor. Ex Director de la Biblioteca Nacional.
29/07/2016

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