Columnistas
01/08/2016

La metáfora descalza

La metáfora descalza | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

La expresión del presidente Macri sobre el andar en “patas y remera” confirma que hoy los derechos son considerados “un lujo” al que amplios sectores de la población ya no deben aspirar. Así se naturaliza la metáfora del pie descalzo que este tiempo reclama como justificación de un programa económico feroz.

Angelina Uzín Olleros *

@Auzino

El presidente Mauricio Macri, obsesionado por reafirmar su política tarifaria, no pierde oportunidad para convencernos de afrontar las bajas temperaturas del crudo invierno con argumentos débiles y ejemplos desafortunados. Dijo que si estamos en “patas y remera” en nuestra casa es porque derrochamos energía, en consecuencia no necesitamos consumir tanto gas para calefaccionar los ambientes. Bromas aparte, los medios de comunicación repiten esta frase y las opiniones oscilan entre descalificar el pobre discurso presidencial, a tratar de justificar sus dichos.

El argumento de la pesada herencia, que sirve para desligarse de las responsabilidades, ha sido utilizado hasta el hartazgo ahora y en otros momentos de traspaso de mando en nuestro país. ¿Qué pasa mientras tanto con los desheredados? ¿Qué herencia nos queda como sociedad de pies descalzos por la miseria y los desclasados de la historia? El calzado y la ausencia de él es el símbolo del lugar en el que pisa el ciudadano el suelo de la patria, el suelo del país, el suelo del territorio nacional.

A partir de los dichos de Macri podemos reflexionar sobre las diferentes temperaturas sociales y políticas que se han visto en el transcurso del pasado siglo XX acompañadas por la metáfora descalza, han marcado una etapa que se abre a nuevos protagonistas en el espacio público y en las imágenes que construyen otras culturas populares. El pueblo es el portador de nuevos rostros que antes de 1910 estaban ocultos en la foto de nuestra sociedad.

Las patas en la fuente

Con esa frase reconocemos la escena de un caluroso miércoles 17 de octubre de 1945 en el que una inesperada movilización popular derivó en la consagración de un líder político, transformándose en el punto de surgimiento del movimiento peronista. Hoy se discute si esa multitud que marchó a Plaza de Mayo pidiendo por la liberación de Juan Domingo Perón fue realmente espontánea o estuvo organizada por él. Pero lo cierto es que, aunque recién en 1946 Perón fue electo presidente, ese 17 de octubre marcó el Día de la Lealtad Peronista; esa lealtad ha sido honrada por algunos actores políticos siendo leales al pueblo y sus demandas, otros han traicionado ese espíritu utilizando símbolos de una propuesta política que dejó huella en nuestra historia reciente para su beneficio propio.

En su blog Hugo Presman completa la imagen y le otorga un sentido histórico:

"Los pies cansados de miles y miles de personas buscaban refrescarse en la fuente de la histórica Plaza de Mayo. Esos rostros morenos avanzaron sobre la orgullosa capital cosmopolita desde todas las poblaciones del cordón industrial del Gran Buenos Aires o desde más lejos, como Berisso o Ensenada. Llegaban a la Plaza del Cabildo y la Pirámide trayendo sus vivencias provincianas. Los pies cansados que se refrescaban en la fuente aquel miércoles caluroso estaban movilizados por la esperanza. Y estaban cansados, no solamente por la caminata. Trasladaban los padecimientos de décadas y décadas de injusticia, de explotación, de derechos violados, de desamparo social. Llegaban a la cita con la historia un día antes de la huelga decidida para el día 18 de Octubre, en una reñida votación en la CGT que definió el obrero forjista Libertario Ferrari por 18 a 17. Reclamaban la presencia de un hombre que desde una ignorada Secretaría de Trabajo convertiría, un golpe de estado en una revolución popular. Ese miércoles agobiante, cuando el sol se alejaba en el horizonte, los trabajadores protagonistas de una jornada histórica, se encontraban en un acto de gratitud con el hombre que le puso una bisagra a la historia: el General Perón. El país quedaría dividido y polarizado. Por un lado el frente de la vieja Argentina agraria que iba desde los conservadores a los comunistas, pasando por los radicales. Y por la otra la expresión proletaria de la nueva Argentina industrial”.

Las designaciones estigmatizantes de la época marcan en la ausencia de la indumentaria, la presencia de nuevos protagonistas en el espacio público; los “descamisados” son en ésta imagen los “descalzos” en la fuente; la denominada clase obrera, los trabajadores, cubren las calles y las plazas. Como metáfora, “las patas en la fuente” marca el comienzo de políticas de inclusión. 

Libros y alpargatas

Relatan los historiadores y cronistas que también en el ’45, una manifestación de obreros pasaba frente a la Universidad Nacional de la Plata, algunos estudiantes que se encontraban en la puerta los provocaron diciendo “libros sí, alpargatas no…”, y  cuando Perón se enteró de lo ocurrido dijo: “alpargatas sí, libros también…”

Sabemos que el primer peronismo construyó una gran cantidad de escuelas, luego de un largo paréntesis desde la época de Sarmiento, y en el año 1949 dictaminó la gratuidad de la educación universitaria, lo que triplicó el número de estudiantes en pocos años. La educación superior dejaba de ser un privilegio para convertirse en un derecho.

Dicho por Noé Jitrik:

Alpargatas, a su vez, describe una situación esencialmente inhumana e injusta, desde la carencia absoluta de los bienes que la civilización produce hasta, lo que es aún más negro, la falta de futuro, la enfermedad y la muerte a corto o largo plazo. Detrás de esa palabra se agazapa, como contraparte, el concepto de justicia, eso que es tan difícil de lograr cuando el privilegio se le opone y eso ocurre casi siempre, el pedido es permanente, de qué modo satisfacerlo. Los que piden alpargatas, en consecuencia, están pidiendo mucho más, pero también podrían pedir el acceso a lo que significan los libros. La formulación negativa y antagónica estratifica los términos y condena a los exquisitos a no entregar nada de lo que generan y a los justicieros a creer que si destruyen a los exquisitos lograrán la justicia que buscan. Aunque hay que decir que hay exquisitos y exquisitos: los primeros son los que piensan, sienten y hacen en los niveles más altos de lo que puede el genio humano; los otros son los que creen serlo porque son puros consumidores, se imaginan en una fiesta perpetua y, ciegos y sordos, no ven ni oyen el rumor que viene de los huérfanos de justicia. A esos, creo, intentaban pisotear las alpargatas pero, de paso, embriagados por las palabras, pisoteaban también a los otros”.

Éste es el sentido que quería darle a la reflexión: los que consideran que los derechos son los privilegios de una clase, y los que luchan para terminar con los privilegios de unos pocos para la consecución de los derechos de todos.

Resulta urgente escribir un glosario nuevo ante las manifestaciones de los funcionarios del momento actual: “qué tan pobres son los pobres” pregunta Javier González Fraga ante la promesa imposible de “pobreza cero” como eslogan de campaña; los pobres y la pobreza son tan sólo palabras sin contenido ideológico, sin pensamiento crítico que analice el trasfondo de la desigualdad, y por ende los motivos de la injusticia.

Actualmente, las alpargatas dejaron de ser un símbolo de la clase trabajadora, porque como dijo Herbert Marcuse, el capitalismo transforma todo en moda (y en mercancía) incluso y sobre todo, los símbolos de protesta y de resistencia; los hippies fueron “neutralizados” cuando sus ideas y atuendos entraron al circuito comercial, el símbolo de la paz se transformó en un dibujo, situado al mismo nivel simbólico que cualquier otro trazo.

Cuando las alpargatas están de moda, los ricos le ponen su impronta y también las usan. Tal vez hoy lo que no usan, ni consultan, son los libros…

El zapato perdido

Pablo Gentili relata una circunstancia personal que le ocurre en un paseo con su hijo pequeño que, aparentemente, había perdido su zapato. Al advertir que Mateo estaba a punto de perder su zapato, Pablo se lo quita y lo guarda. En el trayecto muchos le advirtieron que su hijo había perdido el zapato. Ese gesto de solidaridad y preocupación al principio le dio cierta tranquilidad, pero luego le hizo reflexionar sobre “la selectividad de la mirada” que se inquieta cuando un niño de clase media ha perdido un zapato, mientras que los pies descalzos de los niños pobres pasan totalmente inadvertidos.

Gentili reflexiona a partir de lo que ocurrido:

"Expresado sin tantos rodeos, lo que pretendo decir es que, hoy, en nuestras sociedades dualizadas, la exclusión es invisible a los ojos. Ciertamente, la invisibilidad es la marca más visible de los procesos de exclusión en este milenio que comienza. La exclusión y sus efectos están ahí. Son evidencias crueles y brutales que nos enseñan las esquinas, que comentan los diarios, que exhiben las pantallas. Sin embargo, la exclusión parece haber perdido poder para producir espanto e indignación en una buena parte de la sociedad. En los "otros" y en "nosotros" La selectividad de la mirada cotidiana es implacable: dos pies descalzos no son dos pies descalzos. Uno es un pié que perdió el zapato. El otro es un pié que, simplemente, no existe. Nunca existió ni existirá. Uno es el pié de un niño. El otro es el pié de nadie. La exclusión se normaliza y, al hacerlo, se naturaliza. Desaparece como “problema” para volverse sólo un “dato”. Un dato que, en su trivialidad, nos acostumbra a su presencia. Dato que nos produce una indignación tan efímera como lo es el recuerdo de la estadística que informa el porcentaje de individuos que viven por debajo de la “línea de pobreza”…

Los pies descalzos de los que tuvieron algo y lo perdieron, de los que nunca tuvieron nada, de los que desean tener lo que no han tenido… los pies descalzos de los que no recibieron su parte en el reparto de los derechos, de los bienes, de los servicios… los pies descalzos de los que supuestamente derrochan lo que es para unos pocos y los pies descalzos de los que ya no caminan el sendero de la política porque quedaron inmovilizados, desencantados por las corrupciones del poder.

De este modo y en ese recorrido la metáfora descalza va tomando forma.

¿Quiénes piensan, gobiernan y trabajan para los pies descalzos? Si los derechos ahora son considerados “un lujo” al que las clases medias y los sectores de escasos recursos ya no deben aspirar, cualquier argumento sirve para darle un contexto de justificación a la desigualdad y la injustica. Incluso la cháchara del cuidado del medio ambiente es útil para decirnos: pasen frío, pasen hambre, pasen necesidades, porque el planeta se agota. La austeridad de los ricos, que han asegurado su presente y el futuro de sus hijos, es una burla a los que ni siquiera pueden tener un presente de dignidad.

El zapato perdido, las alpargatas obreras y las patas en la fuente, son íconos de la historia de los que quedaron o están por quedar fuera del reparto…

Especial para La Tecla Eñe. www.lateclaene.com



(*) Doctora en Ciencias Sociales. Máster en Filosofía. Docente en UADER y UNR. Escritora.
29/07/2016

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