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Columnistas
02/12/2018

Argentina y el mundo. Un gobierno de “trileros”

Argentina y el mundo. Un gobierno de “trileros” | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

Poco importa si hay documento final de la cumbre o no, o qué se negocia en las bilaterales, este G20 a nosotros, a la población argentina, no le dejará más que nuevas deudas. (El análisis del autor fue presentado primero en el programa radial “Viento Sur”)

Francisco Camino Vela *

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Si alguna vez caminaron por algunas calles céntricas de una ciudad del sur de España seguramente se habrán acercado con cierta curiosidad a un señor que los naturales reconocen como un “trilero”. Una mesa improvisada, tres cubículos, una bolita y un premio jugoso por apostar y adivinar en que lugar está la bolita una vez que el director del juego haya movido raudamente los cubículos. El destino certero de este juego, en realidad una estafa, es equivocar la respuesta y nunca encontrar la bolita en el lugar indicado, perdiendo todo lo apostado. A esta estafa contribuyen algunos otros individuos, compinchados, camuflados de público y que supuestamente ganan, y otros que advierten en las esquinas la llegada o no de las fuerzas públicas y que en el mejor de los casos, si alguno gana le arrebatan lo obtenido a punta de navaja unos metros más adelante.

Pues bien, tras tres años de mandato y en un recorrido no exhaustivo de lo que el actual gobierno ha prometido y lo que en su lugar ha hecho, tengo la sensación de estar frente a un gobierno de trileros. Lo que ya hoy se conoce como macrismo prometió en los tiempos iniciales, en los que se presentaban como una coalición entre partidos nuevos e históricos –incluido el radicalismo-, una regeneración del país, en particular su inserción diferente en el mundo. La década anterior, a criterio del promisorio mundo Pro, había sido nefasta para un país lleno de riquezas, una patria que incomprensiblemente llena de recursos los desperdiciaba por malas administraciones y una clase política enferma de corrupción. El origen de todos los males, el peronismo en sus diferentes formas y entre ellas la peor, el kirchnerismo.

Las soluciones resultaban ser tremendamente claras y fáciles. Un gobierno respetuoso del libre mercado que generaría confianza instantánea y con ello una lluvia de inversiones hacia la producción que acercarían Argentina a su destino natural, a parecerse más a las potencias desarrolladas o a las mejores de las emergentes. La inflación y otros problemas serían menores cuando nuestro país fuera reconocido por el mundo, por el “mundo que importa”, es decir por los países centrales, que nos llenarían de inversiones en infraestructura y producción, y en consecuencia nos colocarían en la senda virtuosa del desarrollo que nos merecemos.

En este marco, la presencia del G20 por primera vez en nuestras latitudes desde su creación durante la crisis mundial de 2008 sería el broche de una secuencia en la que con menos inflación y desempleo, más industria y producción, más comercio y mejor balanza de pagos, pobreza cero y cifras altas y sostenidos de crecimiento del PBI, el macrismo estaría campando tranquilo hacia una renovación gubernamental de al menos una administración consecutiva más.

Sin embargo, no hace falta ahondar mucho en que la realidad, pese a la insistencia del gobierno y sus medios de comunicación amigos, es diametralmente opuesta. De la herencia pasamos a la expectativa, de varias prorrogas de la expectativa a la tormenta, de la tormenta a la crisis “necesaria”, de la crisis al FMI y al ajuste, y de ahí a un G20 militarizado. En lugar de acertar el cubículo de la bolita y recoger ganancias, lo único que hemos encontrado es inflación duplicada, desempleo insospechado, desindustrialización, balanza comercial negativa, “crecimiento” negativo, y sobre todo, aumento exponencial de la deuda externa con pingüe beneficios para los “socios” del mundo financiero.

El G20 de por sí no es lo que era, en cuanto lugar de encuentro y acuerdo de los países más poderosos con algunos de los emergentes, para seguir beneficiando a los más poderosos y evitar crisis. El mundo actual no está regido por el acuerdo y el libre cambio, sino por la pelea entre los de arriba y la desunión. La “guerra” comercial chino norteamericana, el brexit, la separación de la Unión Europea de los EEUU en el plano militar, las tensiones de Rusia, y el marcado proteccionismo norteamericano, solo por citar algunas cuestiones, dan cuenta de un mundo que precisamente no opta por abrirse, justo lo contrario de lo que ha decidido nuestro actual gobierno.

El capitalismo tiene diferentes versiones aunque un innegable origen desigualitario que solo se contiene contrapesando volúmenes. Es decir, frente a las grandes potencias, las que no lo son solo pueden mejorar su situación uniéndose, no abriendo indiscriminadamente sus puertas. El ciclo reciente de América Latina donde los acuerdos regionales fueron más fuertes, como ocurrió en la primera década y poco más del siglo XXI, presentó países latinoamericanos con mayor poder de discusión y con más capacidad para negociar por haber aumentado su volumen común. Ese ciclo ha mutado a otro donde la centroderecha o la derecha es gobierno en varios países, a veces con accesos más democráticos que otros, y pugnan entre sí por ser los hijos predilectos de las principales potencias. En este marco, la capacidad de depredación de recursos a la que nos arriesgamos es sustancialmente mayor y no les quepan dudas que Bolsonaro tendrá más éxito internacional que Macri.

Los sucesos de estos días son un claro ejemplo de la diferencia entre realidad y expectativa gubernamental. Una capital militarizada, vallada, elitizada, y sin argentinos, recibe al G 20 y nos intentan convencer de que eso significa beneficios y que es además nuestro mejor acercamiento a ese soñado primer mundo. Pues bien, no es así. Nos hacen creer que somos miembros de este selecto grupo cuando en realidad solo somos los dueños del hotel en el que se alojan y en el que no les cobramos el servicio con la pretensión de que puedan llevarse en el futuro cercano alguno de los recursos que aún tenemos y que sirva para pagar los intereses de todo el dinero que nos han prestado y que ha beneficiado sobre todo al capital financiero asentado en esos mismos huéspedes.

Seguramente mostraremos que no hubo violencia significativa ni protestas. Menos aún que cuando el G20 se realiza en los países centrales. Claro, en dichos países no pueden recortar derechos ni reprimir con la virulencia y determinación que el gobierno argentino sí puede hacerlo. Lo expondrán el lunes como un acierto y un signo de la “gran” imagen que hemos dejado en el mundo. Ocultando, por supuesto, los errores groseros que se han cometido y sobre todo lo que nos ha costado a todos nosotros. Solo la ciberseguridad comprada a Israel es equivalente al pago de 120.000 asignaciones universales por hijo. Sí, solo este pequeño gasto.

Poco importa si hay documento final de la cumbre o no, o qué se negocia en las bilaterales, este G20 a nosotros, a la población argentina, no le dejará más que nuevas deudas, por mucho que se mueva la bolita de los trileros.

Eso sí, la semana que viene y como una muestra impensada de esta senda, la “Libertadores de América”, protagonizada por los dos equipos Argentinos más conocidos, se jugará en Madrid, en la capital del antiguo imperio formal. A ella solo llegarán los que puedan pagar ese viaje, o sea los sectores altos de nuestra sociedad que podrán verlo en forma ordenada y tranquila… otro sueño cumplido y otro fracaso más para el pueblo. Del “Fútbol para todos” al fútbol para nadie. Otra bolita que seguiremos persiguiendo hasta que despertemos de esta estafa y juguemos a buscar realmente nuestros intereses. Para ello otros y otras deberán ocupar a fines del próximo año la Casa Rosada.        



(*) Dr. en Historia. Profesor e investigador de FAHU-UNC. Profesor UNRN. Codirector de la Red de Estudios Socio-Históricos sobre la Democracia (Reshide).
29/07/2016

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